lunes, 21 de mayo de 2001

GRAVES AC DIUTURNAE (23 DE MARZO DE 1875)


CARTA APOSTÓLICA

GRAVES AC DIUTURNAE

SOBRE LA IGLESIA EN SUIZA

EL PAPA PÍO IX - 1875


A Nuestros Venerables Hermanos los Obispos, al Clero y al Pueblo Suizo que goza de la Gracia y de la Comunión con la Sede Apostólica.

Venerables Hermanos, Saludos y Bendición Apostólica.

Los graves y duraderos complots y esfuerzos que los nuevos herejes que se llaman a sí mismos “Antiguos Católicos” utilizan diariamente en vuestro país para engañar a los fieles y arrancarlos de su antigua fe, Nos urgen, como un deber de Nuestro supremo apostolado, a dedicar celosamente Nuestro paternal cuidado y atención a proteger el bienestar espiritual de nuestros hijos. Somos conscientes, y deploramos con dolor el hecho, de que estos cismáticos y herejes que gozan del favor de la autoridad civil ejercen el ministerio de su malvada secta en la región de la diócesis de Basilea como en otras regiones de vuestro país, mientras que la libertad religiosa de los católicos permanece públicamente oprimida por las leyes cismáticas.


Engaño característico del cisma

2. Habiendo ocupado violentamente parroquias e iglesias con sacerdotes apóstatas, no han descuidado ningún engaño o astucia para llevar a los hijos de la Iglesia Católica al miserable cisma. Puesto que siempre ha sido especialmente característico de los herejes y cismáticos usar la mentira y el engaño, estos hijos de las tinieblas deben contarse entre aquellos de los que habló el profeta: “Ay de vosotros, hijos desertores, que tenéis fe a la sombra de Egipto. Habéis rechazado la palabra y habéis esperado en el engaño y la rebelión”. Les encanta engañar a los incautos e inocentes y arrastrarlos al error mediante el engaño y la hipocresía. En repetidas ocasiones declaran abiertamente que no rechazan en lo más mínimo a la Iglesia Católica y a su cabeza visible, sino que son celosos de la pureza de la Doctrina Católica declarando que son los herederos de la antigua fe y los únicos verdaderos católicos. Pero de hecho se niegan a reconocer todas las prerrogativas divinas del vicario de Cristo en la tierra y no se someten a su magisterio supremo.


Condena de los errores

3. Con el fin de difundir más ampliamente sus enseñanzas, sabemos que algunos de ellos han sido nombrados para enseñar Sagrada Teología en la Universidad de Berna, esperando poder así ganar nuevos adeptos entre la juventud católica para su perversa facción. Sin embargo, ya hemos reprobado y condenado esta deplorable secta que ha producido del viejo almacén de los herejes tantos errores opuestos a los principales principios de la Fe Católica. Esta secta derriba los fundamentos de la Religión Católica, rechaza descaradamente las definiciones dogmáticas del Concilio Ecuménico Vaticano, y se dedica a la ruina de las almas de muchas maneras. Hemos decretado y declarado en Nuestra carta del 21 de noviembre de 1873 que aquellos desgraciados que pertenecen, adhieren y apoyan a esa secta deben ser considerados como cismáticos y separados de la comunión con la Iglesia.

4. Creemos que es Nuestro deber repetir ahora esta declaración pública y pediros que preservéis la unidad de la fe entre vuestros fieles por todos los medios posibles, de acuerdo con vuestro eminente celo y vuestra reconocida virtud. Pues habéis dado notables ejemplos de esta virtud al soportar tribulaciones por la causa de Dios. Deberíais recordarles que tengan cuidado con estos enemigos traicioneros del rebaño de Cristo y con sus alimentos envenenados. Deberíais recordarles rehuir totalmente sus celebraciones religiosas, sus edificios y sus cátedras de pestilencia que han establecido impunemente, que deben rehuir sus escritos y todo contacto con ellos. No deben tener ningún trato o encuentro con sacerdotes usurpadores y apóstatas de la fe que se atreven a ejercer los deberes de un ministro eclesiástico sin poseer una misión legítima o jurisdicción alguna, que deben evitarlos como a extraños y ladrones que sólo vienen a robar, matar y destruir. Porque los hijos de la Iglesia deben considerar la acción apropiada para preservar el tesoro más precioso de la fe, sin el cual es imposible agradar a Dios, así como la acción calculada para alcanzar la meta de la fe, que es la salvación de sus almas, siguiendo el camino recto de la justicia.


