“Que el Señor nos dé a todos la gracia del coraje y la perseverancia en la oración”.
“Todos nosotros, cristianos que hemos recibido la fe, debemos transmitirla, debemos proclamarla con nuestra vida, con nuestra palabra. Pero entonces ¿cuál es esta fe fundamental? Es la fe en Jesús Resucitado, en Jesús que nos ha perdonado los pecados con su muerte y nos ha reconciliado con el Padre”.
“Y transmitir esto nos pide ser valientes: el coraje del transmitir la fe. Un coraje, algunas veces, simple. Recuerdo - disculpen - una historia personal: cuando era niño mi abuela cada Viernes Santo nos llevaba a la Procesión de las Candelas y al final de la procesión llegaba el Cristo yaciente y la abuela nos hacía arrodillarnos y a nosotros, los niños nos decía: ‘Miren está muerto, pero mañana ¡habrá resucitado!’. La fe entró así: la fe en Cristo muerto y resucitado. En la historia de la Iglesia ha habido tantos, tantos que han querido un poco esfumar esta certeza fuerte y hablan de una resurrección espiritual. No, Cristo ¡está vivo!”.
“¡Cristo está vivo y está también vivo entre nosotros!”, repitió, exhortando a los cristianos a tener el valor de anunciar su Resurrección, la Buena Noticia.
“Y transmitir esto nos pide ser valientes: el coraje del transmitir la fe. Un coraje, algunas veces, simple. Recuerdo - disculpen - una historia personal: cuando era niño mi abuela cada Viernes Santo nos llevaba a la Procesión de las Candelas y al final de la procesión llegaba el Cristo yaciente y la abuela nos hacía arrodillarnos y a nosotros, los niños nos decía: ‘Miren está muerto, pero mañana ¡habrá resucitado!’. La fe entró así: la fe en Cristo muerto y resucitado. En la historia de la Iglesia ha habido tantos, tantos que han querido un poco esfumar esta certeza fuerte y hablan de una resurrección espiritual. No, Cristo ¡está vivo!”.
“¡Cristo está vivo y está también vivo entre nosotros!”, repitió, exhortando a los cristianos a tener el valor de anunciar su Resurrección, la Buena Noticia.
“Pero existe otro coraje que Jesús nos pide: Jesús - por decirlo un poco fuertemente - nos desafía a la oración y dice así: ‘Yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Hombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré… ¡Esto es fuerte! Tengamos el coraje de ir a Jesús y pedirle así: ‘Tú me has dicho esto, ¡hazlo! Haz que la fe avance, haz que la evangelización avance, haz que este problema que tengo se resuelva…’. ¿Tenemos este valor en la oración? ¿O rezamos solo así, como sea, gastando un poco de tiempo en la oración? ¿O aquel coraje, aquella parresia también en la oración…?”.
Francisco recordó cómo en la Biblia leemos que Abraham y Moisés tienen el coraje de “negociar con el Señor. Una valentía a favor de los demás, a favor de la Iglesia que sirve también hoy”.
“Cuando la Iglesia pierde el coraje, entra en la Iglesia la atmosfera de tibieza. Los tibios, los cristianos tibios, sin valor… Aquello que hace tanto daño a la Iglesia, porque la tibieza te ensimisma, comienzan los problemas entre nosotros; no tenemos metas, no tenemos coraje, ni el coraje de la oración hacia el cielo y ni siquiera el coraje de anunciar el Evangelio. Somos tibios… Y nosotros tenemos el valor de inmiscuirnos en nuestras pequeñeces, en nuestros celos, en nuestras envidias, en las ganas de hacer carrera, en el avanzar egoístamente… En todas estas cosas, pero esto no hace bien a la Iglesia: ¡la Iglesia debe ser valiente! Todos nosotros debemos ser valientes en la oración, desafiando a Jesús”.
Catalunya Religio
Francisco recordó cómo en la Biblia leemos que Abraham y Moisés tienen el coraje de “negociar con el Señor. Una valentía a favor de los demás, a favor de la Iglesia que sirve también hoy”.
“Cuando la Iglesia pierde el coraje, entra en la Iglesia la atmosfera de tibieza. Los tibios, los cristianos tibios, sin valor… Aquello que hace tanto daño a la Iglesia, porque la tibieza te ensimisma, comienzan los problemas entre nosotros; no tenemos metas, no tenemos coraje, ni el coraje de la oración hacia el cielo y ni siquiera el coraje de anunciar el Evangelio. Somos tibios… Y nosotros tenemos el valor de inmiscuirnos en nuestras pequeñeces, en nuestros celos, en nuestras envidias, en las ganas de hacer carrera, en el avanzar egoístamente… En todas estas cosas, pero esto no hace bien a la Iglesia: ¡la Iglesia debe ser valiente! Todos nosotros debemos ser valientes en la oración, desafiando a Jesús”.
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