domingo, 24 de abril de 2022

ARZOBISPO VIGANÒ: EL GRAN REINICIO DEL PRINCIPIO AL FIN

Otro magistral escrito de Monseñor Carlo Maria Viganò arrojando un poco de luz entre tanta oscuridad. Fue escrito hace casi un año, pero mantiene su vigencia.


Esta primera Fiesta de la Filosofía [1] está dedicada a monseñor Antonio Livi, de quien todos conservamos un sentido y agradecido recuerdo, tanto por su testimonio de fe como por su rara erudición en las disciplinas teológicas. El docto prelado romano está unido a mí de manera particular por su camino de "conversión" a la Tradición, que le llevó, unos años antes que a mí, a la celebración asidua de la venerable Liturgia Apostólica, en perfecta coherencia con la doctrina en la que era sumamente versado. Ambos nos encontramos redescubriendo los tesoros de la Misa de nuestra Ordenación, con el consuelo de redescubrir también nuestro Sacerdocio en su plenitud. Si queremos recordar hoy dignamente a Monseñor Livi, creo que no podemos descuidar la Escuela de "Sentido Común" de la que fue iniciador, y que en este momento representa una oportunidad para profundizar en la realidad actual: las grandes convulsiones de este último año, la llamada “pandem1a” y, en general, la crisis en la que se encuentran tanto el mundo como la Iglesia. La falta de "sentido común" en los individuos ha hecho posible en gran parte este asalto contra Dios, contra la Iglesia y contra el género humano que representa el Gran Reinicio y la ideología que expresa. La irracionalidad, la abdicación de la razón, la aniquilación del juicio crítico y la negación de la evidencia son el verdadero v1rus pandém1co de nuestro tiempo, que en la rebelión contra Dios manifiesta un delirio de omnipotencia y en la locura colectiva revela la justa némesis de este perverso desafío. San Pablo nos exhorta a una fe racional, rationabile obsequium (Rom 12;1), en la que la fe y la razón, como dos alas, nos hacen ascender a la contemplación de la Verdad, es decir, de Dios mismo. Por eso, la advertencia del Apóstol implica también un sano distanciamiento del pensamiento del mundo: nolite conformari huic sæculo (Rom 12,2).


Un precedente significativo

Cuando Stalin decidió en 1932 eliminar a millones de ucranianos en el genocidio del Holodomor, planificó una hambruna como instrumento de ingeniería social, a través de la cual nacionalizar las tierras agrícolas y luego destinar los beneficios a la industria. Stalin escribió:
Para eliminar a los kulaks como clase, no basta con la política de limitar y eliminar grupos individuales de kulaks... es necesario romper la resistencia de esta clase con una batalla abierta y privarla de las fuentes económicas para su existencia y desarrollo (Josef Stalin, Questioni di leninismo, Roma, 1945).
Stalin mandó entonces confiscar el trigo, la remolacha, las patatas, las hortalizas y todo tipo de alimentos; prohibió todo tipo de comercio -¿os suena esto? - y confiscó los recursos financieros de los ucranianos. Los niños que huían del campo eran detenidos y deportados a granjas colectivas llamadas "koljoses" y a orfanatos, donde morían de desnutrición. El Comité Central prohibió la circulación -una especie de bloqueo ante litteram- y acusó a quienes denunciaban la masacre de los ucranianos de ser "enemigos del pueblo". Los "negacionistas" del Holodomor -utilizando el término en su sentido correcto- sostienen que el genocidio de 1932-1933 en la Ucrania soviética nunca ocurrió o que se produjo sin premeditación. La censura del régimen contribuyó a ocultar una tragedia que hoy es reconocida por muchos países como un crimen contra la humanidad y que, analizando su método y objetivo, fue también un ejemplo de "Gran Reseteo".

Millones de ucranianos murieron de hambre durante el régimen de Stalin

Si un ucraniano se hubiera preguntado cómo es posible que el gobierno ruso, ante una hambruna, no ayudara a la población enviando alimentos sino que prohibiera la actividad comercial y la circulación, agravando así la situación, habría cometido el mismo error que muchos hoy en día que, ante una supuesta “pandem1a”, se preguntan por qué los gobiernos han socavado preventivamente la salud pública, han debilitado los planes nacionales contra la “pandem1a”, prohibido los tratamientos eficaces y administrado tratamientos nocivos, si no mortales, y ahora obligan a los ciudadanos -mediante el chantaje de los cierres perpetuos, las órdenes de no salir de casa y los "pases verdes" inconstitucionales- a someterse a “vacμnas” que no sólo no garantizan ninguna inmunidad, sino que conllevan graves efectos secundarios a corto y largo plazo.


