Por el padre Jorge González Guadalix
Me da la gana de enviar desde aquí un fortísimo abrazo a D. José Luis Aberasturi, mi colega de blog en Infocatólica, que lleva sin escribir desde el día 12 del pasado agosto por prohibición expresa para hacerlo.
Sorprendente. Muy sorprendente porque se supone que vivimos en “la Iglesia de la sinodalidad, la escucha de todos, la libertad de expresión, la necesidad de conocer la opinión de todos incluyendo la de creyentes de otras religiones y no creyentes”.
Vivimos, nos dicen constantemente, en “la Iglesia de la misericordia, la acogida, el respeto, la tolerancia, la convivencia de todos”. Una Iglesia que quiere “alejarse del dogmatismo, que desea ser madre cariñosa, que valora las aportaciones de todos los seres humanos y nos pide implicarnos en este amplísimo diálogo libre, fraterno, transparente y constructivo que quiere ser el sínodo”.
Algo falla cuando en esta Iglesia “tan libre, abierta, sinodal y misericordiosa” D. José Luis Aberasturi no puede seguir escribiendo y expresando libremente sus opiniones sobre la fe y la marcha de la Iglesia en este momento. Nadie le podrá reprochar defender posturas críticas o contrarias al magisterio. Es más, cada día vemos auténticas barbaridades teológicas, morales y disciplinares que son perfectamente toleradas si no alentadas desde aquellos presupuestos constantemente repetidos del “quién soy yo para juzgar” y “hagan lío”.
¿Entonces?
Hay un sentimiento bastante generalizado en los fieles, sacerdotes, religiosos y laicos, de prudencia, miedo y desconfianza. Lo descubro más que en algún pequeño toque de atención que haya podido recibir yo mismo, en el miedo que sienten constantemente los lectores de este servidor.
Compañeros sacerdotes tengo que, a la vez que en privado me felicitan por lo que escribo y me alientan, no dejan de decirme que soy un temerario, que no están las cosas para “andarse con demasiadas libertades”, que cualquier día me voy a ver como Aberasturi y que estoy arriesgando mucho. No digamos mis lectores de Infocatólica: constantemente me repiten que cualquier día me puedo ver “misericordiado”. Ya es triste que en esta Iglesia nuestra se emplee esta palabra, porque quiere decir que mucha misericordia pero el que se mueve no sale en la foto.
Más aún, amigos de curias diversas, desde la principal a pequeños obispados, y siempre “sotto voce” o en voz baja, depende de dónde esté cada uno, te dicen que hay que tener muchísimo cuidado con lo que se dice, con lo que se opina, porque te juegas el puesto de la noche a la mañana.
Vamos a ser serios. ¿Aberasturi ha escrito alguna vez algo en contra de la doctrina o la disciplina de la Iglesia? Por supuesto que no. ¿Ha puesto en duda el primado de Pedro en Francisco? En absoluto. Sigo. ¿Y este servidor lo ha hecho? Creo que no, y si en algún momento se me escapó pido perdón solemnemente. Item más: superados viejos tiempos, eso dicen, de censuras y prohibiciones, ¿no es tiempo ahora de libertad, opinión y tolerancia?
¿Entonces lo de Aberasturi? ¿Y ese miedo que tienen algunos por mí? La teoría es “la libertad y la misericordia”. De facto… De facto se trata de aplaudir en inquebrantable adhesión. Moverse. La foto. Eso.
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