11 de Octubre: San Nicasio y compañeros mártires
(✞ siglo V)
Algunos varones apostólicos griegos, discípulos de San Policarpo, habían predicado la fe en Lyon (Francia), y formado allí una cristiandad numerosa.
De ella salieron otros celosos ministros de Cristo que llevaron la luz del Evangelio a diversas partes de las Galias, como San Alejandro y San Epipodio, martirizados en Lyon; San Benigno, sacerdote, y San Tirso, diácono, que lo fueron en Autún; y de aquella misma iglesia fue hijo el glorioso San Nicasio, cuyo nombre vale lo mismo que vencedor, y vencedor fue con toda verdad, porque triunfó sobre sí mismo, sobre los idólatras y sobre los bárbaros.
Tomó por compañeros al presbítero Quirino y al diácono Escubículo, y con ellos recorrió las poblaciones de Conflans, de Andresy, de Triel y de Vaux.
En esta última comuna francesa hay una fuente que lleva el nombre del santo, donde se dice que bautizó a más de trescientas personas.
Neulant, Nantes y Monceaux, se glorían también de haber recibido la Fe de Cristo de mano de San Nicasio.
No se sabe si fue Obispo, pero consta que trabajó con celo como verdadero Pastor de las almas señaladamente cuando los bárbaros septentrionales hacían sus incursiones y llenaban de sangre y de ruinas los lugares por donde pasaban.
Para alentar a los fieles andaba el santo de casa en casa, exhortándolos a armarse con el escudo de la Fe y con aquella fortaleza de ánimo que es el fruto de la buena conciencia y de la perfecta confianza en Dios; y a trueque que de salvar las almas, no dudó en exponer mil veces su vida, al peligro de caer en manos de aquellos bárbaros, que auxiliados por los idólatras, pasaban todo a sangre y fuego, y despedazaban con inhumana crueldad hasta las mujeres y los niños.
Andando pues el santo varón en estas obras de caridad y celo, fue preso por ellos, y después de haberlo azotado despiadadamente, le cortaron la cabeza.
Con el mismo suplicio alcanzaron la palma del martirio los dos compañeros del santo, Quirino y Escubículo, y una dama muy principal llamada Piencia que San Nicasio había convertido y bautizado, y que desde aquel día se había consagrado enteramente al servicio de Dios y de los pobres de Jesucristo.
Los sagrados cuerpos de todos estos Mártires fueron sepultados en la iglesia de San Agrícola, y el Señor los ilustró con numerosos milagros, y los libró de los saqueos y estragos de los bárbaros del norte para que se perpetuase su gloriosa memoria.
Reflexión:
Cuando hay verdadero amor por Dios se sufren, no solo con paciencia, sino también con alegría, las mayores dificultades y persecuciones, y hasta la misma muerte. El amor por Dios hizo tan valerosos a estos mártires, y la falta de ese amor hace tan pusilánimes a muchos hombres mundanos. ¿Qué harían a la vista de estos suplicios los que ante el temor de una deshonra aparente, de una burla necia o del peligro de perder un miserable interés temporal, se olvidan tan fácilmente de sus deberes como cristianos? Y todo esto nace del amor desordenado por las comodidades, honras y deleites; es decir, que se antepone la vil criatura al Creador, olvidándose el hombre de que cuanto es y cuanto tiene lo ha recibido de la generosa mano de Dios, con el único fin de que lo ordene todo a su mayor servicio y alabanza, y a alcanzar por este medio la posesión de las riquezas del Cielo.
Oración:
¡Oh Dios! que nos concedes la merced de celebrar el nacimiento para el Cielo de tus santos mártires Nicasio y sus compañeros, danos también la gracia de gozar en su compañía de la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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