martes, 21 de junio de 2022

EL VATICANO I TAMBIÉN DEFINIÓ LA FE

Hoy, el enfoque de la fe como mera confianza, sin contenido, convierte erróneamente la teología sobrenatural en mera teología natural. Cada hombre crea su propia teología. 

Por Rafael Xavier Gonzalez


Principio objetivo y subjetivo de la teología

En general, la teología es la ciencia sobre Dios y sobre las realidades divinas. Como he escrito antes, la teología natural se confunde con la teología sobrenatural en nuestro colapso teológico posterior al Vaticano II. La teología natural es una ciencia real basada en la razón que asciende desde el conocimiento de las criaturas hasta el conocimiento de Dios. La teología sobrenatural, o teología en sentido estricto, deriva su conocimiento de los principios de la Revelación Divina, conocida por la fe. Desciende del conocimiento de Dios y de su Revelación al conocimiento de las demás cosas.

La teología es esencialmente una ciencia "descendente". Sus principios son revelados por Dios de forma sobrenatural y pública. Por eso, no sería un verdadero teólogo quien no tuviera una fe inicial, al menos no formada. La teología debe proceder de la fe. Podemos decir que el principio objetivo de la teología es la doctrina revelada por Dios, mientras que el principio subjetivo para el trabajo del hombre en la teología es la razón iluminada por la fe. Por lo tanto, para ser teólogo hay que ser un hombre de fe. Esto no es una exhortación, sino una necesidad.


La fe dogmática es necesaria para la salvación

Pero definamos nuestros términos. Estamos definiendo la fe según la definición del Vaticano I, dada en el descuidado decreto Dei Filius:
[La fe es una virtud sobrenatural por la cual, inspirados y asistidos por la gracia de Dios, creemos que lo que él ha revelado es verdadero, no porque la verdad intrínseca de las cosas sea reconocida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad de Dios mismo que las revela, que no puede ni equivocarse ni engañarse (D 3008).
El acto de fe, la fe teológica, es esencialmente verdadero, no puede ser falso. La teología herética no es verdadera teología. De nuevo el Vaticano I:
Para que podamos cumplir con esta obligación de abrazar la verdadera fe y perseverar en ella, Dios ha instituido la Iglesia por medio de su Hijo unigénito y la ha dotado de signos manifiestos de su institución para que sea reconocida por todos los hombres como guardiana y maestra de la palabra revelada (D 3012)... Además, deben creerse con fe divina y católica todas las cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o transmitida, y que por la Iglesia, ya sea en juicio solemne o por medio de su magisterio ordinario y universal, se proponen para ser creídas como si hubieran sido inspiradas divinamente (D 3011).
La fe así entendida se llama fe dogmática. Difiere totalmente de la falsa noción de fe en la que creen los protestantes, a saber, la fe fiduciaria o fe que es una mera confianza en Dios. Más concretamente, la "fe" protestante es un acto de voluntad con el que cada persona está firmemente persuadida de que sus pecados no serán imputados por los méritos de Cristo, que ha prometido la remisión de los pecados.

La fe es dogmática precisamente porque tiene un contenido, y como tal es un don. También requiere el acto de fe por parte del hombre, una respuesta. Recuerda los principios objetivo y subjetivo. La fe dogmática es necesaria para la salvación.

Hoy, el enfoque de la fe como mera confianza, sin contenido, convierte erróneamente la teología sobrenatural en mera teología natural. Cada hombre crea su propia teología. El aspecto especulativo o dogmático de la teología es fabricado individual o socialmente, y por lo tanto también lo es el elemento práctico o pastoral de la teología. Centrarse en la fe como mera respuesta significa que uno ha inventado en qué quiere creer, incluso en quién y qué es Dios. Así podemos ver cómo el protestantismo está realmente en la raíz de las herejías que asolan a la Iglesia, y ésta es crucial.


El tomismo para la crisis teológica

La teología necesita tanto la teología especulativa o dogmática como la teología práctica o moral. No se puede tener una sin la otra. A lo largo de la historia de la Iglesia, algunos teólogos han enfatizado un elemento sobre el otro. Un ejemplo claro y clásico es el de Santo Tomás y San Buenaventura. Santo Tomás creía que la doctrina sagrada es más especulativa que práctica, porque trata más de las cosas divinas que de los actos humanos. San Buenaventura enfatizó los aspectos prácticos y afectivos de la teología. La razón de esto (la posición de San Buenaventura) la explica muy bien el teólogo padre Michaele Nicolau:
Porque si el intelecto se considera en sí mismo, se perfecciona por el conocimiento especulativo; si se considera como regulador de la acción, se perfecciona por el conocimiento práctico o moral; si se considera de manera intermedia, como nacido y extendido a los afectos, se perfecciona por un hábito intermedio entre el puramente especulativo y el puramente práctico, y este hábito es la sabiduría, que consiste tanto en el conocimiento como en el afecto; la ciencia teológica es un hábito intermedio, y tiene por fin, tanto la contemplación como que nos hagamos buenos, pero principalmente que nos hagamos buenos.
Ambas visiones destacan un aspecto sobre el otro, manifestando un verdadero pluralismo católico ortodoxo. La verdad, por supuesto, está en la síntesis de ambas y así lo acordaron estos dos Santos y Doctores de la Iglesia, aunque uno enfatizó más un aspecto sobre el otro. El problema, como nos ha demostrado la historia eclesiástica, está siempre en un "error de acento".

Hoy en día, para salvar la teología, la ciencia sagrada necesita centrarse y tender más hacia la posición tomista. La teología tiene que ser defendida como la ciencia "de arriba hacia abajo" en la que se basa nuestra fe. La teología nunca puede ser totalmente moral o pastoral, como estamos viendo hoy. Defendamos la teología dogmática para defender la teología práctica, viviendo nuestra fe según nuestras creencias.

Y al final, que simplemente practiquemos lo que predicamos.


One Peter Five


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