Se esperaba que en cualquier momento el “Gordo” partiese a la Casa del Padre.
Sacerdote, historiador, periodista, docente, activista social, hombre de bien y buen amigo ha sido ganado para la Gloria dejándonos un testimonio de Caridad y Fe inquebrantable.
Por Juan Carlos Sánchez
Un grande que tuvo que pelear contra todo y su última lucha fue contra el cáncer.
Escribí sobre él una nota con el título “Tengo un amigo en problemas y se lo quiero contar” hace tiempo en este medio. A esa la escribí dolorido, esta ya no, el Gordo superó su última prueba en esta etapa de su vida, su última entrega, su ofertorio, tal como siempre vivió: Cara a la Cruz.
Samuel Jofré, Pbro. desde Roma, un común amigo que está terminando sus estudios superiores, me escribió: “Con lo bien que está llevando la enfermedad Edgar Stoffel, entrará al cielo salteándose el purgatorio. A mí me edifica su actitud. ¡Qué riqueza para Santa Fe!”¿Somos capaces de gozarla? ¿Estamos preparados como Iglesia para superar las mezquindades de nuestra naturaleza y aprovechar intensamente la cruz de un hermano? Es su último acto de generosidad. A su tiempo reflexionaré sobre esto.
Te extrañaré, Edgar. Tus largas llamadas telefónicas diarias interrumpidas por el avance de tu enfermedad, las reflexiones, las ironías y por qué no esas pastas con la salsa “de la mama” a los cuatro quesos o esos pollos asados a la parrilla trozados con precisión con un hacha de mano que compartimos en tu casa.
Te extrañará la “chaqueñada”, el Barrio Chaqueño de tu Parroquia de San Cayetano, barrio bravo que no temías caminar.
Te extrañará Mariano, mi hijo menor, el de 8 años, con quien todas las noches rezábamos por tu salud o para que se cumpla de una buena vez la voluntad del Padre que siempre es lo mejor para vos y todos nosotros.
Y te confieso Gordo que se me piantará un lagrimón más de una vez pese a saber que estás de 10 + IVA porque era lindo pelear contigo sobre política, o de las chanchadas de algunos hermanos que ante tu sufrimiento ponían cara de estampita y se borraban, o de las opiniones de tantos colegas periodistas que nunca se interesaron por las cosas de nuestra Iglesia pero que cuando te procesaron se llenaron la boca de gansadas.
También extrañaré tu generosidad. Tuviste un corazón grandote, Edgar, ¿cómo es tu corazón resucitado de ahora? Pedile a Jesús por nosotros, los que aún peregrinamos. Por todos los que participaron de la cadena de oración por vos desde este medio o tu comunidad. Ahora podés más.
Consolanos. Consolá a nuestros obispos, a José María que sufre, a Edgardo Gabriel que te “llamaba cada vez que llovía” y que sabe de tu fidelidad.
Y a tu comunidad tirale otro pial para que siga firme en su camino de santidad.
Cuando vuelva a escribirte te preguntaré con quienes te encontraste “arriba”, como te recibió el “Negro” José Luis López o el P. Guntern.
Ahora, solamente un ¡Gloria a Dios!
Un amigo más en la Casa del Padre esperándonos.
E-mail de autor zschez@yahoo.com.ar
29 Abr 09
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