Cambiar nuestro punto de vista

Buscar cualquier tipo de lógica en lo que nos dicen los grandes medios de comunicación, nuestros gobernantes, los virólogos y los llamados "expertos" es un arduo reto que desaparece como por arte de magia y se convierte en la más cínica racionalidad si sólo tenemos la honestidad intelectual de cambiar nuestro punto de vista. Por lo tanto, deberíamos renunciar a la premisa reconfortante que nos dice que nuestros dirigentes "actúan por nuestro bien" y, en general, a la idea de que nuestros interlocutores son "honestos, sinceros y están animados por buenos principios". 

Créanme, comprendo que sería más fácil regodearse en la ilusión de que "todo irá bien" y que esta “pandem1a” es realmente un enorme desastre para el que ninguno de nosotros estaba preparado. Es mucho más fácil pensar que los líderes del mundo deben ser juzgados con indulgencia agradecida, perdonándoles los errores que cualquiera en su misma posición podría haber cometido en la lucha contra el "enemigo invisible". Calienta el corazón creer que las multinacionales farmacéuticas y las agencias sanitarias internacionales no tienen en su corazón más que nuestro bien, y que nunca podrían distribuir, sólo por cálculo económico, medicamentos experimentales que acabarán por enfermarnos a todos crónicamente o nos exterminarán. Y es increíblemente difícil y psicológicamente agotador enfrentarse a la lucha doméstica diaria que tenemos que soportar con familiares y amigos, conocidos y compañeros de trabajo, simplemente porque consideramos absurda la narrativa cov1d1ana. Ser considerados "teóricos de la conspiración" o "negacionistas" y ser objeto de lástima, desprecio o condena social es un destino ingrato, especialmente cuando las personas que creen en esta gran mentira global son queridas por nosotros. Y es aún más ingrato sentirnos discriminados y condenados al ostracismo incluso desde nuestra comunidad eclesial, más aún cuando vemos el aplanamiento ideológico en conformidad con la narrativa dominante por parte de los obispos y los niveles más altos de la Jerarquía.

La realidad es muy distinta, y no querer aceptarla nos hace caer en esa disonancia cognitiva que la psicología social ha estudiado ampliamente. La realidad no sólo es diferente, sino diametralmente opuesta a lo que se nos cuenta, y más nos valdrá querer entenderla, reconocerla, enfrentarla y combatirla con todas nuestras fuerzas, también porque el modus operandi con el que se han llevado a cabo casos similares a lo largo de la historia es sustancialmente el mismo.


Pongámonos en la piel de los defensores del Great Reset

Partamos del punto de vista de los que organizaron esta trama y no de los que la están sufriendo sin saberlo. Si nos ponemos en la piel de un Bill Gates, un George Soros o un Klaus Schwab, no será difícil entender que si declaramos descaradamente que hemos decidido diezmar la población mundial mediante un suero genético, con toda probabilidad no obtendremos el consentimiento de las masas ni el apoyo de las instituciones, porque dar a conocer nuestro plan criminal provocaría una revuelta y sobre todo, revelaría nuestras cartas.

En realidad, hemos llegado a declarar nuestros planes en varias ocasiones; los hemos escrito en las actas de nuestros congresos; los hemos reiterado en entrevistas y reuniones institucionales; incluso los hemos hecho grabar en las Piedras guía de Georgia. Tal vez nuestra admisión de este designio criminal haya sonado demasiado descarada, y quienes se hayan sentido amenazados hayan preferido mirar hacia otro lado, culpando en cambio a quienes dieron la voz de alarma, desoídos como Laocoonte [2].


Y así decidimos contar la "bella fábula" del "compromiso global", de la "ecosostenibilidad", de la "inclusividad", de la "resiliencia" frente a un "virus" que probablemente creamos nosotros mismos en un laboratorio de Wuhan financiado por nosotros, presentándolo como una "pandem1a mortal" que requiere la "adopción de medidas inmediatas" justificadas por la "emergencia sanitaria". Y como no puede haber realmente una "emergencia" ya que se trata simplemente de un síndrome gripal, un coronavirus casi normal como ocurre en cualquier otro año, tenemos que pedir a los funcionarios de la OMS -entidad financiada casi en su totalidad por nosotros y por nuestro aliado la dictadura comunista china- que den directivas prohibiendo el tratamiento, creando un alto número de muertes atribuibles al relato cov1d1ano, y llevando a los pacientes a la muerte imponiéndoles la ventilación forzada. Evidentemente, las empresas farmacéuticas, de las que somos accionistas a través del fondo de inversión Black Rock, tienen todo el interés en producir vacμnas sin el habitual periodo de experimentación, porque al mismo tiempo que se prohíben los tratamientos, también se pueden obviar las leyes que protegen la salud pública, y autorizar la distribución experimental de las “vacμnas” -o mejor dicho, de los sueros genéticos-. Y para sellar el pactum sceleris con el régimen chino, podemos cubrirlo con pedidos de mascarillas, pruebas de hisopos, ventiladores y suministros médicos, aunque sepamos que son inútiles y no cumplen con los parámetros sanitarios. Mientras tanto, nuestros "expertos" -que casi siempre son antiguos empleados o cuyos institutos y consultorías patrocinamos- siembran el pánico en los medios de comunicación con proyecciones y pronósticos tan absurdos como aterradores, mientras los periodistas y presentadores de televisión se prostituyen ante su nuevo jefe, renunciando a la ética profesional y a su deber de respetar la verdad a toda costa. Pero sabemos bien que el dinero y la fama pueden comprar fácilmente la colaboración aduladora y el silencio cómplice de muchos, sobre todo si nos deben sus cargos, si somos accionistas de los periódicos para los que trabajan o los principales compradores de sus espacios publicitarios. Al mismo tiempo, nos aseguramos de que se asignen fondos públicos para financiar los medios de comunicación, obviamente con la expectativa implícita de que promuevan la narrativa oficial y censuren toda voz disidente

