18 de Mayo: San Venancio, mártir
(Siglo III)
Sabiéndolo el santo joven, se presentó al presidente en la puerta de la ciudad confesando que adoraba a Jesucristo verdadero Dios y hombre, y no a los dioses falsos de los gentiles, que ni ven, ni oyen, ni pueden ayudar a los que les adoran y sirven.
El presidente mandó que lo detengan, y hablándole como padre, le aconsejó que mirase por sí; más como nada bastase para rendirle, le mando a azotar cruelmente y después cargarle de cadenas.
Pero Dios envió un ángel para que lo desate de ellas y el impío juez embravecido, ordenó que le abrasasen con lámparas encendidas, y que colgándole cabeza abajo, pusiesen debajo mucho humo.
Por segunda vez salió ileso del suplicio y fue visto andar entre el humo con una vestidura blanca.
Encerrado de nuevo en la cárcel, el juez le envió un hombre engañoso y astuto llamado Atalo, el cual le dijo que él también había sido primero cristiano, y después había abandonado la fe por entender que era una locura.
Conoció el santo los embustes de este ministro de Satanás, y le respondió como sus razones merecían; por lo cual mandó Antíoco quebrarle los dientes y quijadas y arrojarle a un muladar.
El ángel lo sacó de allí, y, capturado nuevamente, fue presentado a un juez de la ciudad, el cual cayó repentinamente muriendo, mientras decía:
- Verdadero es el Dios de Venancio que destruye nuestros dioses.
Entonces el prefecto condenó a Venancio a los leones hambrientos, y estos se echaron a los pies del mártir y se los lamían; arrastraron después al santo mancebo por lugares llenos de cardos y espinas y le despeñaron de una roca; y viendo que de todos los suplicios salía victorioso, y que con sus milagros muchos gentiles se convertían, mandó el tirano que le cortasen la cabeza.
Luego que se ejecutó la sentencia, se levantó tan grande tempestad de truenos y rayos, que el prefecto cayó temeroso del castigo; más pocos días después murió infelicísimamente.
Los cristianos recogieron el venerable cadáver de San Venancio y lo sepultaron en un lugar decente, con los sagrados cuerpos de otros mártires, y hoy se guardan con gran veneración en una iglesia dedicada a San Venancio en Camerino, de donde el santo es ciudadano y patrón.
No debe confundirse este santo con otro del mismo nombre, obispo y mártir, del que habla el martirologio el día primero de abril.
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