El Papa subrayó que el “Adviento nos invita intensamente a que dejemos entrar cada vez más a Dios en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestros barrios, en nuestras comunidades, para tener una luz en medio de tantas sombras y en las dificultades de cada día.
El Santo Padre visitó la parroquia romana de San Maximiliano Kolbe, en la periferia de la capital, donde celebró la santa misa. La comunidad parroquial, que acoge a muchas familias llegadas desde el centro y sur de Italia, fue creada en 1984 y posee desde 2009 una nueva iglesia. Fue dedicada a Maximiliano María Kolbe, con motivo de la canonización del santo mártir franciscano polaco, asesinado en el campo de concentración de Auschwitz en 1941, después de un intenso apostolado misionero.
En su homilía el Papa subrayó que el “Adviento nos invita intensamente a que dejemos entrar cada vez más a Dios en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestros barrios, en nuestras comunidades, para tener una luz en medio de tantas sombras y en las dificultades de cada día. Y ha animado a los fieles a ser piedras vivas de la Iglesia.
Ninguna comunidad puede vivir como una célula aislada en el contexto diocesano; debe ser en cambio expresión viva de la belleza de la Iglesia que, bajo la guía del obispo -y, en la parroquia, bajo la dirección del párroco - camina en comunión hacia el Reino de Dios. En estos casi 30 años, la parroquia de san Maximiliano Kolbe ha crecido y se transformado con la llegada también de familias y personas provenientes de Europa Oriental y otros países. “Es importante -ha insistido el Pontífice- favorecer el diálogo y promover el entendimiento mutuo entre diferentes culturas, formas de vida y distintas condiciones sociales.
Aquí, como en todas las parroquias, hay que partir de los "vecinos" para llegar a "alejados", para traer una presencia evangélica en los ambientes de vida y de trabajo.
“Todos deben encontrar en la parroquia los medios adecuados de formación y dimensión comunitaria que es una característica fundamental de la vida cristiana”, ha explicado el Santo Padre: “haciendo comunidad en la escucha de la Palabra y en las celebración de los Sacramentos, en especial la Eucaristía.
Reunidos en torno a la Eucaristía, sentimos con más facilidad que la misión de toda comunidad cristiana es llevar el mensaje de Dios a todos los hombres.
Comentando, luego, el Evangelio de hoy, a cerca de la pregunta si es Jesús el Juez que cambiará el mundo o hay que esperar a otro. Benedicto XVI ha afirmado que profetas, ideólogos y dictadores que habían dicho que no era Él, han cambiado el mundo destruyéndolo y dejando un gran vacío. Así que de nuevo debemos ver a Cristo y pedirle "Eres tú?". Y el Señor, responderá lo que ha hecho: No he hecho una revolución sangrienta, no he cambiado el mundo con la fuerza, pero he encendido muchas luces que forman, en el tiempo, un gran camino de luz a lo largo de los milenios. "
Finalmente, el Papa recordó los ejemplos luminosos de San Maximiliano Kolbe, que se ofreció a morir de hambre para salvar a una familia; de Damián de Veuster, que vivió y murió con y para los leprosos; y la Madre Teresa De Calcuta que le dio tanta luz a las personas que, después de una vida sin luz, murieron con una sonrisa, porque fueron tocados por la luz del amor de Dios.
No es la violenta revolución del mundo, no son las grandes promesas las que cambian el mundo, sino la luz silenciosa de la verdad, la bondad de Dios que es el signo de Su presencia y nos da la certeza de que somos amados hasta el final, que no somos olvidados, que no somos un producto de la casualidad, sino de una voluntad de amor.
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