jueves, 14 de abril de 2011
NO HEMOS ELEGIDO NACER
Qué bueno sería que antes de nacer pudiéramos elegir la ciudad, el color de la piel, los padres, las cualidades personales, etc. Pero la realidad es otra. Otros eligieron por nosotros.
Por Oswaldo Pulgar Pérez
Nadie ha elegido nacer. Vinimos al mundo porque Dios y nuestros padres así lo dispusieron. Salvo raras excepciones, tampoco nadie escoge el día en que quiere morir.
De aquí sacamos una conclusión: no somos señores de la vida y de la muerte. Sin embargo, el hombre desea ser como Dios. Quiere decidir cuándo debemos nacer. Si el bebé viene defectuoso, no queremos que nazca, pues lo consideramos un rayón.
La naturaleza trae para nosotros un mensaje ético. Se llama la Ley Natural y a quienes niegan que exista, les invitaría a desafiar la Ley de la Gravedad, que es otra ley natural, lanzándose desde un 8° piso. Si eso ocurre con una ley física, cuánto más con la ley moral, inscrita en nuestro propio ser.
Si pensamos que más hijos serían una carga insostenible, aplicamos el control. El disgusto de algunas amigas por un nuevo embarazo es llamativo. Incluso se les regaña ante tamaña insensatez: ¡Niña! ¿Cómo se te ocurre? Cuando un matrimonio aplica el control suelen decir: -¡Nos estamos cuidando! Insólito. Uno se cuida de algo malo, no de algo bueno, y mucho menos de un hijo.
Verdad es que hay circunstancias graves de salud o económicas, que aconsejan distanciar los nacimientos. La naturaleza ya lo tiene previsto con los ciclos fisiológicos. Pero eso es una excepción.
¿Por qué la iglesia Católica no permite el control artificial de la fecundación? La religión no prohíbe algo porque sí. Lo prohíbe porque es dañino. Entiéndase bien.
Los actos humanos no son malos porque están prohibidos, sino que están prohibidos porque son malos. Nadie puede criticar las protecciones de concreto para separar las dos direcciones de circulación en una autopista.
A nadie se le ocurre quitar la capacidad auditiva a un niño. Es una función natural que viene en "el paquete". Por eso resulta grotesco quebrar el brazo de un niño porque ha robado. Cabe entonces preguntarse: si no podemos disponer cuándo nacer ni cuándo morir, ¿cómo nos atrevemos a decidir cuándo y cómo deben nacer nuestros hijos?
Hitler lo intentó. Quería disponer las características con que debían nacer los niños alemanes para lograr la raza perfecta. Si nacimos por un error de cálculo, iríamos a escupir sobre la tumba de nuestros padres. Porque no fuimos queridos. Si nos parece atroz segar la vista a un niño, mucho peor es impedirle nacer.
Recuerdo ahora una historia que llamaron "Carta de un no nacido a sus padres".
He aquí unos párrafos. "Qué dices mamá, ¿que son muchos para un poco de pan? ¡Uno más! Al repartirlo les tocará menos a cada uno, pero a mí me harán muy feliz. Yo madre, no tengo nada que comer ni con qué cubrir mi nada. No puedo contentarme, esa es mi desgracia.
Conozco tus disculpas y pretextos que pones ante los extraños, como justificaciones de tu voluntaria esterilidad. Pero esas disculpas no nos convencen ni a Dios ni a nosotros. No nos tengan miedo. No les podemos causar daño. Al leer estas páginas, posiblemente pensarás en los días en que tu carne pudo más que tu espíritu.
¿Tampoco tú madre, me quieres atender? ¡Mamá, mamá! Te llamo mamá pensando que algún día podré decírtelo de verdad: madre buena, madre bella, madre cariñosa. No madre, no sufro, aquí en el reino de los no nacidos nadie puede sufrir, ni tampoco -sin su misericordia- gozar de Dios".
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