Jesús, explicó el papa Bergoglio, antes de ir al Cielo, habló de muchas cosas, pero se detenía siempre en “tres palabras clave”: “Paz, amor y alegría”. Sobre la paz, reafirmó, “nos decía que no nos da una paz como la da el mundo”, sino que nos da una “paz para siempre”. Sobre el amor, prosiguió, dijo muchas veces que “el mandamiento era amar a Dios y amar al prójimo” e hizo casi un “protocolo”, en Mateo 25, “sobre el que todos seremos juzgados”. En el Evangelio de hoy, observó, “Jesús dice sobre el amor algo nuevo: ‘No sólo amad, sino permaneced en mi amor’”.
“La vocación cristiana es esto: permanecer en el amor de Dios, es decir, respirar, vivir de ese oxígeno, vivir de ese aire. Permaneced en el amor de Dios. Y con esto cierra la profundidad de su discurso sobre el amor y va adelante. ¿Y cómo es su amor? ‘Como el Padre me amó, también yo os he amado’. Es un amor que viene del Padre. La relación de amor entre Él y el Padre es también una relación de amor entre Él y nosotros. Y a nosotros nos pide que permanezcamos en este amor, que viene del Padre”.
“Una paz que no viene del mundo, sino de Él. Un amor que no viene del mundo, que viene del Padre”. Bergoglio se detuvo en la exhortación de Jesús: “Permaneced en mi amor”. El signo de que nosotros “permanecemos en el amor de Jesús es que guardamos los Mandamientos. No basta seguirlos. Cuando permanecemos en el amor los Mandamientos vienen solos, del amor. El amor, nos lleva a cumplir los Mandamientos así, naturalmente. La raíz del amor florece en los Mandamientos. Y estos son como el hilo que liga una cadena: el Padre, Jesús, nosotros”. Bergoglio luego habló sobre la alegría.
“La alegría es como el signo del cristiano. Un cristiano sin alegría, o no es cristiano o está enfermo. ¡No hay otra! ¡Su salud no va bien allí! La salud cristiana. ¡La alegría! Una vez dije que hay cristianos con cara de pepinillos en vinagre… ¡La cara siempre así! También el alma así, ¡esto es feo! Estos no son cristianos. Un cristiano sin alegría no es cristiano. Es como el sello del cristiano, la alegría. Incluso en los dolores, en las tribulaciones, también en las persecuciones”.
De los primeros mártires, recordó, se decía que iban “al martirio como si fueran a una boda. Es la alegría del cristiano que custodia la paz y custodia el amor. Paz, amor y alegría, tres palabras que Jesús nos deja. Y ¿quien nos da esta paz, este amor, quién nos da la alegría?: Es el Espíritu Santo”.
“¡El gran olvidado de nuestra vida! Yo quisiera preguntaros – pero no lo voy a hacer, ¡eh! – preguntaros: ¿cuántos de vosotros rezáis al Espíritu Santo? No levantéis la mano… Es el gran olvidado, ¡el gran olvidado! Y Él es el don, el don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría. En la oración hemos pedido al Señor: ‘Custodia tu don’. Hemos pedido la gracia de que el Señor custodie el Espíritu Santo en nosotros. Que el Señor nos dé esta gracia: custodiar siempre el Espíritu Santo en nosotros, ese Espíritu que nos enseña a amar, nos llena de alegría y nos da la paz”.
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