La sanidad también está en nuestras manos, ¡y desde hace años! Hemos destruido progresivamente el sistema sanitario público, sirviéndonos de nuestro personal en los gobiernos nacionales, en la Unión Europea y en las organizaciones internacionales; y después de destruirlo nos lamentamos de su ineficacia y recomendamos su sustitución por la sanidad privada, de la que somos accionistas. Lo que queda de la sanidad pública está, sin embargo, montado sobre un modelo de negocio que antepone el beneficio a la prestación de servicios, y en todo caso es siempre el Estado el que paga las deudas de las empresas sanitarias. Sabemos bien que los beneficios que se obtienen de la "pandem1a" son bastante tentadores para muchos, hasta el punto de callar ante hospitalizaciones inútiles o que incluso llevarán a la muerte del paciente como consecuencia de los tratamientos que hemos mencionado en lugar de darle atención domiciliaria. Tres mil euros al día por una cama de cuidados intensivos para un paciente de cov1d legitima así la alarma social, porque esas camas son pocas -hemos visto reducido su número en los últimos años gracias a políticos complacientes- y, para aumentarlas en plena "emergencia pandém1ca", el Estado gasta cantidades desorbitadas sin pasar por un proceso de toma de ofertas. Si luego conseguimos que las "pruebas de hisopo" hagan creer que un porcentaje muy alto de la población es positivo al "v1rus", garantizaremos la persistencia del "estado de emergencia", y con él las medidas de bloqueo y contención que destruyen la economía. Y esto es exactamente lo que queremos: anular el pequeño comercio, obligando a la población a comprar por Internet todo lo que ya no puede comprar en la tienda familiar local, sacando dinero incluso de la pizzería o del restaurante que para sobrevivir se ve obligado a utilizar empresas de reparto de las que nos aseguramos ser accionistas. Por último, para que este asalto sea completo, aumentamos la inmigración ilegal gracias a nuestras fundaciones y ONG "humanitarias", incrementando así la delincuencia, desviando fondos de los ciudadanos que se destinan en cambio a hacer frente a los costes de la inmigración, y haciendo que Europa sea invadida por oleadas de musulmanes que exigen "derechos". Su presencia nos permite romper inexorablemente el tejido social y religioso de las naciones, en nombre de la "acogida" y aprovechando el sentimiento de culpa, el peligro del "racismo" y la retórica del bien que incluso hemos conseguido que acepte la Iglesia católica. Obviamente, la desestabilización social que hemos creado nos permite promulgar leyes contra la discriminación y el odio racial, reprimiendo la disidencia de quienes se sienten invadidos y amenazados. Finalmente, gracias al endeudamiento del Estado debido a la "pandem1a" y a la "emergencia social" que hemos creado artificialmente, podemos imponer el desembolso de fondos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Central Europeo y de la Unión Europea, metiendo a la población en el lazo de la deuda y obligándola a invertir esos fondos según criterios y "condicionalidades" que sólo sirven para hacer aún más irreversible la transformación de la sociedad, de la "comunidad tecnológica" y de la "economía verde": es el Gran Reseteo. 

Primero conseguimos crear el miedo a un "enemigo invisible" y acallar las voces discrepantes de los científicos, los intelectuales y los simples ciudadanos; después conseguimos hacer creer que la salvación del mundo depende de las "vacμnas"; ahora somos capaces de chantajear a miles de millones de seres humanos, a los que se les dirá que si quieren volver a una cierta relajación de las restricciones impuestas deben aceptar el "pase verde" para poder viajar al extranjero, ir al estadio o ir de compras. La presión que hemos ejercido sobre las masas es tal que muchos aceptarán estas formas de control. Pronto tenderán la mano para que se les implante un chip subcutáneo que nos permita llevar a cabo nuestro plan.


