En la carta se mezclan juicios que inducen a la confusión - afirmando una inexistente continuidad entre la línea de este pontificado y la de los dos precedentes - y declaraciones de una enorme gravedad: se atribuye a Benedicto XVI la paternidad de dicho acuerdo y se afirma un cambio doctrinal respecto a la posibilidad de que haya Iglesias ‘independientes’.
- LA CARTA
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Según Re, el cardenal Joseph Zen es “un obstáculo para la Iglesia en China” y a partir de ahora “la Iglesia católica podrá estar formada también por Iglesias independientes”. Este es el núcleo de la explosiva e increíble carta que el 26 de febrero, el decano del Sacro Colegio, el cardenal Giovanni Battista Re, ha enviado a todos los cardenales.
Se trata de un duro e inaudito ataque frontal al arzobispo emérito de Hong Kong, de 88 años, firme opositor al acuerdo secreto entre China y la Santa Sede firmado en Pekín el 22 de septiembre de 2018.
Este es un gesto que no tiene precedentes, y el hecho de que se trate del primer acto oficial (el número de protocolo es 1/2020) del nuevo decano del Sacro Colegio lo hace aún más significativo.
Este es un gesto que no tiene precedentes, y el hecho de que se trate del primer acto oficial (el número de protocolo es 1/2020) del nuevo decano del Sacro Colegio lo hace aún más significativo.
El cardenal Re fue nombrado el pasado 18 de enero, como resultado del Motu proprio con el que el papa Francisco, sin preaviso, determinó que dicho cargo tuviera una fecha límite, destituyendo así al cardenal Angelo Sodano.
La carta pretende ser una respuesta a la que el propio cardenal Zen envió a sus hermanos el pasado 27 de septiembre. El cardenal Re hace además una referencia explícita a otras intervenciones del cardenal Zen que, como es bien sabido, es muy activo en transmitir su voz a los católicos chinos llamados "clandestinos", que considera que han sido humillados y condenados por este acuerdo que sigue siendo secreto.
En la carta, el primer punto atañe a la presunta continuidad entre el papa Francisco y sus predecesores sobre los posibles acuerdos con China: «En el enfoque que se da a la situación de la Iglesia católica en China, hay una profunda sintonía de pensamiento y de acción de los últimos tres pontífices, los cuales, en el honor a la verdad, han favorecido el diálogo entre las dos partes, y no el desacuerdo». Se atribuye, por tanto, a san Juan Pablo II «la idea de llegar a un acuerdo formal con las autoridades gubernamentales respecto al nombramiento de los obispos», recordando que fue él quien «favoreció la vuelta a la plena comunión de los obispos consagrados ilícitamente a lo largos de los años a partir de 1958».
A continuación, el cardenal Re pasa a atacar directamente al cardenal Zen, culpándolo de haber afirmado en diversas ocasiones que «habría sido mejor ningún acuerdo que un "mal acuerdo"». «Los tres últimos pontífices -continúa Re- no han compartido esta postura y han sostenido y acompañado la redacción del acuerdo que, por el momento, parece el único posible».
Estas afirmaciones del cardenal Re constituyen una distorsión grave de la realidad porque es más que evidente, en cambio, la diversidad de enfoque de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI respecto al pontificado actual. Si bien es verdad que había en ellos un gran deseo de dialogar con China, a lo que dedicaron muchos esfuerzos, también lo es que este deseo estaba en función exclusivamente de un único objetivo, a saber: ayudar a la Iglesia china -dividida entre "patriotas" y "clandestinos"- a reconciliarse. Al mismo tiempo, reafirmaban los puntos irrenunciables para un acuerdo, que tenían que respetar la libertad religiosa y la identidad de la Iglesia, incluida la libertad de nombrar obispos. Testimonio de ello son las duras respuestas que san Juan Pablo II dio a las provocaciones chinas en lo que concierne al nombramiento de los obispos; la decisión de proceder a la canonización de los mártires chinos el 1 de octubre de 2000 a pesar de las duras reacciones de Pekín; y la carta del 27 de mayo de 2007 de Benedicto XVI a los católicos chinos.
