Por Bruno M.
No me entiendan mal. No quiero decir que estén mintiendo al decir que son ateos. Al menos no nos mienten a nosotros, pero sí podría decirse que, de alguna manera, se mienten a sí mismos. De nuevo, por favor, no me entiendan mal. No estoy diciendo que sean malas personas. Al contrario, esta extraña contradicción permanente viene de que son, en general, buenas personas.
Intentaré explicarme. Los ateos modernos, por razones históricas y especialmente la pesada herencia cientifista y marxista que se ha convertido en el sustrato de la mayor parte del pensamiento moderno, son casi sin excepción materialistas. Pero, llamativamente, a la vez que pretenden ser materialistas, en cada una de sus frases niegan tajantemente el materialismo y, con él, su propio ateísmo. Es una paradoja que los buenos chestertonianos encontrarán deliciosa, aunque temo que a los propios ateos les resulte algo irritante.
Tomemos a uno de los ateos que comentaron en un post anterior para tener un buen ejemplo de ello. Don Alan, sin miedo a los poderosos cristianos que obligan a que tantos ateos tengan que vivir escondidos, vino a Espada de Doble Filo a castigar duramente la superstición de esos mismos cristianos que se dedican a “la metafísica y la teología, donde vale todo lo que se quiera que valga”, dos “disciplinas puramente especulativas” que “ni sirven para demostrar nada, ni nunca han dado soluciones para nada” y que son solo “pura endogamia intelectual”. Lo metafísico, según nos asegura, no es “real”.
Sin embargo, el propio Alan, a renglón seguido nos habla de “motivos”, “ideas”, “obligaciones”, “realidad”, “atributos”, “entender”, “ideales”, “heroicidades” o “estupideces”, por dar unos ejemplos entre muchísimos más, sin darse cuenta de que son, ¡horror de los horrores!, conceptos metafísicos, que no pueden medirse ni tienen, por lo tanto, existencia física. Son auténtica, desvergonzada y ostentosa metafísica. ¡Horror! Nosotros creíamos que D. Alan era un ateo materialista de pro y resulta que está haciendo constantemente metafísica. ¡Ante nuestras propias narices! No vamos a caer en la impertinencia de calificar esos devaneos metafísicos de placeres ocultos e inconfesables, pero sentimos ganas de hacerlo.
También nos asegura que las “herramientas” que utiliza son “el intelecto y la ciencia”, pero no parece conocer muy bien sus herramientas, ya que la primera es puramente metafísica y la segunda solo puede existir sobre una base igualmente metafísica. Las neuronas se pueden medir, las otras células también, pero “intelecto” es una categoría metafísica, “comprender” es una categoría metafísica y, por supuesto, “verdad” es una categoría metafísica. Del mismo modo, la ciencia, toda ciencia, por definición se basa sobre un fundamento metafísico, ya que sus principios son necesariamente anteriores a cualquier afirmación científica: error, realidad, experiencia, ley, cognoscibilidad, objetividad, orden, regularidad, las matemáticas enteras, el principio de razón suficiente, la lógica y otros mil conceptos cruciales y absolutamente necesarios para la ciencia son extracientíficos, es decir, metafísicos. ¡Sin metafísica no hay física! ¡Estamos rodeados!
Asimismo, nos habla de un hipotético ateo que se “sacrifica” y “opta por jugarse la vida”, lo que, según nos dice, tiene un gran mérito por tratarse de una vida “valiosa” y no creer en otra posterior. Curiosamente, no parece darse cuenta de que, si él es completamente material y, por consiguiente, completamente sujeto a las leyes físicas, todo lo que hace es puramente mecánico y no puede atribuirse a él. La libertad es un concepto metafísico, que depende esencialmente de que el ser humano sea espiritual y, por lo tanto, no determinado de forma absoluta por las leyes físicas, pero como Alan considera que somos meros átomos, nuestros átomos se moverán como se mueven todos los demás átomos del universo, mecánicamente, de modo que no existe elección alguna, ni opción, ni posibilidad de jugarse la vida o dejar de jugársela. Las leyes de la física determinan qué es lo que vamos a hacer y no hay más que hablar. Nada hay de sacrificio en ello, igual que no se sacrifica una piedra que cae desde un acantilado por acción de la gravedad.
