Bajo el disfraz del “desarrollo humano”, Monseñor Patrón Wong a cargo de los seminarios postconciliares permitió que la palabra del hombre triunfe sobre la Palabra de Dios
Por la Dra. Carol Byrne
Poco antes de su nombramiento por Francisco como Secretario de Seminarios, Monseñor Patrón Wong había hablado sobre los recientes desarrollos en la formación de los seminaristas en la Conferencia de Obispos de Estados Unidos:
“Desde hace 10 años he sido testigo cercano de la forma en que la Organización de Seminarios Latinoamericanos y del Caribe (OSLAM), junto con las organizaciones nacionales de seminarios, ha avanzado hacia lo que hemos llamado una 'revolución copernicana', un cambio radical de enfoque” (1).
Sin embargo, no abordó la conexión entre los cambios revolucionarios y el catastrófico descenso de las vocaciones sacerdotales que siguió al Vaticano II.
Cuando la Congregación para el Clero emitió sus nuevas directrices en 2016 para la selección y formación de candidatos al sacerdocio, Mons. Wong se entusiasmó con el nuevo enfoque precisamente por su naturaleza revolucionaria. Para aquellos que podrían verse tentados a pensar que este documento ‒titulado “El don de la vocación sacerdotal”, también conocido como Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis‒ se había apartado de los estándares delineados en el Vaticano II, nos asegura que era fiel al Concilio:
“La Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis tiene su origen en el primer artículo del decreto conciliar Optatam Totius. Establece normas generales que posteriormente se aplicarán a los diferentes contextos culturales, según la realidad de cada país.De este modo, Roma había abandonado deliberadamente su control central sobre los planes de estudio y la disciplina que se utilizaban en los seminarios, con el consiguiente caos en las áreas doctrinal, litúrgica y moral, que de hecho se ha producido a escala mundial después del Concilio. La formación sacerdotal está ahora determinada por las ideas que los obispos progresistas de todo el mundo han logrado imponer a través de las Conferencias Episcopales nacionales, que pueden variar de un país a otro, lo que no es precisamente una receta para la ortodoxia y la unidad.
Se trata de un diálogo entre la visión universal de la Santa Sede y la perspectiva específica de la Conferencia Episcopal. La razón de ser de este diálogo reside en la determinación conciliar de considerar la formación sacerdotal con un objetivo pastoral. No se trata de uniformizar la formación, sino de enunciar aquellos principios fundamentales cuya aplicación determinarían las respectivas Conferencias Episcopales” (2).
Es evidente que el obispo Wong está dispuesto a mantener en funcionamiento esta situación distópica, a juzgar por los criterios de su Congregación para la exclusión de candidatos que no encajan:
“Sin embargo, la admisión al seminario debe negarse a ciertos tipos anómalos”.A éstos los identifica jocosamente como:
● “Aquellos que tienen una cabeza grande pero un cuerpo pequeño (intelectualismo)”; [es decir, los “Doctores de la Ley”, “Fariseos” y Teólogos escolásticos, según Francisco]
● “Aquellos que tienen un espíritu fuerte pero una mente y un cuerpo frágiles (espiritualismo)”; [es decir, los devotos del Rosario, la Misa Tradicional y las formas tradicionales de piedad, ascetismo, etc.]
● “Aquellos que se jactan de tener un gran interés pastoral pero poseen poca motivación (pastoralismo)”; [es decir, quienes ven a los sacerdotes como teniendo una identidad separada de los laicos y no, en palabras de Francisco, “huelen a oveja”]
● “Aquellos que tienen un cuerpo fuerte pero una mente y un espíritu pequeños (superficialidad)” [es decir, que tienen una visión teológica demasiado estrecha, “anticuada”, apegada a reglas y rúbricas, no abierta al “ecumenismo”, la “libertad religiosa” y la “sinodalidad”, como lo promueven el Vaticano II y Francisco] (3).
El tono despectivo de estas críticas delata su hostilidad hacia los sacerdotes y fieles de mentalidad tradicional, a los que insta a “salir de su zona de confort para alcanzar un verdadero crecimiento”. Cualquiera que aprecie el valor de la formación tradicional en el seminario, que después de muchos siglos sigue produciendo abundantes vocaciones, puede deplorar con razón su rechazo de la Tradición Católica, que ha pisoteado cínicamente con el fin de complacer a los que están en el poder.