Todo esto es ya una realidad: tanto el “pasaporte vacμnal”, que no se limitará necesariamente a cov1d, como los pagos electrónicos en lugar del efectivo. "Nadie podía comprar o vender si no tenía la marca" (Ap 13:17). Así, bastará con pulsar un botón para cancelar a una persona de la vida social, y seremos nosotros quienes lo pulsemos

Y como insulto a la civilización que odiamos, obligaremos a las masas a alimentarse de escarabajos y larvas, ensalzando sus "propiedades nutritivas" y su "bajo impacto ambiental", mientras nos reservamos carnes selectas. Les pediremos que renuncien a la propiedad privada a cambio de una renta universal, con la que puedan pagarnos el alquiler de su vivienda de 30 metros cuadrados, obviamente con cero emisiones. Les mandaremos a pasear en patinetas eléctricas fabricadas en China mientras nosotros iremos en coches fabricados a medida que provocan todo tipo de contaminación, pasearemos en yates carísimos y viajaremos en helicóptero. Y mientras los cincuentones despedidos consiguen trabajo como repartidores, nosotros recibiremos miles de millones en dividendos de nuestras empresas con sede en paraísos fiscales. Hemos llegado a tal nivel de esclavización de las masas que no tenemos motivos para temer ninguna revuelta, que en todo caso sería sofocada a golpes de porra mientras los medios de comunicación y nuestra aliada la izquierda guardan silencio

Incluso si la farsa de la "pandem1a" no tiene los efectos deseados debido a acontecimientos imprevistos, ya tenemos preparado el siguiente paso: la "emergencia climática" como pretexto para imponer la "transición ecológica" y el "desarrollo sostenible". O bien iniciaremos otro conflicto en Oriente Medio para provocar atentados terror1stas en nuestras ciudades y sembrar el pánico entre la población. Y si estos métodos probados no tienen éxito, podríamos inventar -¿por qué no? - un ataque extraterrestre, sobre el que algunos de nuestros amigos empiezan a abrir la famosa Ventana de Overton: ¿qué mejor que los extraterrestres puede considerarse un "enemigo invisible" para alimentar el miedo colectivo, después de décadas de películas en las que se muestran invasiones de criaturas del espacio exterior? Por otra parte, las masas creen todo lo que les dicen los medios de comunicación dominantes -como hemos visto en los últimos meses-, por muy absurdo e irracional que sea. Si lo ven en la televisión, debe ser verdad.


El modus operandi del Gran Reseteo

Y ahora, saliendo de los zapatos de Gates y Soros, observamos toda la operación desde fuera, buscando identificar los elementos recurrentes. El primero, como dije antes, es el secretismo del diseño criminal de la élite y la necesidad de revestirlo de ideales aceptables. El segundo es la creación de una "situación de emergencia" -en el pasado podía ser una guerra librada con armas, hoy una guerra bacteriológica o un conflicto librado financieramente- que hace inevitable el recurso a las soluciones que la élite ha preparado y planificado. El tercer elemento consiste en la aparente solución que permite aplicar aquellas "reformas" y limitaciones de las libertades personales que en tiempos normales serían inaceptables e ilegítimas. Esto dividirá internamente a la sociedad, creando nuevos enemigos del pueblo y distrayéndolo de los verdaderos artífices del conflicto. 

Si pensamos en el atentado del 11 de septiembre de 2001, comprenderemos que el modus operandi es esencialmente el mismo, como también ocurrió con la Guerra del Golfo o la Guerra Civil de Libia. La amenaza terror1sta se utilizó como prophasis, como causa aparente, como falso pretexto para autorizar las inversiones en la industria militar, el endurecimiento de los controles sobre la población, las convulsiones políticas, y para apropiarse de los recursos energéticos en Irak y Libia e impedir la independencia económica de las naciones de las antiguas colonias francesas en África Occidental y Central. La desestabilización así lograda alimentó el plan de sustitución étnica en Europa y al mismo tiempo despojó a África de las jóvenes generaciones que habrían podido hacerla próspera y autónoma. También golpeó a las comunidades católicas de las antiguas colonias alimentando el fanatismo islámico como requisito previo a los conflictos sangrientos y ahora exporta esos conflictos a una Europa descristianizada que asiste inerte a la quema diaria de sus iglesias, mientras una petulante niña sueca es utilizada por el sistema como predicadora apocalíptica del “cambio climático” y el “calentamiento global”. 

En la base de este modus operandi siempre hay una mentira, que sirve para ocultar las verdaderas intenciones de la élite y nos hace aceptar como inevitables aquellos cambios que, en condiciones de relativa normalidad, habrían dado lugar a revueltas difíciles de sofocar. La culpabilización de los disidentes, la criminalización de los que no aceptan someterse a la “vacμna”, la psiquiatrización de los "negacionistas" o de los "teóricos de la conspiración" están tomando forma en los últimos meses con la formación de campos de detención, la prohibición de viajar sin “controles sanitarios” y, sobre todo, gracias al tamborileo de los "medios de comunicación". La difusión de la tecnología 5G, que en muchos países ha pasado desapercibida por los bloqueos, permitirá el seguimiento de la población mediante apps o un chip subcutáneo en constante conexión con internet.


