A medida que emerge el "lobby gay" Francisco queda más al descubierto
Por Marcelo González
Podría ser una pregunta retórica, pero no lo es. Tal vez pueda ser una pregunta inútil, según como se enfoque el ejercicio de respuesta. En todo caso, la respuesta sería una simple conjetura, aunque el motivo más interesante para formularla es analizar –hacer algunas consideraciones sobre- la velocidad a la se presentan los hechos y la estrategia del “Francis team” para ganar tiempo y asegurar una sucesión de su paladar. Es decir, estirar este colapso para buscar una transformación definitiva de ciertas estructuras a las cuales muchos seguirán considerando la Iglesia Católica “renovada”. Sin embargo, seguir adelante les está costando superar crisis cada vez más profundas.
Cabe reflexionar sobre las consecuencias de la renuncia de Benedicto, un papa que sobrevolaba sobre un mar de corrupción moral, financiera y naturalmente, doctrinal. Algunos de los problemas que intentó atacar fueron la causa de su abdicación, y cada vez resulta más evidente que al tocar en serio el tema del “lobby gay”, la sobrecarga eléctrica fue fulminante.
Francisco, fruto de ese coup d’Etat, se presentó como “el papa que venía a barrer la corrupción”. Quienes han seguido sus pasos ya saben que ha sido una figura chinesca para entretener a las masas y a algunos ingenuos a quienes suponíamos más despiertos. En estos meses, desde su visita a Chile, Irlanda y con la publicación de los desastres morales que afloran en todas partes, curiosamente siempre relacionados con conocidos, protegidos o favorecedores de Francisco, su posición se ha vuelto sumamente delicada. Tal el caso de la impresionante protección que brindó a Monseñor Zanchetta, ex obispo de Orán, Salta, cuyos detalles se pueden conocer en este artículo.
Documentos que alertan
Ya hemos comentado los documentos del Cardenal Müller y de Monseñor Schneider. A poco se conoció la declaración conjunta de los Cardenales Burke y Brandmüller, firmantes supérstites de las dubia sobre Amoris Laetitia. De Burke podemos decir que ha pasado del comentario –apreciable pero insuficiente- de estos terribles hechos doctrinales y disciplinarios, a rubricar una frase que, de ser consecuentes, esconde o anticipa una promesa: “Es urgente un acto resolutorio”. Puede verse en el vínculo la declaración completa en traducción de Settimo Cielo. Estos dos venerables cardenales hablan de “actuar”. ¿En qué consistirían ese o esos actos?
Se puede presumir que un “acto resolutorio” no será una mera reclamación a Francisco para que haga algo. Por el contrario, todo el documento parece indicar que la esperanza de que el Papa se corrija se ha desdibujado completamente. Otros deben realizar ese acto. Otros con autoridad emanada de Dios. Es decir, cardenales y obispos.
Estas declaraciones, más sonoras, fueron acompañadas por otras personalidades menos conocidas. Simultáneamente otros obispos en Alemania, Suiza, Polonia, EE.UU. hacen saber que hay un desvío intolerable de la Tradición (notemos que aparece la palabra, tantas veces esquivada para no quedar “pegados” a los tradicionalistas). La inquietud en el clero llano es enorme, aunque sean una minoría muy significativa los sacerdotes que ya no soportan esta situación. Y sabemos por vías directas e indirectas que no pocos obispos están muy angustiados por lo que está pasando. Por ahora, son un rebaño sin pastor.
El acto resolutorio urgente ¿será darle pastor al rebaño? Lo que podría resumirse en acciones tales como una declaración de “resistencia” a ciertas afirmaciones, documentos o resoluciones de Francisco. O un llamado a la retractación seguido de una declaración de censura eclesiástica (anatema) sobre sus dichos o sobre su persona. Y así, podemos imaginar fácilmente, se podría llegar a decisiones extremas, más allá, inclusive, de las expectativas de los iniciadores de esta protesta. Porque estas acciones pueden llegar más lejos de lo que se prevé por fuerza de una feligresía embravecida, traicionada y un clero que necesita orientación.
Los actos resolutorios que se vienen proponiendo difieren, más allá de lo que esté en la mente de los cardenales, que no conocemos. Algunos insisten en declarar nula la elección de Francisco porque Benedicto habría sido depuesto bajo amenazas y no abdicado por voluntad propia. Benedicto ayudaría mucho si declarara que esto fue así, pero dice lo contrario. Según sus palabras, su acto fue voluntario, aunque inventó un nuevo tipo de papado diárquico, al que los teólogos respetados consideran completamente novedoso. Que en términos teológicos significa “heterodoxo”. Otros opinan que hay que censurar a Francisco por el delito de herejía y deponerlo.
Muchos desean una rápida acción de la Providencia para que el problema se solucione solo, pero la secta que maneja el Vaticano y consiguientemente las estructuras formales de la Iglesia ya tiene asegurados sus cardenales para el cónclave, incluyendo al Camarlengo, Cardenal Farrell, discípulo dilecto de McCarrick -reducido al estado laical días atrás-. Pero McCarrick no es solo un perverso encumbrado, es una figura central en el juego del poder mundial, fuertemente respaldado por Soros y sus estructuras hipermillonarias. Frecuente invitado a la cumbre de Davos y artífice del pacto sino-vaticano por el cual Francisco entregó a la heroica Iglesia china a manos de los comunistas de la “iglesia patriótica”. Si algo no le va a faltar al Tío Ted será casa, comida ni viáticos para continuar su obra. Ni sucesores.
Lo cual pone al Cardenal Burke y a su colega alemán Brandmüller en una coyuntura compleja. ¿Qué pueden hacer resolutivamente sin sufrir un destino parecido al de Monseñor Lefebvre?
