Por Christopher Laurence
“Cristo fue crucificado en la tierra y la Iglesia es crucificada en el tiempo y por todos nosotros, por sus miembros más particularmente, porque Ella es una Iglesia de pecadores”. —Flannery O'Connor.
Hoy en día se habla mucho sobre herejías y escándalos en la jerarquía de la Iglesia, sobre los obispos que desprecian la tradición y su aversión a escuchar la verdad inmemorial en cualquier forma. Hubo una vez susurros y ahora hay gritos sobre algún "espíritu del Vaticano II" etéreo y los innumerables puntos de destrucción que ha dejado a su paso. Todo es fácil de descartar definiéndolo como “histeria” o el “llanto de ultra-tradicionalistas” que se lamentan por las minucias arcaicas litúrgicas que ninguna persona moderna echaría de menos.
Todo esto es muy real. Pero aún así, el caso del padre Vaughn Treco es difícil de entender. Tuve la oportunidad de obtener la historia completa de lo que le sucedió luego de su “infame homilía”, en sus propias palabras. Explicó los eventos que lo llevaron a componerla y, antes de eso, lo que lo formó en la Fe de tal manera que pudo reconocer los peligros que hicieron necesaria esa homilía. Lo que sigue son partes de esa entrevista, y es realmente convincente.
Una homilía como la del padre Treco es extraña para el oído de muchos católicos “modernos”, así que le pregunté cuál era el ímpetu para componer tal cosa.
“Cuando estalló el asunto McCarrick”, dijo el padre, “y vi a mis feligreses comenzar a preguntarse si esta crisis en la que está sumergida la Iglesia iba a terminar o no, vi que su sentido espiritual se estaba desvaneciendo, lo que me causó una gran preocupación como pastor. Y entonces, me enfrenté con la realidad de que tendría que abordar este tema. Cuando escuché los informes sobre la caída del una vez gran cardenal arzobispo de Washington DC, lo que me sorprendió fue cómo la narrativa, al menos en los medios públicos, parecía presuponer razones más o menos sociológicas para esta crisis. Ninguna de estas respuestas me pareció satisfactoria, porque aunque pesaba mucho sobre todos, parecía que pocas personas querían hacer preguntas sobre las fuentes más profundas de la crisis”.
Al ver que no se ofrecían respuestas espiritualmente satisfactorias, el padre Treco sintió una responsabilidad pastoral. Él continuó: “Entonces, supongo que más que cualquier otra cosa, fue una preocupación por el bienestar espiritual de mis feligreses en medio de esta crisis. Esa es la génesis de mi homilía”.
Considerando el peso de lo que intentaría abordar, el padre sabía que no podía permitirse el lujo de ahorrar palabras, ni podía hablar frívolamente.
“Hasta el día en que di la homilía, probablemente la escuché más de quinientas veces. Y eso no es una exageración. Tuve muchas oportunidades para pensar, reflexionar y reconsiderar el lenguaje, las palabras específicas. Cuando terminé de elaborar la homilía, no había ninguna palabra en la que no hubiera pensado cuidadosamente”.
Tenía curiosidad por saber si el padre Treco tenía dudas acerca de predicar esta homilía, o más tarde, de la publicación de la misma.
“En el sentido más profundo, diría que no, en realidad no. Mi respuesta inicial fue: 'Una homilía es un acto público, una proclamación, y si iba a predicársela a mis feligreses, si me sentía cómodo predicándoles eso, ¿por qué dudaría en darla a conocer a otros? Así que The Remnant (sitio original donde se publicó aquella homilía) me preguntó si quería que la publicaran de forma anónima y de esa manera protegerme de las consecuencias que vendrían, porque sospechaban que eso podría ocurrir. Y les dije: 'Saben, si bien ese podría ser un camino seguro, ese también sería el camino de un cobarde' ”.
Y así, la homilía del padre se publicó en el canal de YouTube de The Remnant, donde, al momento de escribir este artículo, se había visto más de 58.000 veces. A partir de ahí, la historia continuó, con el padre Treco siendo removido de su puesto en la parroquia St. Bede's por el obispo Steven J. Lopes. Le pregunté al padre sobre de qué manera y en qué circunstancias se enteró de su expulsión y qué posibles razones se argumentaron para este paso.
“Creo que fue el 15 de enero de 2019, recibí un correo electrónico del obispo Lopes donde se adjuntaba una carta en la que me informaba de que había retirado mis facultades para predicar y oír confesiones y también había sido alejado de la administración de la parroquia de San Beda, el Venerable”.