El cardenal Re pretende, además, desmentir una afirmación del cardenal Zen, según el cual el acuerdo firmado en septiembre de 2018 podía ser «el mismo que el papa Benedicto XVI se había negado a firmar con anterioridad». El decano asegura que ha verificado en el Archivo de la Secretaría de Estado y afirma con contundencia: «El papa Benedicto XVI había aprobado el proyecto de acuerdo sobre el nombramiento de los obispos en China, y que sólo ha sido posible firmar en 2018».
Por tanto, según el cardenal Re, el acuerdo secreto también llevaría la firma de Benedicto XVI, una revelación poco creíble que, llegados a este punto, exige que se demuestre con una prueba: que se hagan públicos los documentos de la Secretaría de Estado citados por el cardenal Re y el acuerdo secreto de 2018, con el fin de demostrar dichas afirmaciones.
La carta pretende ser una respuesta a la que el propio cardenal Zen envió a sus hermanos el pasado 27 de septiembre. El cardenal Re hace además una referencia explícita a otras intervenciones del cardenal Zen que, como es bien sabido, es muy activo en transmitir su voz a los católicos chinos llamados "clandestinos", que considera que han sido humillados y condenados por este acuerdo que sigue siendo secreto.
En la carta, el primer punto atañe a la presunta continuidad entre el papa Francisco y sus predecesores sobre los posibles acuerdos con China: «En el enfoque que se da a la situación de la Iglesia católica en China, hay una profunda sintonía de pensamiento y de acción de los últimos tres pontífices, los cuales, en el honor a la verdad, han favorecido el diálogo entre las dos partes, y no el desacuerdo». Se atribuye, por tanto, a san Juan Pablo II «la idea de llegar a un acuerdo formal con las autoridades gubernamentales respecto al nombramiento de los obispos», recordando que fue él quien «favoreció la vuelta a la plena comunión de los obispos consagrados ilícitamente a lo largos de los años a partir de 1958».
A continuación, el cardenal Re pasa a atacar directamente al cardenal Zen, culpándolo de haber afirmado en diversas ocasiones que «habría sido mejor ningún acuerdo que un "mal acuerdo"». «Los tres últimos pontífices -continúa Re- no han compartido esta postura y han sostenido y acompañado la redacción del acuerdo que, por el momento, parece el único posible».
Estas afirmaciones del cardenal Re constituyen una distorsión grave de la realidad porque es más que evidente, en cambio, la diversidad de enfoque de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI respecto al pontificado actual. Si bien es verdad que había en ellos un gran deseo de dialogar con China, a lo que dedicaron muchos esfuerzos, también lo es que este deseo estaba en función exclusivamente de un único objetivo, a saber: ayudar a la Iglesia china -dividida entre "patriotas" y "clandestinos"- a reconciliarse. Al mismo tiempo, reafirmaban los puntos irrenunciables para un acuerdo, que tenían que respetar la libertad religiosa y la identidad de la Iglesia, incluida la libertad de nombrar obispos. Testimonio de ello son las duras respuestas que san Juan Pablo II dio a las provocaciones chinas en lo que concierne al nombramiento de los obispos; la decisión de proceder a la canonización de los mártires chinos el 1 de octubre de 2000 a pesar de las duras reacciones de Pekín; y la carta del 27 de mayo de 2007 de Benedicto XVI a los católicos chinos.
El cardenal Re pretende, además, desmentir una afirmación del cardenal Zen, según el cual el acuerdo firmado en septiembre de 2018 podía ser «el mismo que el papa Benedicto XVI se había negado a firmar con anterioridad». El decano asegura que ha verificado en el Archivo de la Secretaría de Estado y afirma con contundencia: «El papa Benedicto XVI había aprobado el proyecto de acuerdo sobre el nombramiento de los obispos en China, y que sólo ha sido posible firmar en 2018».