El Gran Reseteo tiene numerosos precedentes


La mentira, por lo tanto, es la marca constante de los artífices de los distintos Grandes Reseteos de los últimos siglos. La pseudo-reforma protestante fue un Gran Reseteo, que golpeó la unidad de la fe en Europa, creando una laceración cuyas desastrosas consecuencias aún se ven hoy en día. La Revolución Francesa fue un Gran Reseteo, al igual que el Renacimiento italiano, así como la Revolución Rusa. Las dos Guerras Mundiales fueron Grandes Reseteos, junto con la Revolución Industrial, la Revolución de 1968 y la caída del Muro de Berlín. Cada vez, si te fijas, la razón aparente de estas revoluciones nunca se correspondió con la real. La venta de indulgencias como pretexto para la revuelta de Lutero, aprovechó el deseo de los príncipes alemanes de apoderarse de los monasterios y las diócesis y tuvo que conseguir la propagación de la herejía en el mundo y el debilitamiento del papado, primera defensa del cristianismo. En Francia, la pobreza del pueblo fue un pretexto para la anulación de la monarquía y el establecimiento de la República masónica y anticristiana. La división de los Estados italianos y la aspiración a un ideal de unidad nacional fue el pretexto para la destrucción de los reinos y ducados y la anexión de los Estados Pontificios al Reino de Italia, cuya monarquía estaba supeditada a las logias masónicas y a su vez fue cancelada por ellas tan pronto como se completó la tarea. La opresión de los campesinos rusos fue el pretexto para la eliminación del Zar y el establecimiento de la dictadura comunista. La reivindicación de las distintas nacionalidades fue el pretexto de la Primera Guerra Mundial para anular el Imperio Austrohúngaro y perpetuar los conflictos étnicos. En la Segunda Guerra Mundial, el nazismo -primero financiado y luego combatido- fue un pretexto para colonizar Europa y someterla económica y culturalmente al capitalismo liberal estadounidense y al comunismo ruso, debilitándola. La condición de los trabajadores fue el pretexto para explotarlos en las fábricas y alimentar al Moloch del capitalismo moderno. El deseo de libertad de los jóvenes fue el pretexto para corromper su intelecto y su voluntad, para romper la familia tradicional con el divorcio, anular la maternidad con los anticonceptivos y el aborto, y golpear el concepto mismo de autoridad. El fin del bloque soviético y de sus países satélites fue el pretexto para extender el capitalismo liberal y el consumismo y corromper moralmente a un pueblo agotado por setenta años de dictadura comunista, cuya enérgica oposición al Nuevo Orden Mundial es la razón de los recientes y continuos ataques al presidente Put1n.


El Gran Reseteo también involucra a la Iglesia

En esta larga serie de Grandes Reseteos organizados por la misma élite de conspiradores, ni siquiera la Iglesia Católica ha logrado escapar. También ella, con el Vaticano II, vio cómo se daba una mayor comprensión de la liturgia por parte del pueblo como pretexto para destruir la misa apostólica, anular el lenguaje sagrado y profanar los ritos. Y el anhelo de unidad con herejes y cismáticos fue el pretexto con el que se inauguró el ecumenismo conciliar, que sentó las bases ideológicas de la actual apostasía. La democratización de la Iglesia, en nombre de una supuesta mayor participación de los laicos, sólo ha servido de pretexto para socavar progresivamente el poder papal y parlamentarizar el poder de los obispos, hoy reducidos a meros ejecutores de las decisiones de las Conferencias Episcopales. 


Las mentiras de los distintos Grandes Reseteos

Como todos los fraudes, los urdidos por el demonio y sus siervos se basan en falsas promesas que nunca se cumplirán, a cambio de las cuales renunciamos a un determinado bien que nunca nos será restituido. En el Edén, la perspectiva de asemejarse a los dioses llevó a la pérdida de la amistad con Dios y a la exclusión de la salvación eterna, que sólo el sacrificio redentor de Nuestro Señor pudo reparar. La revolución contra las monarquías católicas se obtuvo por la promesa hecha a las clases bajas, que nunca se cumplió, ofreciéndoles prosperidad y reducción de impuestos. Los que creyeron en el engaño vieron su mundo derrumbarse y se encontraron mucho más oprimidos que antes. La Revolución Industrial fue aceptada porque prometía nuevos puestos de trabajo en las fábricas, pero quienes abandonaron el campo o la tienda familiar se encontraron explotados en la cadena de montaje, arrancados de los ritmos tradicionales de la aldea y hacinados en la sombría periferia de las grandes metrópolis.


