El 29 de octubre, el obispo de San Luis en Argentina, Mons. Pedro Daniel Martínez Perea, emitió un decreto que prohíbe el uso de monaguillas en su diócesis. Naturalmente, Bergoglio le envió un “visitador apostólico” previo a “misericordiarlo”.
En 1994, bajo Juan Pablo II, Roma dio luz verde a una práctica que se había implementado por iniciativa propia, especialmente en el mundo de habla alemana, de que a las niñas también se les permitía realizar el servicio del altar novus ordo.
A modo de recordatorio, aunque Benedicto XVI se esforzó por mitigar las alteraciones litúrgicas que se venían produciendo desde 1969, el comité organizador de la Conferencia Episcopal Alemana le impuso demostrativamente la presencia de monaguillas femeninos durante su última visita a Alemania.
Así que no se trata sólo de una supuesta “necesidad”, sino de ideología.
El reglamento de 1994 no prevé una autorización general, sino que permite al obispo local autorizar la posibilidad de monaguillas en su diócesis. Al mismo tiempo, Roma subraya que se trata de una excepción y que, en realidad, las monaguillas no son deseables, ya que el servicio del altar en la misa está reservado al sacerdocio sacramental. Los monaguillos son un precursor lógico del sacerdocio. Ellos mismos sólo fueron permitidos como una excepción a la regla en el curso de la historia de la Iglesia, porque no había suficientes clérigos en las iglesias parroquiales para realizar el servicio del altar, como era el caso en las iglesias episcopales y monasterios. Lógicamente, la excepción a la excepción significa un alejamiento cada vez mayor de lo que debería ser.
Entonces, ¿qué había hecho el obispo Martínez?
Declaró que ya no haría uso de la exención de 1994 y confirmó que sólo utilizaría monaguillos varones, como era la práctica constante de la Iglesia hasta la iniciativa arbitraria de algunas conferencias episcopales en los últimos tiempos.
Sólo 37 días después, Mons. Martínez tuvo que anunciar en una nueva carta a los sacerdotes, religiosos y fieles de su diócesis que Bergoglio había ordenado una “visita apostólica” a la diócesis de San Luis.
Bergoglio nombró “visitador apostólico” a monseñor Milton Luis Troccolli Cebedio, obispo de Maldonado-Punta del Este en Uruguay. La “visita apostólica” a la diócesis argentina será del 10 al 13 de diciembre.
Así de rápido puede suceder, si Bergoglio lo quiere.
Monseñor Troccolli fue nombrado obispo auxiliar de la archidiócesis de Montevideo en 2009. Como tal, asesoró a la Conferencia Episcopal Paraguaya en la elaboración de un programa de prevención contra los abusos sexuales en 2016. En julio de 2019, Bergoglio lo ascendió nombrándolo obispo de Maldonado-Punta del Este.
En su carta, monseñor Martínez Perea pidió a todos “los sacerdotes, religiosos, religiosas, personas consagradas y fieles” que acojan al visitador y se pongan a su disposición. Quienes deseen hablar con él pueden hacerlo. Aquellos con los que él desee hablar deberán ponerse a su disposición.
La carta del obispo Martínez Perea no dio ninguna razón para la “visita apostólica”. Ni se le informaron los motivos de la misma. El procedimiento habitual bajo Bergoglio es que al “visitador apostólico” le siga el comisariado.
La secuencia cronológica de todos los hechos similares a éste deja poco margen a otras interpretaciones. Aunque el obispo Martínez Perea se limitó a afirmar lo que enseña la Iglesia, el “visitador apostólico” le fue enviado unos días después. Una clara señal de que sus acciones, obviamente, no eran deseadas por “Roma”.
Katholisches
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