14 de Octubre: San Calixto, Papa y mártir
(✞ 222)
El glorioso pontífice y mártir San Calixto, primero con este nombre, fue natural de Roma, hijo de Domicio, patricio romano, y por sus esclarecidas virtudes, sabiduría y celo de la gloria de Jesucristo, fue nombrado sucesor de San Dámaso, mientras imperaba en Roma Marco Aurelio Antonio Heliogábalo.
Como este emperador vivía tan entregado a los placeres sensuales, ni tiempo tenía para acordarse de los cristianos y perseguirlos, y su sucesor Alejandro Severo, dejó a los fieles mayor libertad que la que habían tenido desde el nacimiento de la Iglesia, y estaba tan inclinado a la Religión Cristiana, que tenía un retrato de Jesucristo en su mismo aposento imperial; el Santo Pontífice aprovechó esta paz para acrecentar el rebaño de Cristo y perfeccionar las cosas de la Iglesia.
Edificó un templo de Santa María llamado Transtiberiano, en honra del sagrado parto de la Virgen, y desde aquel tiempo comenzaron los cristianos a tener iglesias públicas a la vista de los gentiles.
En ese mismo tiempo mandó fabricar en la Vía Apia el famoso cementerio de su nombre, una de las más bellas obras de arquitectura, y el más célebre de todos los que hay en los alrededores de Roma, pues se asegura que fueron sepultados en él hasta ciento setenta y cuatro mil mártires y entre ellos cuarenta y seis Papas.
A pesar de la tranquilidad de que gozaba la Iglesia, hubo también en aquella época algunas persecuciones, especialmente mientras el emperador estaba ausente de Roma, y entre otros mártires, padeció la muerte por Cristo este Santo Pontífice.
Porque habiendo caído un rayo en el Capitolio y abrasado gran parte del edificio, y al mismo tiempo se prendió fuego otro templo de Júpiter y desprendiéndose la mano siniestra de aquella estatua, atemorizados los idólatras quisieron aplacar a los dioses con sacrificios; y cuando lo hicieron se levantó una tempestad tan furiosa, que cuatro sacerdotes de los ídolos murieron heridos por los rayos y el altar de Júpiter cayó reducido a cenizas.
Atribuyendo el mal suceso a las imaginadas hechicerías de los cristianos, Palmacio, varón consular, los delató al gobernador, y tomó una tropa de soldados para ir a prenderlos a la otra parte del Tíber, donde los había visto en los sepulcros de los mártires.
Pero luego que llegaron los soldados quedaron como ciegos y huyeron; y Palmacio por éste y otros prodigios, se convirtió con otros cuarenta y dos de su familia, como también su amigo, el senador llamado Simplicio con sesenta y ocho personas de su casa.
A todos mandó detener el bárbaro prefecto, y les mandó cortar la cabeza y entregó en manos del furioso populacho al Santo Pontífice Calixto, quien después de haber sido azotado y arrastrado por las calles, fue arrojado en una profunda cisterna, de la cual después sacó el santo cuerpo el presbítero Asterio y le enterró en el cementerio de San Calepodio en la Vía Aureliana.
Reflexión:
Parece increíble que con tantos prodigios en favor de la Religión Cristiana, como se obraron por este tiempo en Roma, se obcecase más aquel impío prefecto, llegando hasta derramar la sangre de los ilustres campeones de Cristo. Es que le dominaba la ambición, y propio es de las pasiones no domadas el ofuscar la mente y endurecer el corazón. Esta vez la raíz de los mayores pecados que se cometen en el mundo. Dominemos nuestras pasiones, no dejándolas salir con sus depravados antojos, sobre todo nuestra pasión dominante, y nuestra vida será un retrato de la de los bienaventurados.
Oración:
¡Oh Dios! que estás viendo que continuamente desmayamos por nuestra debilidad, fortalécenos misericordiosamente con tu amor por el ejemplo de tus Santos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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