Me propongo decir 3 cosas debido a la polémica que surgió en estos días en algunos ambientes: 1) que el sacerdote ya está casado, 2) conveniencia de este “matrimonio”, y 3) actitud ante otros enamoramientos.
Por Llucià Pou Sabaté
1) Cuando se conoce que un obispo o sacerdote tiene relaciones conyugales, dimite de sus encargos. Esto viene de antiguo, pero cuando hay crisis de fe cuesta perseverar: donde muere la fe, muere también la continencia. Opiniones de moda mantienen que una persona no puede ser madura ni realizarse si no es sexualmente activa: eso resulta poco tolerante, y basta ver la proliferación de desamor que hay entre parejas e hijos. La realización personal es un tema complejo, unido a la felicidad, que no depende de la búsqueda del placer sino de tener un corazón enamorado, saber lo que se quiere (tener un ideal) y fortaleza para perseverar a pesar de las dificultades.
2) Toda persona puede decidir ser célibe; de entre éstos, la Iglesia latina escoge sus sacerdotes. Como Jesús esposo de la Iglesia, el sacerdote se debe a todos, no a la atención diaria de una única mujer, de unos hijos en exclusividad. Cristo instituye en su persona un sacerdocio nuevo y algunos le siguen para estar con Él y asimilar su vida, pero esto no todos lo pueden entender, y así como la unión conyugal obliga a cada uno de los cónyuges a amar al otro en forma exclusiva y excluyente, como Cristo a la Iglesia, así se compromete también el sacerdote. El sacerdocio no es una profesión sino un estado de vida. Un sacerdote ya está casado y no puede entregarse a una mujer, pues tiene un solo corazón y un solo cuerpo, necesita el corazón libre para amar a todos como Jesús ama a la Iglesia, con disponibilidad, generosidad en el amor, amplitud y trascendencia; me decía uno que Jesús no hubiera podido sacrificarse en la cruz por amor a nosotros si dejaba esposa y un par de hijos. ¿Nos imaginamos a Jesús casado? El sacerdote ha de estar para todos al igual que Él, también podrá decir: mi familia son ellos. Sigue con un tercer argumento
3) Esto tiene muchos gozos pero efectivamente conlleva una cierta soledad, ser pájaro solitario puede resultar difícil, ahí está la libertad, alguno puede volver y hacer su nido y rehacer su vida, no hemos de juzgar a nadie, es volar de otro modo. En resumen, todos en la Iglesia, sacerdotes y laicos, han de buscar la santidad en su estado, pero sin ser sentimentales, hay que reposar los afectos para encontrar el fondo del corazón: el hombre cauto medita sus pasos en la oración. Casado o sacerdote, tendrá que cuidar su corazón.
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