Al final de su noviciado, el joven padre Lefebvre fue nombrado primero profesor, y luego director, del seminario de Libreville en Gabón.
Allí se mostró en seguida muy flexible y agradable, sonriente, firme en sus ideas, muy querido por sus alumnos y apreciado por los padres, manifestando desde el comienzo de su vida misionera una competencia y un gusto particulares por la formación de los sacerdotes.
¿Quién diría que tres de sus alumnos llegarían a ser obispos? Según la opinión de su colaborador, Marcel Lefebvre es «firme, medido, muy personal en sus juicios y decisiones, sobresaliente desde el punto de vista de la organización y equipamiento material».
Apostolado en misión
Sabía con precisión cuáles debían ser sus prioridades:
Ante todo, hacer de los catequistas cristianos ejemplares, para formar verdaderos cristianos; luego las escuelas católicas, para formar futuros jefes de familia, suscitar vocaciones sacerdotales y forjar finalmente una cristiandad.
Combatió entonces a los brujos. Los misioneros católicos sacaron amplia ventaja a los ministros protestantes. Hasta los desdichados años de guerra, la Iglesia de África creció rápidamente. Pero en 1945 Monseñor Lefebvre tuvo que irse de África.
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