A eso se suma que no tiene sentido hablar de que la “vida” es del ateo, igual que no tiene sentido hablar de que la piedra posea algo. El mismo concepto de “alguien” como diferente a “algo” es metafísico y espiritual, cosas ambas que D. Alan nos ha dicho que son puras patrañas. No existe, pues, nada que distinga esencialmente a D. Alan de una piedra más carbonatada que otras. Si la piedra se parte, simplemente una serie de átomos han cambiado de posición en el espacio. Del mismo modo, si alguien, el hipotético ateo sacrificado es cortado en dos, simplemente sus átomos han cambiado de posición en el espacio. Nada más. Igualmente irrelevante que una piedra que se parte en dos, porque no existe nada que haga una posición más valiosa que la otra, especialmente si partimos, como hace D. Alan, de que el concepto metafísico de valor es pura apariencia.
D. Alan, como triunfante profeta del ateísmo que denuncia valientemente la hipocresía de los cristianos, fustiga duramente a sus interlocutores: “¿No le parece fuera de lugar hacer ese tipo de juicios de valor sobre personas a las que no conoce personalmente?”. “Siempre poniendo en mano ajena lo que no han escrito, eso se llama manipular”. “Tampoco he afirmado tal cosa, miente de nuevo”. “A ustedes la Wiki solo les interesa cuando dice lo que ustedes quieren que diga”. “Descalificaciones e insultos”. Del mismo modo, nos habla de “vergüenza” o “mérito”, que corresponden a actuaciones malas o buenas.
Asimismo, nos habla de un hipotético ateo que se “sacrifica” y “opta por jugarse la vida”, lo que, según nos dice, tiene un gran mérito por tratarse de una vida “valiosa” y no creer en otra posterior. Curiosamente, no parece darse cuenta de que, si él es completamente material y, por consiguiente, completamente sujeto a las leyes físicas, todo lo que hace es puramente mecánico y no puede atribuirse a él. La libertad es un concepto metafísico, que depende esencialmente de que el ser humano sea espiritual y, por lo tanto, no determinado de forma absoluta por las leyes físicas, pero como Alan considera que somos meros átomos, nuestros átomos se moverán como se mueven todos los demás átomos del universo, mecánicamente, de modo que no existe elección alguna, ni opción, ni posibilidad de jugarse la vida o dejar de jugársela. Las leyes de la física determinan qué es lo que vamos a hacer y no hay más que hablar. Nada hay de sacrificio en ello, igual que no se sacrifica una piedra que cae desde un acantilado por acción de la gravedad.
A eso se suma que no tiene sentido hablar de que la “vida” es del ateo, igual que no tiene sentido hablar de que la piedra posea algo. El mismo concepto de “alguien” como diferente a “algo” es metafísico y espiritual, cosas ambas que D. Alan nos ha dicho que son puras patrañas. No existe, pues, nada que distinga esencialmente a D. Alan de una piedra más carbonatada que otras. Si la piedra se parte, simplemente una serie de átomos han cambiado de posición en el espacio. Del mismo modo, si alguien, el hipotético ateo sacrificado es cortado en dos, simplemente sus átomos han cambiado de posición en el espacio. Nada más. Igualmente irrelevante que una piedra que se parte en dos, porque no existe nada que haga una posición más valiosa que la otra, especialmente si partimos, como hace D. Alan, de que el concepto metafísico de valor es pura apariencia.
D. Alan, como triunfante profeta del ateísmo que denuncia valientemente la hipocresía de los cristianos, fustiga duramente a sus interlocutores: “¿No le parece fuera de lugar hacer ese tipo de juicios de valor sobre personas a las que no conoce personalmente?”. “Siempre poniendo en mano ajena lo que no han escrito, eso se llama manipular”. “Tampoco he afirmado tal cosa, miente de nuevo”. “A ustedes la Wiki solo les interesa cuando dice lo que ustedes quieren que diga”. “Descalificaciones e insultos”. Del mismo modo, nos habla de “vergüenza” o “mérito”, que corresponden a actuaciones malas o buenas.