El cardenal Beniamino Stella, miembro del Cuerpo Diplomático del Vaticano durante muchos años, puso en práctica sus habilidades en una entrevista publicada en el Osservatore Romano en la que presentó las directrices de la Congregación sobre la formación en el seminario en los términos más elogiosos. Debemos tener en cuenta que “El don de la vocación sacerdotal” estaba profundamente imbuido de la “nueva teología” del Vaticano II, y estaba orgulloso de anunciar que estas directrices fueron “aprobadas por Francisco”.
Examinaremos cómo el documento se mantiene dentro de la “ventana de Overton” del discurso, que limita los parámetros de discusión sólo a aquellas ideas que los progresistas encuentran aceptables. Cualquier política que quede fuera de este marco de referencia restringido determinado por el Vaticano II se considera políticamente incorrecta, extrema, rígida o retrógrada.
En su entrevista, el card. Stella habló en el mismo sentido que el Vaticano II, es decir, en un espíritu de rechazo del pasado. Así que, naturalmente, desde la ventana de Overton fueron arrojados conceptos clave de la formación en el seminario que la Iglesia, en su sabiduría, había considerado esenciales para la formación teológica y moral de los futuros sacerdotes. En particular, afirmó que “las viejas concepciones sacras y burocráticas del ministerio deben ser superadas, para que podamos tener sacerdotes apasionadamente motivados por el Evangelio, capaces de ‘sentir con la Iglesia’ y ser, como Jesús, ‘samaritanos’ compasivos y misericordiosos” (4).
Se refería, por supuesto, a la “nueva teología” del sacerdocio, en gran medida modelada sobre el concepto protestante de “ministerio”, que fue concebido como fundamentalmente de carácter “pastoral”. De las palabras del cardenal Stella se desprende claramente que la intención de la reforma era desplazar el modelo “sacro” del sacerdote que el Concilio de Trento había identificado como la esencia del sacerdocio católico.
El padre Yves Congar, una de las principales influencias detrás de la redacción de Presbyterorum Ordinis (5), considera el “abandono del tridentismo” como uno de los grandes “beneficios” que el Vaticano II “ha traído a la Iglesia e incluso, se podría decir, al mundo” (6).
Pero esto dio como resultado una inversión de los fines del sacerdocio. Los sacerdotes ya no serían entrenados para pensarse a sí mismos como “el hombre de la Misa” que está consagrado principalmente para confeccionar la Eucaristía a través de la Transubstanciación –un término definitivamente excluido de la ventana de Overton. En cambio, se da prioridad sobre la Misa y los Sacramentos a una “Misión” corporativa compartida con todos los fieles, a una vida inmersa en el mundo secular y profano, con el objetivo de ayudar a mejorar las condiciones en esta vida.
De ahí que los decretos conciliares y los documentos posteriores insistan en un grado obsesivo en que los sacerdotes no deben estar “aislados” de los fieles, deben tener “compasión” y “comprensión” y mostrar evidencia de “madurez” psicológica. Todas estas críticas astutas –que socavan sutilmente la formación tradicional del seminario– son reforzadas por Francisco en sus constantes reprimendas a los sacerdotes formados tradicionalmente por su “rigidez” en la adhesión a la Tradición.
En cuanto al remedio propuesto por Stella para los supuestos males de la Tradición, recomienda la aplicación de grandes dosis de “acompañamiento” y “diálogo” en el seminario para alcanzar la tan cacareada “madurez afectiva” que supuestamente faltaba en los sacerdotes preconciliares:
En la misma entrevista, el cardenal continúa con uno de los temas favoritos de Francisco, el “discernimiento”:
El cardenal luego amplió el significado del “discernimiento” para los seminaristas:
Inmediatamente después del Concilio, la formación de los seminaristas sintió inmediatamente los efectos de estas ideas revolucionarias expresadas en términos de pedagogía, sociología y psicología modernistas (esta última ha demostrado haber contribuido directamente a casos de perversión moral entre el clero y al colapso de muchas Ordenes Religiosas).