“Hay varias afirmaciones que hizo el obispo Lopes en la carta o en el decreto que me envió. La primera es que afirmé que el Concilio Vaticano II era un alejamiento de la tradición católica y que carecía de peso magisterial. La respuesta simple es, nunca hice ninguna de esas declaraciones. La segunda es que afirmé que los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI dejaron de lado el mandato que les dio Nuestro Señor Jesucristo y que esos papas no ejercieron autoridad legítima en la Iglesia. La tercera afirmación que [el obispo Lopes] hace es que insté a los fieles por extensión a tratar como sospechosos al Magisterio Ordinario y Universal de la Iglesia después de 1963, o que incité a la animosidad hacia la Sede Apostólica”.
“La cuarta afirmación fue que publicar mi homilía en un sitio web conocido por 'puntos de vista extremos' y el hecho de que mi homilía tuvo tanta repercusión en las redes digitales y sociales hizo innecesaria cualquier investigación penal para demostrar su veracidad. Esa es toda una afirmación. De nuevo, es inmerecido. En primer lugar, 'The Remnant' no es conocido por sus opiniones extremas, a menos que consideres que la ortodoxia católica es extrema”.
“La quinta afirmación hecha es que dije que el Concilio enseñó errores y se apartó de la verdadera fe católica y que me negué a reafirmar la profesión de fe hecha antes de mi ordenación. Esos dos hechos son simplemente falsos”.
“La sexta afirmación es que mi negativa a retractar las 'proposiciones erróneas' de mi homilía indica que sigo manteniendo 'posiciones cismáticas' contrarias a la fe católica. Esto está contenido en el decreto que recibí después de suplicarle [al obispo Lopes] que me proporcionara las declaraciones específicas que eran contrarias a la fe católica. Esta afirmación es nuevamente sin mérito”.
“La afirmación final que el obispo Lopes hizo es que él me advirtió oficialmente que la censura se impondría si no me retractaba públicamente mis 'posiciones doctrinales erróneas' y volvía a la comunión con la Iglesia Católica Romana por el 28 de enero de 2019”.
Siendo que las "posturas doctrinales erróneas" que se decía que el padre Treco había hecho nunca fueron dichas por él, le era imposible retractarse de ellas. Y así, mientras se llevaban a cabo estos eventos -ocultos para el público- el inquietante rumor de que el padre Treco había sido excomulgado estaba circulando. Por mucho que temiera la respuesta que podría recibir, le pregunté al padre si este era realmente el caso.
“La respuesta a esta pregunta es un simple 'sí'. En el 30 de marzo de 2019, el obispo Stephen J. Lopes, obispo de la Ordinariato personal de la Cátedra de San Pedro, emitió un decreto de excomunión en mi contra por el delito de cisma. Parece que quien ejecuta los correos electrónicos o envía los correos electrónicos a los sacerdotes ordinarios, sin darse cuenta, no pudo eliminar mi nombre de la lista de sacerdotes que iban a recibir la notificación de mi excomunión. Así que en realidad me notificaron a través de un correo electrónico que se envió a las 3:30 a.m. del primer lunes de abril, cuatro días antes de recibir la carta y el decreto de excomunión reales”.
Para aclarar la gravedad de esto, es necesario establecer cuáles son los efectos de la excomunión: “Res sacrae, ritus, communio, crypta, potestas, praedia sacra, forum, civilia jura vetantur” (pérdida de los sacramentos, servicios y oraciones de la Iglesia, entierro eclesiástico, jurisdicción, beneficios, derechos canónicos y relaciones sociales).
La excomunión es el castigo temporal más terrible que un católico debidamente formado puede imaginar, más desgarrador que ser encarcelado, torturado o exiliado de su tierra natal, porque esas cosas afectan solo al cuerpo, pero la excomunión tiene implicaciones para la vida misma del alma.
Como era de esperar, ahora que tenía la confirmación de que esta injusticia había tenido lugar, quería saber qué recurso le quedaba a Padre.
“He tenido la buena fortuna de un maravilloso consejo sacerdotal de un hermano canónico durante todo este proceso. Mi abogado canónico ha seguido todos los recursos disponibles, él lo ha hecho con prontitud y simplemente no hemos tenido respuesta del Obispo Lopes durante este período. Pero el marco temporal en el que una petición de recurso jerárquico recibe una respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe podría ser de un año a muchos años. Y así, en cierto sentido, lo que tenemos que hacer ahora es simplemente esperar. Pero continuamos con nuestra búsqueda y agotaremos todos los medios disponibles para asegurarme justicia bajo la ley natural y eclesiástica”.