Comprenderá D. Alan que, después de leer esta lección de moral que nos da, sospeche que no solo no es ateo, sino que por lo menos tiene que ser cura u obispo. A fin de cuentas, si lo único que vale es la ciencia, ¿tendrá la bondad de indicarme qué ciencia establece que es mejor la verdad que la mentira, que insultar es malo, que hay conductas que son meritorias o vergonzosas, que manipular es reprensible o que no deben hacerse juicios temerarios? Siento darle una mala noticia, pero en la ciencia empírica no existen lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor, lo reprensible y lo elogiable, lo meritorio y lo vergonzoso, la temeridad y la prudencia.
Deje que se lo diga bajito, no sea que alguien nos oiga hablar de estos temas tan supersticiosos: todo eso es metafísica de la peor especie. Más aún, presupone que somos seres espirituales, libres y capaces de distinguir el bien y el mal, porque de lo contrario carecería de sentido. Y aún diría más, presupone que el Bien y la Verdad están por encima de nosotros y que nosotros estamos sometidos a ellos en lugar de a la inversa. Y eso, mi estimado ateo, lleva inevitablemente a la existencia de Dios. ¡Noooooooo!
Todo esto, mi buen Alan, lo digo de forma jocosa y a vuelapluma de modo que no resulte un ladrillo infumable, pero en ningún caso para burlarme de usted. Al contrario, para mí resulta evidente que, si usted no es consecuente con los principios del ateísmo moderno es, pura y exclusivamente, porque es buena persona. Como tal buena persona, está convencido de que mentir es malo y ser hipócrita también. Como tal buena persona, cree firmemente que la verdad es valiosa y que verdad y error no son equivalentes. Como tal buena persona, cree que lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo temerario y lo imprudente son conceptos reales y por eso se queja cuando sus oponentes hacen algo malo, injusto o temerario.
Todo eso, sin embargo, carece de sentido desde sus propios presupuestos. Y yo me quito el sombrero ante usted, porque, cuando sus teorías ateo-materialistas le dicen que no existen la metafísica, la verdad y el bien, usted, contra viento y marea, se niega a desprenderse de algo tan fundamental para la vida humana como la metafísica, la verdad y el bien. Al hacerlo, sin darse cuenta, se pone usted radicalmente de parte de Dios (que es la Verdad y el Bien) y contra el inhumano e intrínsecamente insatisfactorio ateísmo.
Siento tener que decírselo, pero es usted de los nuestros.
La Espada de Doble Filo
Deje que se lo diga bajito, no sea que alguien nos oiga hablar de estos temas tan supersticiosos: todo eso es metafísica de la peor especie. Más aún, presupone que somos seres espirituales, libres y capaces de distinguir el bien y el mal, porque de lo contrario carecería de sentido. Y aún diría más, presupone que el Bien y la Verdad están por encima de nosotros y que nosotros estamos sometidos a ellos en lugar de a la inversa. Y eso, mi estimado ateo, lleva inevitablemente a la existencia de Dios. ¡Noooooooo!
Todo esto, mi buen Alan, lo digo de forma jocosa y a vuelapluma de modo que no resulte un ladrillo infumable, pero en ningún caso para burlarme de usted. Al contrario, para mí resulta evidente que, si usted no es consecuente con los principios del ateísmo moderno es, pura y exclusivamente, porque es buena persona. Como tal buena persona, está convencido de que mentir es malo y ser hipócrita también. Como tal buena persona, cree firmemente que la verdad es valiosa y que verdad y error no son equivalentes. Como tal buena persona, cree que lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo temerario y lo imprudente son conceptos reales y por eso se queja cuando sus oponentes hacen algo malo, injusto o temerario.
Todo eso, sin embargo, carece de sentido desde sus propios presupuestos. Y yo me quito el sombrero ante usted, porque, cuando sus teorías ateo-materialistas le dicen que no existen la metafísica, la verdad y el bien, usted, contra viento y marea, se niega a desprenderse de algo tan fundamental para la vida humana como la metafísica, la verdad y el bien. Al hacerlo, sin darse cuenta, se pone usted radicalmente de parte de Dios (que es la Verdad y el Bien) y contra el inhumano e intrínsecamente insatisfactorio ateísmo.
Siento tener que decírselo, pero es usted de los nuestros.
La Espada de Doble Filo
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