lunes, 6 de febrero de 2017

BORRADORES DE SANTA MARTA SOBRE LA INTERCOMUNIÓN


Las crónicas de Santa Marta no terminan nunca. Hoy Bergoglio recibió a una delegación 'ecuménica' de la Iglesia Evangélica Alemana.... Aparte de los melosos discursos rituales aquí está la habitual 'beatificación' de Lutero


Gabinete de prensa de la Santa Sede

A las 10.00 horas de esta mañana, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a la delegación ecuménica de la Iglesia Evangélica en Alemania.

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Me complace daros la bienvenida y saludaros cordialmente. Doy las gracias al obispo regional Bedford-Strohm por sus amables palabras -ein Mann mit Feuer im Herzen- y me alegro de la presencia del cardenal Marx: que el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana acompañe a la delegación de la Iglesia Evangélica en Alemania es fruto de una colaboración de larga data y expresión de una relación ecuménica madurada a lo largo de los años. Os deseo que sigáis adelante por este bendito camino de comunión fraterna, continuando con valentía y decisión hacia una unidad cada vez más plena. Tenemos el mismo Bautismo: ¡debemos caminar juntos sin cansarnos!

Es significativo que, con motivo del 500° aniversario de la Reforma, cristianos evangélicos y católicos aprovechen la conmemoración común de los acontecimientos históricos del pasado para volver a poner a Cristo en el centro de sus relaciones. Precisamente "la pregunta sobre Dios", sobre "cómo tener un Dios misericordioso" fue la "profunda pasión, el motor de la vida y de todo el camino" de Lutero (cf. BENEDICTO XVI, Encuentro con los Representantes de la Iglesia Evangélica en Alemania, 23 de septiembre de 2011). 

Lo que animó y perturbó a los reformadores fue, después de todo, señalar el camino a Cristo. Esto es lo que nos debe preocupar aún hoy, después de haber emprendido una vez más, gracias a Dios, un camino común. 

Este año de conmemoración nos ofrece la oportunidad de dar un paso más adelante, mirando hacia atrás sin resentimientos, sino según Cristo y en comunión con él, volver a proponer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la novedad radical de Jesús, la misericordia sin límites de Dios: precisamente lo que los reformadores de su tiempo quisieron estimular. 

Que su llamado a la renovación desencadenó desarrollos que llevaron a divisiones entre los cristianos fue ciertamente trágico. 

Los creyentes ya no se sienten hermanos y hermanas en la fe, sino adversarios y competidores; durante demasiado tiempo han alimentado la hostilidad y han librado feroces batallas, fomentadas por intereses políticos y de poder, a veces sin siquiera tener escrúpulos para usar la violencia unos contra otros, hermanos contra hermanos. 

Hoy, sin embargo, damos gracias a Dios porque finalmente, "dejando a un lado todo lo que es pesado", fraternalmente "corremos con perseverancia en la carrera que tenemos por delante, con los ojos fijos en Jesús" (Hb 12,1-2).

Os agradezco porque, con esta mirada, queréis abordar juntos, con humildad y franqueza, un pasado que nos duele, y compartir pronto un importante gesto de penitencia y reconciliación: una función ecuménica, titulada "Restaurar la memoria - dar testimonio de Jesucristo"

Católicos y evangélicos de Alemania, podréis así responder, en la oración, a la fuerte llamada que sentís juntos en el país original de la Reforma: purificar vuestra memoria en Dios para ser renovados interiormente y enviados por el Espíritu a llevar a Jesús a los hombres de hoy. 

Con este signo y con otras iniciativas ecuménicas previstas para este año -como la peregrinación común a Tierra Santa, la conferencia bíblica conjunta para presentar juntos las nuevas traducciones de la Biblia y la jornada ecuménica dedicada a la responsabilidad social de los cristianos- os proponéis dar una forma concreta a la "Fiesta de Cristo" que, con ocasión de la conmemoración de la Reforma, os proponéis celebrar juntos. 

Que el redescubrimiento de las fuentes comunes de la fe, el restablecimiento de la memoria en la oración y en la caridad, y la colaboración concreta en la difusión del Evangelio y en el servicio a los hermanos sean impulsos para avanzar aún más rápidamente.

Es gracias a la comunión espiritual fortalecida en estas décadas de progreso ecuménico que hoy podemos deplorar juntos el fracaso de ambos con respecto a la unidad en el contexto de la Reforma y los desarrollos posteriores. 

Al mismo tiempo, en la realidad del único Bautismo que nos hace hermanos y en la escucha común del Espíritu, sabemos, en una diversidad ya reconciliada, apreciar los dones espirituales y teológicos que hemos recibido de la Reforma. 

En Lund, el 31 de octubre, di gracias al Señor por ello y le pedí perdón por el pasado; para el futuro deseo confirmar nuestra llamada incesante a dar juntos testimonio del Evangelio y a proseguir el camino hacia la plena unidad. Hacerlo juntos suscita también el deseo de forjar nuevos caminos. Cada vez más aprendemos a preguntarnos: ¿podemos compartir esta iniciativa con nuestros hermanos y hermanas en Cristo? ¿Podemos recorrer juntos otro tramo del camino?

Las diferencias en materia de fe y moral, que aún existen, siguen siendo desafíos en el camino hacia la unidad visible que anhelan nuestros fieles. El dolor lo sienten especialmente los cónyuges que pertenecen a diferentes confesiones. 

Con prudencia, debemos comprometernos, con la oración insistente y con todas nuestras fuerzas, para superar los obstáculos que aún existen, intensificando el diálogo teológico y fortaleciendo la colaboración entre nosotros, especialmente en el servicio de los que más sufren y en el cuidado de creación amenazada. El llamado urgente de Jesús a la unidad (cf. Jn 17, 21) nos interpela a nosotros, como a toda la familia humana, en un período en el que experimenta graves divisiones y nuevas formas de exclusión y marginación. ¡Por eso también nuestra responsabilidad es grande!

Con la esperanza de que este encuentro aumente aún más la comunión entre nosotros, pido al Espíritu Santo, creador y renovador de la unidad, que os fortalezca en el camino común con el consuelo que viene de Dios (cf. 2 Cor 1, 4) y para mostraros sus caminos proféticos y atrevidos. 

Invoco de corazón la bendición de Dios sobre todos vosotros y sobre vuestras comunidades y os pido, por favor, que me recordéis en vuestras oraciones. Muchas gracias y me gustaría invitaros ahora a rezar juntos el Padre Nuestro.


Il Sismografo



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