“Y ahora oramos. Cuando la gente me pregunta cuál es mi necesidad, siempre digo que mi principal necesidad es la oración. Sigue siendo importante, pero fue particularmente importante durante ese tiempo cuando no se me permitía el acceso a los sacramentos. Un católico que entiende el papel vital que juegan los sacramentos en el mantenimiento del Estado de gracia, la vida en el alma, sabe que fue una carga terrible. Y fue bueno tener tanta gente orando por mí y también haciéndome saber que estaban orando por mí. Ha habido una tremenda efusión de afecto espiritual y compromiso de oración en mi nombre. Y creo que la persistencia y el crecimiento de la santidad en el sufrimiento puede convertirse en la ocasión porque fue ayudado significativamente por las oraciones de los fieles en mi nombre, y estoy profundamente agradecido por ellos”.
Pensando en el contenido de la homilía del padre Treco y cuán venenosa fue la reacción, comencé a preguntarme cuán receptiva es la Iglesia estadounidense a la predicación de la tradición sin filtro. Le pregunté al padre si siente que hay algunos púlpitos en Estados Unidos hoy en los que un arzobispo Sheen, monseñor Ronald Knox, el cardenal Newman o San Juan Vianney serían bienvenidos a predicar.
“Ciertamente, creo que hay púlpitos. ¿Hay muchos? No se cuantos. ¿Quién sabe? ¿Desearía que aumentaran? Sí. Y es mi oración para que muchos más sacerdotes lo hagan. Quiero decir, nuestra salvación depende de ello. “¡Ay de mí si no predico el Evangelio!”, dice el apóstol [1 Cor. 9:16]. Si le duele a San Pablo, ¿cuánto más nos perjudicaría si no lo hiciéramos?”
“Entonces sí, creo que hay púlpitos en la Iglesia Católica en Estados Unidos donde las homilías del Arzobispo Fulton Sheen o Monseñor Ronald Knox o el Cardenal John Henry Newman o San Juan Vianney serían bienvenidos. De hecho, diría que el pueblo de Dios está muriendo de hambre por esa falta de exposición clara y directa de la religión católica. Y creo que los sacerdotes se sorprenderían por la reacción de sus feligreses si lo hicieran. Algunos serían expulsados de la ciudad, sin duda, y no solo por los laicos que asisten a misa, sino por su propio obispo. Pero que así sea. Que así sea”.
“Ciertamente, es cierto que gran parte de la Iglesia Católica en Estados Unidos se ha vuelto hostil a la proclamación fiel y sin filtro de la Tradición Católica. Eso está claro. Pero no importa cuán oscuro sea el tiempo, eso no es una excusa para no proclamar el Evangelio, para no proclamar la fe católica sin filtrar, a quienes están bajo nuestro cargo o a cualquiera que nos escuche. Si no lo enseñamos, seremos responsables y algunos de nosotros, muchos de nosotros, perderemos nuestras almas para siempre”.
Le pregunté al padre si esta antipatía por la verdad que se está extendiendo desde la jerarquía, podría de alguna manera ser un reflejo equivocado de la presunta necesidad pastoral, o si es simplemente una forma de socavar la fe tradicional.
“He llegado a la convicción cada vez más firme de que el estado de los fieles laicos es un reflejo no de dónde desean estar, sino de hacia dónde los han llevado. Entonces, cualquier antipatía que encontré en ellos en respuesta a escuchar la tradición sin filtro, siempre he asumido que eso se debió a una formación previa. Diría cosas y la gente se sorprendería, y luego dirían: 'Bueno, ¿cómo puedes decir eso?' Y yo respondía: 'Es la fe católica' ”.
“Dado el estado actual de los fieles laicos en la Iglesia Católica y la aparente cobardía de muchos sacerdotes católicos, incluso los buenos, para proclamar con claridad y concisión esa doctrina de Cristo, creo que es por eso que estamos donde estamos. La desaparición de la fe, la pérdida de la fe, el cuasi-abrazo cobarde a la Fe, es producto del fracaso de los sacerdotes en hacer lo que el Apóstol dice: “La fe viene al oír y escuchar la Palabra de Dios” [Rom. 10:17]. “¿Cómo pueden creer sin un predicador? No debería sorprendernos que tantos ya no crean. Porque muy pocos sacerdotes predican la tradición católica sin filtro”.
