jueves, 28 de febrero de 2019
OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES
Cada vez con más frecuencia, los católicos de todo el mundo nos enfrentamos a un dilema: seguir los designios de Dios o cumplir con la ley de los hombres. Se trata de algo muy revelador. Los ordenamientos jurídicos de muchos estados occidentales están inundados de normas inicuas, de preceptos que no casan con la ley natural.
Un senador demócrata del estado de California someterá a debate en la cámara legislativa una propuesta de ley que pretende acabar con el secreto de confesión en los casos relacionados con abusos sexuales. El proyecto, titulado‘Retirar la Exención al Clero de la Obligación de Informar sobre Abuso Infantil’, ha causado bastante revuelo, pues forzaría al sacerdote a cometer un acto penado con la excomunión.
Habría que decir varias cosas sobre la propuesta de ley. La primera, que es demagógica. ¿Por qué retirar la exención del clero sólo en casos relacionados con abusos infantiles?, ¿por qué no retirarla en casos de asesinato? O, ya puestos, ¿por qué no retirarla cuando haya un fraude fiscal de por medio? El senador demócrata en cuestión aprovecha el revuelo – justificado y razonable, por otra parte – que se ha armado con los abusos sexuales para arrimar el brasas a su sardina. No pretende proteger a la sociedad, sino atacar a la Iglesia.
Lo segundo que habría que decir sobre la propuesta es que es sectaria. Los demócratas norteamericanos, que pertenecen a ese nutrido grupo de políticos occidentales que nos invitan con cansina insistencia a aceptar todos los ritos y prácticas del islam (¡incluso los más manifiestamente incompatibles con el modo de vida occidental!), no tienen la misma deferencia con el catolicismo, al que pretenden arrinconar en la marginalidad. Llegan a aceptar que una mujer camine por la calle con un burka, pero presentan el secreto de confesión – ¡el secreto de confesión! – como una amenaza para la seguridad pública.
En lo que nos concierne a nosotros como católicos, todo se reduce, al final, a elegir entre la ley divina y la ley humana, entre obedecer a Dios o a los hombres.
Lo importante es no olvidar a quién debemos lealtad.
Gabriel Ariza Rossy
InfoVaticana
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