viernes, 31 de octubre de 2008
¿DERECHOS HUMANOS O PERSECUCIÓN RELIGIOSA?
La declaración de los derechos humanos, proclamada durante la Revolución Francesa, sirvió para ocultar una sangrienta persecución a los católicos. ¿Estamos siendo llevados hoy por el mismo camino?
Si alguien dijese que las actuales campañas por los derechos humanos pueden desembocar en una violenta persecución a los católicos, muchos ingenuos pensarían que esto es imposible, una mera elucubración de mentes enfermas.
Vamos a los hechos:
1. En nombre de los “derechos de la mujer sobre su propio cuerpo”, se está forzando por todas partes la aprobación de leyes de aborto, que asesina a los inocentes en el propio seno de sus madres. No sólo esto. Se obliga a enfermeras y médicos católicos a actuar contra su conciencia, bajo pena de lanzarlos en la miseria o tal vez a la prisión
2. Para garantizar el “derecho de no sufrir”, se condenan a los viejos y enfermos a la muerte por eutanasia, obligando a terceros a “ayudarlos”.
3. En nombre de los “derechos de las minorías”, van siendo expoliados legítimos propietarios para beneficiar a falsos indios.
4. Los “derechos humanos”, van dando cabida a todas las aberraciones sexuales. Al mismo tiempo, se obliga a los católicos en las fábricas, en las oficinas, muchas veces en sus propios hogares, a convivir con individuos que ostensivamente las practican, bajo pena de procesos y persecuciones sin fin.
5. Bajo la acusación de fundamentalismo, y alegando el “derecho a la libertad religiosa”, sustentado por una ecumenismo malsano, va siendo obstaculizada la proclamación ufana de la verdad católica, así como la expresión de su incompatibilidad total con el mal y con el error, en los mismos lugares donde esa verdad hasta hace poco reinaba.
Estos son indicios, o quizá el comienzo, de una tempestad que se cierne contra los católicos.
La matriz en la Revolución Francesa
Lo que tal vez confirme el carácter persecutorio de esos pretendidos “derechos”, entendidos en su actual sentido laicista y ateo, es su origen. Es sabido
que ellos tuvieron su matriz e inspiración en la Revolución Francesa, que los proclamó en la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, adoptada por la Asamblea Constituyente francesa en 1789. A pesar de que la constitución americana ya se refiere anteriormente a tales derechos, de hecho fue la Revolución Francesa la que los propagó por el mundo.
Durante el período revolucionario, toda la región francesa de la Vendée fue atrozmente aplastada por defender sus principios y costumbres católicas y monárquicas. Siendo en general simples campesinos, algunas veces comandados por un noble, sus habitantes siempre inferiores en número a los ejércitos republicanos fueron masacrados masivamente.
He aquí algunos trechos del reciente libro negro de la Revolución Francesa, publicado en París.
“El 1 de agosto de 1793 la Convención votó la destrucción de la Vendée: los bosques deberían ser abatidos, los animales capturados, las casas confiscadas, las cosechas destruidas”.
“Soldados de la libertad, es necesario que los habitantes de la Vendée sean exterminados antes del fin del mes de octubre: la salvación de la Patria lo exige; la impaciencia del pueblo francés lo ordena; el coraje de los soldados debe cumplirlo.”
“Los informes políticos y militares son de una precisión elocuente: es necesario en primer lugar eliminar a las mujeres, ‘ fuentes reproductoras’; y a los niños ‘porque están en la fase de tornarse futuros bandidos’. Con estos desaparece también el riesgo de represalias y venganzas. Incluso se crearon campos exclusivos destinados al exterminio de los niños, como en Noirmoutier. En Bourgneuf y en Nantes se ahogaba de forma organizada a los niños”. (Teynald Secher, La guerre de Vendée: guerre civile, génocide, mémoricide, in Le livre Noir de la Révolution Française, Éditions du Cerf, Paris, 2008).
Nuestro deber es, pues, abrir los ojos mientras estemos a tiempo y luchar con todas las armas lícitas para defender nuestro derecho de seguir integralmente la Ley de Dios, verdadera defensora de los auténticos derechos humanos.
Revista Catolicismo, Agosto 2008.
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Etiquetas:
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