A la luz de lo que ha sucedido con el padre Treco, y al escuchar a aquellos familiarizados con su historia, ellos y yo deseamos un mensaje de esperanza. Entonces le pregunté al padre qué podría decirle a los fieles que sienten que la tormenta sacude violentamente al Barca de Pedro y que temen ser arrastrados por la borda.
“Querido hermano, es indudable que la tormenta sacude violentamente la Barca de Pedro. Pero si estás en la Barca, no puedes evitar notar el agitamiento y el giro que ha tomado la Barca. Y las olas amenazantes que salpican una y otra vez contra ella. Esto no es solo un sentimiento o sentimiento de las personas. Este es el hecho objetivo”.
“En el Evangelio, Jesús les dice a los apóstoles algo profundo y simple, y parece que, como lo narra San Marcos, es casi un comentario secundario: 'Vayamos al otro lado'. Y los apóstoles y Jesús se suben al bote, y Jesús rápidamente toma una almohada y se duerme. Y estalla una violenta tormenta. Y Jesús se queda dormido. No está durmiendo porque es indiferente. Está durmiendo porque incluso los comentarios secundarios de Dios son una promesa que no puede fallar. Y Él había dicho: "Vayamos al otro lado".
“Aquellos que contemplan las olas y dependen de un antihistamínico para mantener su estómago asentado en la tormenta, en lugar de invocar la misericordia de Dios, han cometido el error de apartar los ojos de la promesa. 'Vayamos al otro lado'. Esa es una certidumbre de fe. No hay razón para perder la esperanza. El Dios-Hombre lo ha dicho. Sí, vamos a estar mareados. Sí, nos vamos a sentir mareados. Sí, vamos a ser sacudidos por las tormentas que golpean contra nosotros. Sentiremos el chapoteo de las olas contra nuestra cara. Sentiremos el calor de los relámpagos que se acercan mucho a la Barca, y sentiremos las sacudidas y la agitación”.
“Pero este bote no se hundirá. Incluso si las manos que se supone que deberían estabilizar el bote comienzan a tomar hachas y sierras contra la madera de la Barca. Vamos a llegar al otro lado. Y Jesús puede parecernos dormido. Él puede darse el lujo de dormir, porque ya nos hizo la promesa. Y espera que le creamos. Los discípulos pensaron que necesitaban algún acto específico de Dios para cruzar el mar. Pero Jesús estaba decepcionado por su falta de fe. ¿Falta de fe en qué? Falta de fe en la palabra que había dicho: "Vayamos al otro lado". Vamos a llegar ahí”.
“¿Y qué podemos hacer? ¿Qué podemos hacer personalmente? Orar. Orar como nunca antes hemos orado. Leer las Escrituras. Estudiar la Fe Católica. Conocerla en sus detalles. Y a medida que la aprendes, creerla. Este es nuestro deber. Es el camino de nuestra salvación. Los que ignoran su Fe, la perderán rápidamente. Pero aquellos que buscan diligentemente el verdadero conocimiento de la verdadera Fe y confían en esa fe, en la doctrina de Jesucristo, enseñada constantemente por la Fe católica, aumentarán su nivel de calma y sentirán menos ansiedad por el hecho que el Señor parece estar dormido, porque se les recordará que Él dijo: 'Vayamos al otro lado'”.
“Me preguntaron si mi situación me preocupa. En algún nivel, diría 'sí', pero en su mayor parte, no. Y la razón es simple. Nada de esto es una sorpresa para Jesús. El Señor sabía que cuando pasaba esas diez semanas o más preparándome para mi homilía, sabía lo que sucedería. Nada de esto lo tomó por sorpresa. Puede que a mí me haya tomado por sorpresa, pero a Él no lo tomó por sorpresa. Sabía la respuesta que provocaría. Y también sabía que me proporcionaría la gracia para mantener en calma. Porque Él ha prometido a los que le sean fieles: 'Llegaremos al otro lado'. Así que no te desanimes. Es un placer para tu Padre darte el Reino de Dios. Deja que te lo dé. Y como si la promesa del Dios-Hombre no fuera suficiente, Nuestra Señora ha dicho: "Mi Inmaculado Corazón triunfará". Entonces lo tenemos de Nuestro Salvador. Y tenemos la promesa de Nuestra Señora. ¿Que más necesitamos?"
One Peter Five
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