Por Stefano Magni
La jornada “Custodiando el medio ambiente, Custodiando el hombre”, organizada por La Nuova Bussola Quotidiana y Pro-Vita Onlus, en sólo cuatro sesiones desmintió mitos y clichés del ecologismo ideológico. Desde su premisa filosófica contra el antropocentrismo, hasta sus costosas consecuencias para el hombre, la economía y la propia naturaleza.
Calentamiento global: es difícil escuchar una sola voz que se oponga a la narrativa dominante de que todos vamos a morir en no muchos años. El catastrofismo reina en este campo del conocimiento llamado climatología y no pasa un día sin al menos un servicio dedicado al cambio climático y sus consecuencias nefastas en los principales informativos (públicos y privados).
Por ello, fue una ocasión más única que rara asistir a la jornada “Custodiando el medio ambiente, custodiando al hombre” el pasado 25 de marzo, moderada por Francesca Romana Poleggi (Pro-Vita Onlus). A pesar de que era un hermoso sábado primaveral en Milán, unas 150 personas del público (a veces incluso más) pasaron el día en la sede del PIME, viendo una disertación tras otra con interés y entusiasmo.
El título ya lo dice todo: no se ha hablado mal de medioambiente y ecologismo, pero se ha restablecido el correcto orden de prioridades, como subrayó monseñor Giampaolo Crepaldi en su discurso de presentación: primero el hombre, luego el medio ambiente. El concepto bíblico de creación, explicado en una larga y detallada lección introductoria del padre Giorgio Carbone, sitúa al hombre en el centro, al mando de la naturaleza. Sin perjuicio de este concepto antropocéntrico, se puede abordar el catastrofismo contemporáneo, que no es más que una estrategia de comunicación adoptada para transmitir una ideología opuesta: aquella según la cual el hombre es sólo una parte de la naturaleza y no puede reclamar derechos superiores, o, como argumentan los ecologistas radicales: el hombre es el virus de la naturaleza. Y por eso, el movimiento ecologista siempre ha estado muy relacionado con la causa antinatalista, que apunta al declive demográfico. Si dicen que nuestro planeta tiene fiebre, es porque evidentemente se nos considera el virus que lo ha infectado, como señaló Riccardo Cascioli, desvelando los mecanismos de esta narrativa venenosa.
Hay tres argumentos para refutar esta ideología antihumana: la del calentamiento global antropogénico es una teoría científica y como tal puede refutarse; la transición verde es económicamente contraproducente y puede distorsionar el buen funcionamiento del mercado; los costes del ecologismo, si se aplican a sus consecuencias consecuentes, son insostenibles.
Refutar la teoría del calentamiento global provocado por el hombre parece para la mayoría, una blasfemia, hasta el punto de proponer la introducción del “delito” de “negacionismo climático”. Pero se trata de ciencia, no de religión. Toda teoría científica puede, y debe, ser falsificada. Los profesores Nicola Scafetta, Franco Battaglia y Uberto Crescenti lo han hecho, sin miedo, cada uno sobre la base de sus propios estudios. Nadie niega que exista un cambio climático. Pero no es necesariamente el hombre quien lo provoca, no es necesariamente el hombre quien lo causa, no es necesariamente que el cambio sea tan repentino que impida la adaptación. En el pasado, como en la época romana y luego en la Edad Media, ha habido otros calentamientos globales. Ciertamente, no fueron causados por las emisiones humanas de CO2 y, desde luego, no provocaron la extinción de nuestra especie.
En cuanto al aspecto económico de la transición verde, ahora dogma de casi todos los partidos políticos, los profesores Ernesto Pedrocchi y Mario Giaccio nos muestran las dos caras del problema: las fuentes renovables, en las que se centra el foco, no son productivas, ni confiables, y la transición verde solo funciona si se financia generosamente con fondos públicos o fondos privados dirigidos por el público. Se crea así una enorme distorsión del mercado y son sobre todo, las clases más productivas las que pagan el precio, en beneficio del sector público y de las finanzas. Unas finanzas que, en este contexto, actúan según la lógica de un capitalismo consociacional, actuando en tándem con la política.
Por último, pero no menos importante, la transición verde también cuesta, paradójicamente, en términos de destrucción ambiental y regresión agrícola. En la última parte de la conferencia, a cargo del ingeniero Giovanni Brussato y de los profesores Alberto Prestininzi y Luigi Mariani, vimos, por ejemplo, cuánto nos arriesgamos a perder, cuán devastadoras son las consecuencias de la minería (esencial para la transición verde) y cuánto nos arriesgamos a revertir la agricultura. Todo por ganancias invisibles.
Tanto masoquismo está motivado por la ideología. No hay otras explicaciones posibles. La UE corre el riesgo de sacrificarse, perdiendo su competitividad en nombre de una utopía verde. Y es bueno recordar la premisa filosófica y teológica: La creación ha sido sustituida por Gea o por otras concepciones contrarias al antropocentrismo, porque, como explica mons. Crepaldi: “las ideologías que marginan al hombre es porque pretenden marginar a Dios”.
La Nuova Bussola Quotidiana
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