Con la "pandem1a", poco a poco nos dijeron que el aislamiento, los encierros, las máscaras, los toques de queda, las "misas en directo", el aprendizaje a distancia, el "trabajo virtual", los fondos de recuperación, las "vacμnas" y los "pases verdes" nos permitirían salir de "la emergencia", y, creyendo en esta mentira, renunciamos a los derechos y estilos de vida que nos advirtieron que nunca volverían: "Nada volverá a ser igual". La "nueva normalidad" se nos seguirá presentando como una concesión que exigirá que aceptemos la privación de libertades que dábamos por sentadas, y en consecuencia transigiremos sin comprender lo absurdo de nuestro acatamiento y lo obsceno de las exigencias de quienes nos mandan, dándonos órdenes tan absurdas que realmente requieren una abdicación total de la razón y la dignidad. A cada paso hay una nueva vuelta de tuerca y un paso más hacia el abismo: si no nos detenemos en esta carrera hacia el suicidio colectivo nunca volveremos atrás.

La mentira. Una mentira que también encontramos denunciada en la Sagrada Escritura: si la Serpiente hubiera dicho a Adán y Eva que al comer el fruto del árbol perderían la vida inmortal y todos los dones que Dios les había dado, todavía estaríamos en el Edén. Pero qué podemos esperar de quien es "un asesino desde el principio", "un mentiroso y el padre de la mentira" (Jn 8,44). ¿No fue gracias a la mentira y al falso testimonio que Nuestro Señor fue condenado, acusado por el Sanedrín de haber dicho al pueblo que no pagara los impuestos al César? ¿No fue con engaños y chantajes que los sumos sacerdotes presionaron a Pilato para que hiciera crucificar al Hijo de Dios, amenazando a Pilato con que si lo encontraba inocente se pondría en contra del emperador romano?


El Gran Reseteo es el último paso antes del Nuevo Orden Mundial

Es nuestro deber revelar el engaño de este Gran Reseteo, porque puede ser rastreado tras todos los otros asaltos que en el curso de la historia han tratado de anular la obra de la redención y establecer la tiranía del Anticristo. Porque esto es en realidad lo que pretenden los arquitectos del Gran Reseteo. El Nuevo Orden Mundial -nombre que se hace eco significativamente del Novus Ordo conciliar- trastoca el cosmos divino para extender el caos infernal, en el que todo lo que la civilización ha construido laboriosamente a lo largo de milenios bajo la inspiración de la gracia es trastocado y pervertido, corrompido y anulado. 

Cada uno de nosotros debe comprender que lo que está ocurriendo no es fruto de una desafortunada secuencia de sucesos fortuitos, sino que corresponde más bien a un plan diabólico -en el sentido de que el Maligno está detrás de todo esto- que a lo largo de los siglos persigue un único objetivo: destruir la obra de la creación, anular la redención y cancelar todo rastro de bien en la tierra. Y para conseguirlo, el paso final es la instauración de una sinarquía en la que el mando es tomado por unos pocos tiranos sin rostro, sedientos de poder, entregados al culto de la muerte y del pecado y al odio a la vida, a la virtud y a la belleza, porque en ellos brilla la grandeza de ese Dios contra el que todavía gritan su infernal "Non serviam". Los miembros de esta secta maldita no son sólo Bill Gates, George Soros o Klaus Schwab, sino también los que desde hace siglos conspiran en la sombra para derrocar el Reino de Cristo: los Rothschild, los Rockefeller, los Warburg, y los que hoy se han aliado con las altas esferas de la Iglesia, utilizando la autoridad moral del Papa y los obispos para convencer a los fieles de que se vacμnen


La corrupción de la autoridad es la premisa necesaria del Gran Reseteo

Junto a la conciencia de la mentira criminal de todo el sistema, hay que tomar nota de la corrupción de la autoridad y del fracaso del modelo social, político y religioso hijo de la Revolución. La democracia moderna ha demostrado ser, una vez más, un engaño con el que se ha querido desalojar a Cristo Rey de su señorío sobre los individuos y sobre las sociedades, con el aparente pretexto de dar al pueblo un poder que en realidad ha sido usurpado por una élite anticristiana. Cuando se afirma que la autoridad no procede de Dios sino que reside en el pueblo; cuando la religión no se considera como un principio trascendente sobrenatural sino como un sentimentalismo inmanente amorfo o una variante de la antropología; cuando la moral pierde su vínculo con la ley eterna inscrita por Dios en la naturaleza humana y se adapta en cambio a las modas, nada impide que tanto los gobernantes como los gobernados sean deshonestos y persigan simplemente sus intereses particulares, porque ya no existe el bien y el mal, el premio y el castigo, el cielo y el infierno. Todo se basa entonces en un concepto pervertido de la libertad corrompida en licencia: se puede traicionar, robar, matar y mentir sin vacilar, sin ese temor a Dios que en otros tiempos era capaz de frenar nuestra inclinación al mal: si no por amor al Creador y Redentor, al menos por temor al castigo que nuestra mala conducta acarrearía inexorablemente.