Leyes matrimoniales anticatólicas

5. Reconocemos que, además de las leyes que lesionan la Constitución Divina y la Autoridad de la Iglesia, también se han promulgado en ella otras por la autoridad civil que se oponen totalmente a las prescripciones canónicas que tratan del matrimonio cristiano. Estas leyes se oponen profundamente a la autoridad y a la jurisdicción de la Iglesia. Nos vemos obligados a exhortaros en el Señor a que expliquéis a vuestros fieles mediante instrucciones adecuadas. Recordadles las verdades que con frecuencia hemos subrayado en Nuestras cartas apostólicas o alocuciones sobre este Sacramento, especialmente el 9 y el 27 de septiembre de 1852. Nos esforzamos por darles una profunda apreciación de la santidad y del poder del matrimonio para permitirles, mediante una piadosa conformidad con las leyes canónicas en esta materia, evitar los males que afectan a las familias y a la sociedad humana como consecuencia del desprecio de la santidad del matrimonio.

6. Estamos muy confiados en el Señor, amados hijos, pastores y clérigos, en que vosotros, que habéis sido ordenados no sólo para vuestra propia santificación y salvación, sino también para la de los demás, frente a esta enorme conspiración de los impíos y de tantas peligrosas seducciones, os mostraréis como un fuerte consuelo y ayuda para vuestros obispos por vuestra demostrada piedad y celo. Bajo vuestra dirección, asumiréis con entusiasmo la tarea de trabajar diligentemente por la causa de Dios, por la Iglesia y por la salvación de las almas. Reforzaréis las fuerzas de los fieles que se mantienen firmes, ayudaréis a la debilidad de los que vacilan y aumentaréis cada día ante Dios los méritos que ya habéis alcanzado por vuestra paciencia, constancia y fortaleza sacerdotal. Las fatigas que deben sostener los que actúan como embajadores de Cristo son muy pesadas en este tiempo. Pero nuestra confianza debe estar puesta en Aquel que ha vencido al mundo. Él ayuda a los que trabajan en su nombre y los recompensa con una corona de gloria inmarcesible en el cielo.


Obediencia a la Autoridad Legal

7. Queridos hijos fieles que vivís en Suiza, os hablamos con paternal afecto en Nuestra preocupación por vuestra salvación. Sabéis muy bien cuán precioso es el don de la Fe Católica que Dios os ha concedido. No escatiméis ningún cuidado, ningún esfuerzo para conservar fielmente ese don. Conservad sana y salva la gloria de la antigua Religión que recibisteis de vuestros antepasados. Por eso, os exhortamos con el mayor entusiasmo a que apoyéis con fuerza y constancia a vuestros legítimos pastores, que han recibido una legítima misión de esta Sede Apostólica. Ellos velan por vuestras almas, ya que tendrán que dar cuenta de ellas a Dios. Escuchad obedientemente sus voces y tened presentes las palabras de verdad eterna que pronunció Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama”. Sed obedientes a Su enseñanza. Amad Su yugo fácil. Rechazad enérgicamente a aquellos de quienes Nuestro Redentor dijo: “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con piel de oveja. Pero por dentro son lobos rapaces”. Por tanto, fuertes en la fe, resistid al antiguo enemigo de la faz humana “hasta que el brazo derecho de Dios Todopoderoso destruya todas las armas del demonio, a quien sólo se le permite un cierto campo de acción para dar mayor gloria a los fieles de Cristo con su derrota... porque donde la verdad es la maestra, nunca falta el consuelo divino” [1].


Oración por la quietud

8. Pensamos que debíamos escribiros estas cosas porque el deber de Nuestro supremo ministerio Nos exige librar al rebaño universal de Cristo de todo peligro de engaño y velar por vuestra seguridad, así como por la unidad de la Fe y de la Iglesia. Por eso, puesto que todo don bueno y todo don perfecto desciende de lo alto del Padre de las luces, os rogamos de todo corazón que fortalezcáis vuestro poder en la lucha y os defienda con Su ayuda y protección. Que Él mire con buenos ojos a vuestro país hasta que, destruidos los errores y los consejos de los impíos, gocéis de la tranquila paz de la verdad y la justicia. No dejamos de implorar la luz de lo alto para los desdichados que se han extraviado. Que dejen de acumular ira para sí mismos en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios. Que se conviertan del error de sus caminos mientras aún les quede tiempo para arrepentirse sinceramente. Venerables hermanos y amadísimos hijos, unid vuestras fervientes oraciones a las Nuestras para obtener misericordia y hallar gracia en la ayuda conveniente. Recibid la bendición apostólica que os impartimos amorosamente en el Señor desde el fondo de Nuestro corazón. Os la concedemos a todos y a cada uno como prenda de nuestro especial amor.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 23 de marzo de 1875, vigésimo noveno año de Nuestro Pontificado.


Referencia:

1. San León, epístola al presbítero Martín.



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