Seguramente la Providencia de Dios ha elegido un camino que nos va a sorprender. Meramente a modo de ejercicio pensemos en un Cónclave dividido, o, si el acto resolutorio urgente no tiene la facilidad de contar con la sede vacante, un acto de apariencia cismática: una lefebvrización. Lo reconocemos papa pero no obedecemos salvo en las cosas en que no se opongan a la Tradición y Doctrina de la Iglesia. Interesante perspectiva que podría hacer concurrir a muchas fuerzas de distinto origen, curadas ya de la centenaria papolatría del siglo XX, y crear un polo de resistencia capaz de hacer número en un cónclave o de realizar otro, en caso de fraude o privación de los derechos de los cardenales que se unan a este movimiento.
Algunos dirán que esto crearía una confusión extrema. Ante esta reserva podría argumentarse que, por el contrario, daría un horizonte a los católicos que están ya en extrema confusión. En un sentido amplio, católicos de Novus Ordo, de Misa Tradicional y hasta lefebvristas. En su momento, la FSSPX ha sostenido y estimo que sostiene que se podría colaborar con un papa que, pese a no estar completamente libre de los errores modernos, tuviese la intención de hacer bien a la Iglesia y dejar a los tradicionalistas en libertad de acción. Pensemos que un cambio de esta magnitud necesitaría de la re-formación (en dos sentidos de la palabra) de muchísimos miembros del clero y otro tanto de los fieles, en su conducta y en los conceptos básicos de la doctrina y la liturgia que ahora desconocen, en parte sin culpa.
El laicado en armas
Usando la antipática palabra “laicado” me refiero a los fieles que no forman parte de la jerarquía, no a los que tienen una ideología laicista. Pues bien, de entre ellos y con una gama de posiciones muy llamativa, vemos coincidir a periodistas, publicaciones, instituciones, movimientos, figuras de la cultura católica, dirigentes... En las conferencias de prensa a propósito de la “cumbre contra los abusos”, periodistas como Edward Pentin y Sandro Magister causaron enorme incomodidad a los panelistas organizadores del encuentro con preguntas muy sencillas. Monseñor Scicluna, el Cardenal Cupich y otros titubearon notablemente al ver que la prensa no le haría las cosas fáciles. Hubo manifestaciones públicas y declaraciones conjuntas. Esto, digamos así, por derecha.
Por izquierda tampoco ha sido del todo complaciente la prensa liberal. Reclama “transparencia”, quieren explicaciones sobre casos como el del íntimo amigo de Francisco, Monseñor Zanchetta, antes aludido. Este personaje huyó de su diócesis por acoso sexual a los seminaristas y malversación de bienes. Y aterrizó cuatro meses después como funcionario de una de las organizaciones vaticanas que manejan más dinero. En un cargo creado para él. Es difícil de explicar, tanto como porqué Monseñor Colombo, ex obispo de Orán, Monseñor Cargnello, obispo de Salta, el Cardenal Primado, Monseñor Poli, y el nuncio apostólico en ese momento, Monseñor Tscherrig, todos al tanto en detalle de la situación de Zanchetta, mantuvieron un cauto silencio durante años. Esto no lo digiere ni siquiera la prensa liberal un poco más seria. Tal vez porque Francisco, para dar muestra de sus preferencias por Zanchetta, durante este período de gracia, además de conseguirle trabajo lo alojó en Santa Marta, su propia residencia.
Sodoma
Para colmo de males, una organización notablemente bien financiada decidió lanzar a la venta en simultáneo en ocho idiomas y veinte países, en los días de esta cumbre, el libro “Sodoma”, del activista Francés Frèdèric Martel, militante LGBT que tiene como nota de honor en su prontuario el haber conseguido legalizar primero las uniones y luego el pseudo-matrimonio de personas del mismo sexo en Francia, mediante campañas dirigidas por él.
No es difícil imaginar de dónde sale el dinero, cuantioso, para promover de tal manera un libro que reclama ser una investigación de cuatro años en el corazón mismo del Vaticano, avalada por algunos funcionarios notoriamente homosexuales, como Monseñor Ricca, de infausta memoria en el Uruguay, de quien se pueden conocer antecedentes aquí y aquí. Pero este plan se organizó en la era pre-Zanchetta. Y se lanzó en medio de la tormenta por este y otros nombramientos, como el del citado Cardenal Camarlengo (es decir, el funcionario a cargo de la Iglesia durante la Sede Vacante y organizador del Cónclave), Monseñor Kevin Farrell, cercanísimo a McCarrick. El miércoles nombraron a uno, el sábado defenestraron al otro. Otra grave falta de transparencia, de tacto y difícil de justificar.
Se ha instalado ya en un número importante y poderoso de medios tradicionales y conservadores un estado de alerta general. ¡Esto no va más! Con su correspondiente contraparte en el bajo y medio clero y un creciente número de cardenales. Las jornadas de Roma han actuado como acelerador del proceso, recalentado los humores, extremado las urgencias.
Por momentos la pregunta del comienzo parece tener un asomo de respuesta. Quizás hayamos llegado al fondo y Francisco esté en el corredor de la muerte. Porque sus mandantes lo van a sostener en la medida en que sirva a sus propósitos, por más astuto que sea –lo es- y hábil para reconvertir situaciones desfavorables en salidas decorosas ante el juicio del mundo. Mas cada pirueta dialéctica que realiza deja nuevos muertos, heridos y descreídos.
¿Qué llegará primero, el fondo o el aplastamiento por la presión exterior?
Panorama Catolico
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