Nos encontramos ante una clase política sin ideales, en la que el bonum commune fue sustituido primero por los programas políticos que utilizaban para obtener el consentimiento, y hoy por el simple servilismo de quienes nos gobiernan a los intereses que les hacen ser elegidos, les pagan y exigen su absoluta obediencia a las exigencias del Nuevo Orden Mundial. Hemos llegado a un punto en el que incluso el voto, que antaño se exaltaba como la máxima expresión de la democracia, se considera un molesto oropel, que sólo se concede si los que mandan están seguros de poder doblegarlo a su favor, y cuando se expresa de otro modo puede ser modificado o ignorado: el colosal fraude electoral de las elecciones presidenciales estadounidenses es un ejemplo sorprendente de ello.


Pero si los políticos y los líderes mundiales están sometidos a la élite globalista y no persiguen el bien de los ciudadanos, el contrato social fracasa, y la autoridad con la que se creen dotados se pierde, ya que no tiene ratificación, ni desde arriba -ya que el principio sobrenatural y el vínculo de autoridad han sido cancelados- ni desde abajo. Y esto no es más que una dictadura infame y una tiranía odiosa, una tiranía que no puede ser derrocada apelando a los principios revolucionarios que la determinaron, sino volviendo a reconocer que "no hay autoridad sino de Dios" (Rom 13,1), y que el "laicismo" del Estado es una blasfemia, pues niega los derechos soberanos del Creador y Redentor sobre los que Él ha creado y redimido. 


Una crisis de autoridad que implica también a la Jerarquía

La autoridad que, desde la Revolución Francesa, fue usurpada al Señor y atribuida a la voluntad popular, había permanecido intacta en cierta medida dentro de la Iglesia. Hasta hace sesenta años proclamaba la Realeza de Cristo no sólo sobre sus súbditos, sobre las sociedades y las naciones, sino principalmente sobre sí misma, reconociendo a Nuestro Señor como Cabeza del Cuerpo Místico y al Papa como su Vicario en la tierra. El Vaticano II desplazó la Realeza de Cristo en clave escatológica, y la Iglesia se encontró así víctima del mismo engaño democrático en el que habían caído las sociedades civiles casi dos siglos antes. Al debilitar la doctrina sobre el pecado, singularizar la moral de cada situación y reconocer la legitimidad del error y de las falsas religiones, la Iglesia católica se destronó a sí misma con sus propias manos, reduciéndose a tener que mendigar la aprobación y legitimación de los poderosos de este mundo, a cuyas órdenes se ha sometido. No es casualidad que Bergoglio haya archivado el título de "Vicario de Cristo" como cosa del pasado: si la Iglesia es sustituida por una ONG que predica la "teología verde", promueve el “Capitalismo Inclusivo” de los Rothschild y organiza conferencias sobre “vacμnas” con Anthony Fauci, quien la preside no ejerce la autoridad en nombre de Cristo sino que acaba siendo una marioneta cómplice en manos del titiritero:

Aquel que, en la tierra, usurpa mi lugar, mi sitio, 

que en presencia del Hijo de Dios está vacante, 

de mi cementerio ha hecho una cloaca 

de sangre y hedor; por lo que el pervertido 

que cayó de aquí, es allí abajo apaciguado.

(Paradiso XXVII, líneas 22 y ss.)[3] 

En esta crisis de autoridad -que implica tanto al poder temporal como al espiritual- hay que atribuir una gran responsabilidad a los llamados moderados, que aparecen como la quinta columna voluntaria o involuntaria dentro del cuerpo social. Entre ellos hay que incluir a casi todos los representantes de las oposiciones parlamentarias de las distintas naciones -la oposición italiana en primer lugar- y los partidos del llamado centro-derecha. Incluso aquellos que critican las normas ilegítimas e inconstitucionales promulgadas por los gobiernos actuales con el pretexto de la “pandem1a” no cuestionan en absoluto las bases ideológicas del capitalismo de libre mercado que hoy se ha fusionado con el comunismo en una alianza que habría sido inconcebible en otros tiempos. Y no cuestionan estas bases porque están de acuerdo con ellas.


El error de los "moderados"

El mismo error de deplorar los efectos sin reconocer y combatir las causas es el que cometen los católicos conservadores, que si bien comprenden la apostasía de las más altas esferas de la Jerarquía bajo el reinado de Bergoglio, no se atreven a admitir que si se ha llegado al punto de ofrecer culto idolátrico a la Pachamama, esto ha sido posible gracias a la Dignitatis Humanae, que el sabbat de Astana es la aplicación coherente de Nostra Aetate, y que la Senda Sinodal Alemana -es decir, la declaración de cisma sin su condena oficial por la Santa Sede- es la conclusión lógica de la Gaudium et Spes. Y no es necesario demostrar que los documentos conciliares no son más que la traducción de los principios revolucionarios y masónicos al contexto eclesial

Sabemos, sin embargo, que la mentira es el emblema del Diablo, el signo distintivo de sus siervos, el distintivo de los enemigos de Dios y de la Iglesia. Dios es la verdad; la Palabra de Dios es verdadera, y Él mismo es Dios. Decir la verdad, gritarla a los cuatro vientos y desvelar el engaño es una labor sagrada, y ningún católico -ni nadie que conserve una pizca de decencia y honor- puede rehuir este deber.