Por tanto, según el cardenal Re, el acuerdo secreto también llevaría la firma de Benedicto XVI, una revelación poco creíble que, llegados a este punto, exige que se demuestre con una prueba: que se hagan públicos los documentos de la Secretaría de Estado citados por el cardenal Re y el acuerdo secreto de 2018, con el fin de demostrar dichas afirmaciones.
Si esto fuera verdad, la única deducción posible sería que el papa Benedicto XVI habría renegado de todo lo que ha escrito públicamente, como por ejemplo, la famosa y ya citada Carta a los católicos chinos de mayo de 2007. Además, Re no explica por qué, si Benedicto dio su aprobación al acuerdo, este no se firmó diez años antes.
De hecho, el pasaje que más consecuencias tiene para la Iglesia universal puede leerse inmediatamente después: «El acuerdo prevé la intervención de la autoridad del papa en el proceso de nombramiento de los obispos en China. También a partir de este dato cierto, la expresión Iglesia independiente ya no puede ser interpretada de manera absoluta, como "separación" del papa, tal como sucedía en el pasado».
De hecho, el pasaje que más consecuencias tiene para la Iglesia universal puede leerse inmediatamente después: «El acuerdo prevé la intervención de la autoridad del papa en el proceso de nombramiento de los obispos en China. También a partir de este dato cierto, la expresión Iglesia independiente ya no puede ser interpretada de manera absoluta, como "separación" del papa, tal como sucedía en el pasado».
Son afirmaciones que nos dejan pasmados: se puede ser una "Iglesia independiente" y al mismo tiempo, estar en comunión con el papa. Es una declaración que va más allá de los límites de la Iglesia china y que propone una nueva eclesiología.
Pero, refiriéndose a China, es exactamente lo que el papa Benedicto XVI negaba en su Carta a los católicos chinos, en la que definía los estatutos de la Asociación patriótica como «inconciliables con la doctrina católica» que, en cambio, el acuerdo secreto -en la medida en que podemos saber- legitima.
Está claro que el cardenal Re es consciente del alcance de estas afirmaciones, puesto que inmediatamente después explica que estamos delante de un «cambio de época», lo que implicará «consecuencias tanto a nivel doctrinal como práctico». Se habla, por tanto, de manera explícita de cambios doctrinales con tal de llegar al acuerdo con el gobierno chino, afirmación de enorme gravedad como se puede intuir fácilmente: es el enfoque exactamente opuesto al que manifestaron públicamente san Juan Pablo II y Benedicto XVI.
El resto de la carta cita las críticas más duras que el cardenal Zen ha dirigido al acuerdo, que se consideran una «impugnación» a la «misma guía pastoral del Santo Padre, también respecto a los católicos "clandestinos"», y se hace referencia al hecho de que el papa, en más de una ocasión, ha escuchado las razones del cardenal Zen y ha leído «sus numerosas misivas». El cardenal Zen se convierte, así, en el chivo expiatorio de las prolongadas «tensiones y situaciones dolorosas» que dividen a la Iglesia china, a pesar del esfuerzo del papa y sus colaboradores.
En otras palabras: el llamamiento del cardenal Re -el cual, claro está, no lo ha escrito por propia iniciativa- tiene como objetivo instar a sus hermanos a aislar al cardenal Zen, lo que lleva a pensar que la eliminación del arzobispo emérito de Hong Kong forma parte del acuerdo secreto.
Sin embargo, el cardenal Re debería explicarnos por qué después del acuerdo, las persecuciones contra los católicos en China se han intensificado, con el silencio absoluto por parte de la Santa Sede.
Y debería explicar también cómo es posible que la Asociación patriótica, ahora reconocida por la Santa Sede, nunca haya manifestado ni una sola vez el deseo de comunión con Roma.
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