Reproducimos a continuación el artículo firmado por el psicólogo uruguayo Álvaro Farías, integrante de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
Una de las dificultades más grandes que tenemos a la hora de concientizar a la sociedad sobre el peligro que suponen las sectas, los grupos de abuso psicológico y las pseudoterapias que suelen tener derivas sectarias, es el hecho de que este fenómeno resulta invisible a los diferentes actores que en la sociedad debieran velar por la integridad de las personas.
Las sectas se mimetizan en nuestras sociedades bajo múltiples pantallas, asociaciones culturales, ONGs, grupos terapéuticos, grupos espirituales, todos ellos a simple vista, grupos que perseguirían fines loables. Es así que aparentemente rehabilitan adictos, atienden merenderos, ofrecen cursos de desarrollo personal, ofrecen salud y bienestar, ofrecen trabajo y la posibilidad de realizar una carrera empresarial. Y en la gran mayoría de los casos, estas pantallas les alcanzan para funcionar insertos en la sociedad amparados por los marcos regulatorios de los sistemas legales de nuestros países.
Los que dedicamos parte de nuestro trabajo a recibir y responder infinidad de correos electrónicos, llamadas telefónicas, mensajes en las redes sociales, de familiares de víctimas del fenómeno sectario, vemos la verdadera cara del hecho y las graves y muchas veces irreparables consecuencias que tiene el abuso del que son víctimas aquellos que tuvieron una experiencia sectaria. Con ese dolor empatizamos y ese dolor es el que nos mueve a no bajar los brazos en la tarea de generar conciencia en la sociedad del problema que esto supone.
La desinformación como problema
Nos encontramos muchas veces con un sistema legal que ampara el accionar de éstos grupos, no porque esté consagrado en la Ley su funcionamiento, sino porque la desinformación lleva a que, entre otras cosas, se diga que si una persona entró a este tipo de grupos siendo mayor de edad, entonces lo hizo por su propia cuenta, no percibiéndose de que una persona víctima de una secta, no entra a una secta por propia voluntad y discernimiento, sino que la manipulan y se adentra con un juicio crítico muy debilitado.
Otras veces nos encontramos con profesionales de la salud mental que suelen decir, “que si unos creen que Jesús está vivo otros podrían creen que serán salvados por los extraterrestres”, dando por descontado que lo que se atacan son creencias alternativas a las religiones tradicionales, como si se tratara de una nueva inquisición. Pero la verdad es que nunca es por el camino de los sistemas de creencias por el que vamos a lograr avanzar, nuevamente no se ve, no se percibe el abuso psicológico, la manipulación y la violencia que se ejercen detrás de pantallas espirituales y terapéuticas.
En otros casos vemos como, fundamentalmente en el ámbito de la psicología, quizás por falta de formación, quizás por un deseo de obtener más pacientes, muchos colegas incursionan en el esnobismo de las pseudoterapias (terapias que carecen de cualquier tipo de validación científica) e integran a sus currículum el hecho de ser biodecodificadores, ofrecen la apertura de Registros Akashicos, promueven la realización de talleres de Constelaciones Familiares y no faltarán quienes experimenten “viajes introspectivos” a través de la ingesta de la Ayahuasca.
No pasará mucho tiempo para que la propia relación terapéutica se pervierta y se pase a una situación de intrusismo profesional o abuso terapéutico hasta que los pacientes, pasen a ser verdaderos adeptos adoradores de quien pasa de ser de terapeuta a “terapeuta Gurú”.
La necesidad de dar una respuesta
¿Qué podemos hacer ante este problema en el cual las sectas se vuelven invisibles para las autoridades competentes, ya sea por su mimetismo o ya sea porque la ignorancia en el tema las vuelve indetectables? En primer lugar es importante trabajar muy duramente en la información y en la formación a todos los niveles educativos de la sociedad. Tarea que nos ocupa todos los días y que la mayoría lo hacemos de manera honoraria y sin guardarnos nada de la información que disponemos, si esta sirve para orientar y abrir los ojos.
Se vuelve un imperativo el hecho que las Universidades tomen este tema, lo asuman en sus proyectos de investigación y formen a los profesionales de las distintas disciplinas que tienen que ver con lo que nos ocupa. Entendemos que es un deber de principal importancia sobre todo para las Universidades Católicas que deben ser faros orientadores en todo lo que al cuidado de las personas se refiere.
La formación y la información debe ser protagónica en las carreras que tienen que ver con la salud, porque hoy día el rostro más visible del abuso psicológico es el terapéutico. Nos resulta completamente inaceptable que un médico valide el Reiki o que un Psicólogo lo haga con las Constelaciones Familiares. Sin duda que el apegarnos a lo científicamente validado en el ámbito de la salud debe ser también otro faro orientador.
Por último, creemos que es importantes estar atentos. El fenómeno sectario puede golpearnos a todos, nadie está vacunado, pero una sólida formación, un santo cultivo de la vida espiritual, dar prioridad al encuentro cara a cara con nuestros hijos, será sin lugar a dudas una parte importante de los factores protectores y de una efectiva prevención. Ante la duda o la sospecha, pedir información y asesoramiento a tiempo, puede ser la única forma de prevenir graves abusos y daños a los más vulnerables de nuestra sociedad.
Aleteia
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