-como dice la Escritura- Al despreciarle, arde como una pira.
Un envío de Mons. Richard Williamson
El último número del boletín de noticias del Seminario “Resistencia” de la Sociedad de los Apóstoles de Jesús y María, en Morannes, en el noroeste de Francia, contiene un admirable Editorial del Superior de dicha Sociedad, Mons. Jean-Michel Faure. No es largo. He aquí el texto completo:
Queridos amigos y bienhechores
Nuestro Señor dijo a los Apóstoles: “Cuando oigáis hablar de guerras y revueltas, no os asustéis... seréis odiados por todos, a causa de mi nombre” (es decir, a causa de vuestra fidelidad a mi doctrina)... “por vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas... Cuando veáis que estas cosas empiezan a suceder, levantad la cabeza y mirad hacia arriba, porque vuestra redención (y vuestra victoria) está cerca” (Lc. XXI, 9, 17, 19, 28).
Hoy asistimos a los signos que anuncian los grandes acontecimientos aludidos por Nuestro Señor Jesucristo, San Pablo y San Juan: la Gran Apostasía. Nunca antes los enemigos de Jesucristo habían tenido a su disposición tantos medios para destruir toda fe y moral en las almas de niños, jóvenes y ancianos. “Aplastad a la infame (Iglesia)” -gritaba ya Voltaire en el siglo XVIII a los adeptos de la secta infernal- “Derribemos el trono (o monarquía) para derribar el altar (o Misa e Iglesia Católica)”, mediante el laicismo (televisión, internet, cine), las modas indecentes, y finalmente infiltrándonos en la Iglesia, hasta el Papado incluido, gracias al concilio Vaticano II.
La historia moderna ilustra las etapas de la gran Apostasía de las Naciones, los gestos y los hechos de los agentes del Anticristo. Sus predecesores, preparando la venida del Anticristo mismo, preparando la generación de los hombres para aplaudirle cuando venga (cf. II Tes. I, 8). Un documento muy reciente procedente de Roma afirma que “la dignidad humana es infinita”. Aquí está el hombre pretendiendo establecer su trono dentro de la Iglesia, para entronizarse allí con el poder del Diablo (II Tes. II, 4).
Como dijeron los peregrinos de Emaús a Nuestro Señor: “Señor, quédate con nosotros, que el día está muy avanzado” (Lc. XXIV, 29) (y las tinieblas cubren la tierra).
Ánimo, pequeño rebaño: “Yo he vencido al mundo” (Jn. XVI, 33), por la Cruz. El Reino de Dios nunca ha estado tan cerca.
Mons. Jean-Michel Faure
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Lectores, para comprender lo que sucede realmente a nuestro alrededor y lo que debemos hacer, lean con regularidad la propia Palabra de Dios en la Escritura, y no sólo el Nuevo Testamento, sino también el Antiguo Testamento, donde la múltiple presentación de la bondad de Dios frente a la maldad de los hombres es la esencia misma de los acontecimientos actuales.
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