La respuesta de los buenos

Cada uno de nosotros ha sido deseado, pensado y creado para dar gloria a Dios y formar parte de un gran designio de la providencia. Desde toda la eternidad el Señor nos ha llamado a participar con Él en la obra de la redención, a cooperar en la salvación de las almas y en el triunfo del bien. Cada uno de nosotros tiene hoy la posibilidad de elegir alinearse con Cristo o contra Cristo, de luchar por la causa del bien o de hacerse cómplice de los obreros de la iniquidad. La victoria de Dios es segurísima, tan cierta como la recompensa que espera a los que hacen la elección de entrar en el campo de batalla al lado del Rey de reyes; y la derrota de los que sirven al enemigo también es segura, como lo es su condenación eterna.


¿Queréis perder el bien supremo que se os ha preparado, sólo por llevar una vida tranquila y no destacar entre la multitud, por cobardía y respeto humano, cambiando la eternidad por un bien aparente y efímero? Os exhorto a ser testigos de Cristo, valientes defensores de la verdad y del bien: en los escaños del parlamento, en las salas de los hospitales, desde las cátedras de las escuelas y universidades, desde el altar y el púlpito, en el trabajo, en la oficina, en la tienda, en la familia, en vuestros compromisos cotidianos y, sí, incluso en las penas y pruebas. Sed dignos herederos de los santos que os han precedido, recordando que tendréis que responder por vuestro silencio, vuestra complicidad y vuestra cooperación con el mal. Si podéis escapar a la condena de los hombres, no podréis escapar al juicio de Dios; así como seréis recompensados por el bien que habéis hecho y del que habéis dado testimonio.

Esta generación rebelde y apóstata puede ser combatida con la contribución de todos: desde el médico que denuncia por fin los tratamientos nocivos impuestos por los protocolos criminales, hasta el policía que se niega a aplicar normas ilegítimas; desde el parlamentario que vota contra las leyes injustas, hasta el magistrado que abre un expediente por crímenes contra la humanidad; desde el profesor que enseña a los alumnos a pensar por sí mismos, hasta el periodista que revela los engaños y conflictos de intereses de los poderosos; desde el padre que defiende a sus hijos contra la “vacμnación”, hasta el hijo que protege a su padre anciano sin abandonarlo en una residencia; desde el ciudadano que reclama el derecho a las libertades naturales, hasta el artesano y el restaurador que no aceptan la opresión de quienes les impiden abrir su negocio; desde el abuelo que advierte a sus nietos de los peligros de la dictadura, hasta el joven que no se deja seducir por las modas y las influencias.


Restituyamos a Cristo Rey la Corona que le fue arrancada por la Revolución

Y cuando esta farsa se haya derrumbado -porque se derrumbará inexorablemente, y se derrumbará pronto- comprometeros todos, con renovado celo, para que la corona que le han arrancado sus enemigos sea restituida a nuestro rey. Haced que Nuestro Señor reine en vuestras almas, en vuestras familias, en vuestras comunidades, en la nación, en el trabajo, en la educación, en las leyes y tribunales, en las artes, en la información, en todos los ámbitos de la vida privada y pública. Que nuestra santísima madre y reina, María Santísima, que tantas veces nos ha amonestado sobre los peligros y castigos que esperan al mundo si no se convierte y hace penitencia y que Jesucristo reine en la santa Iglesia, expulsando a los indignos, a los fornicarios y a los mercenarios. 

Sólo donde reina Cristo hay verdadera paz y concordia: pax Christi in regno Christi. A Él, principio y fin de todas las cosas, Alfa y Omega, surja la oración confiada y ferviente de cada uno de nosotros y de la familia humana, pidiéndole que nos conserve en su gracia, nos fortalezca en la virtud y nos haga testigos valientes del Evangelio, para que así alcancemos la bienaventuranza eterna en el Cielo.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

30 de mayo de 2021

In Festo Ss.mæ Trinitatis


Notas finales:


[2] Laocoonte, el sacerdote de Apolo, advirtió a los troyanos que "tuvieran cuidado con los griegos que llevaban regalos" cuando querían aceptar el caballo de Troya. 

[3] En el Paradiso de Dante, estas palabras son pronunciadas por San Pedro para condenar a Bonifacio VIII. 


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