Estos enfoques modernistas, que están imbuidos de falsas filosofías antagónicas a la Fe Católica, como el marxismo, el freudismo, el feminismo, etc., se hacen obligatorios en la formación de los seminaristas y se reiteran tres veces en Optatam Totius (§§ 2, 10, 20).
El card. Stella, que fue un fiel partidario del Vaticano II, confirmó el énfasis fundamentalmente antropológico del concilio cuando dirigió estas palabras a los sacerdotes: “Dejaos sostener y enseñar por la vida pastoral y por el Pueblo de Dios” (7).
Bajo el disfraz del “desarrollo humano”, la reforma del seminario postconciliar ha permitido que la palabra del hombre triunfe sobre la Palabra de Dios, conduciendo a la secularización gradual del sacerdocio en una espiral cada vez más descendente.
Continúa...
Notas:
El Prefecto de la Congregación para el Clero
El cardenal Beniamino Stella, miembro del Cuerpo Diplomático del Vaticano durante muchos años, puso en práctica sus habilidades en una entrevista publicada en el Osservatore Romano en la que presentó las directrices de la Congregación sobre la formación en el seminario en los términos más elogiosos. Debemos tener en cuenta que “El don de la vocación sacerdotal” estaba profundamente imbuido de la “nueva teología” del Vaticano II, y estaba orgulloso de anunciar que estas directrices fueron “aprobadas por Francisco”.
Cardenal Beniamino Stella
Examinaremos cómo el documento se mantiene dentro de la “ventana de Overton” del discurso, que limita los parámetros de discusión sólo a aquellas ideas que los progresistas encuentran aceptables. Cualquier política que quede fuera de este marco de referencia restringido determinado por el Vaticano II se considera políticamente incorrecta, extrema, rígida o retrógrada.
En su entrevista, el card. Stella habló en el mismo sentido que el Vaticano II, es decir, en un espíritu de rechazo del pasado. Así que, naturalmente, desde la ventana de Overton fueron arrojados conceptos clave de la formación en el seminario que la Iglesia, en su sabiduría, había considerado esenciales para la formación teológica y moral de los futuros sacerdotes. En particular, afirmó que “las viejas concepciones sacras y burocráticas del ministerio deben ser superadas, para que podamos tener sacerdotes apasionadamente motivados por el Evangelio, capaces de ‘sentir con la Iglesia’ y ser, como Jesús, ‘samaritanos’ compasivos y misericordiosos” (4).
Se refería, por supuesto, a la “nueva teología” del sacerdocio, en gran medida modelada sobre el concepto protestante de “ministerio”, que fue concebido como fundamentalmente de carácter “pastoral”. De las palabras del cardenal Stella se desprende claramente que la intención de la reforma era desplazar el modelo “sacro” del sacerdote que el Concilio de Trento había identificado como la esencia del sacerdocio católico.
El padre Yves Congar, una de las principales influencias detrás de la redacción de Presbyterorum Ordinis (5), considera el “abandono del tridentismo” como uno de los grandes “beneficios” que el Vaticano II “ha traído a la Iglesia e incluso, se podría decir, al mundo” (6).
Un manual progresista para seminarios
Pero esto dio como resultado una inversión de los fines del sacerdocio. Los sacerdotes ya no serían entrenados para pensarse a sí mismos como “el hombre de la Misa” que está consagrado principalmente para confeccionar la Eucaristía a través de la Transubstanciación –un término definitivamente excluido de la ventana de Overton. En cambio, se da prioridad sobre la Misa y los Sacramentos a una “Misión” corporativa compartida con todos los fieles, a una vida inmersa en el mundo secular y profano, con el objetivo de ayudar a mejorar las condiciones en esta vida.
De ahí que los decretos conciliares y los documentos posteriores insistan en un grado obsesivo en que los sacerdotes no deben estar “aislados” de los fieles, deben tener “compasión” y “comprensión” y mostrar evidencia de “madurez” psicológica. Todas estas críticas astutas –que socavan sutilmente la formación tradicional del seminario– son reforzadas por Francisco en sus constantes reprimendas a los sacerdotes formados tradicionalmente por su “rigidez” en la adhesión a la Tradición.
En cuanto al remedio propuesto por Stella para los supuestos males de la Tradición, recomienda la aplicación de grandes dosis de “acompañamiento” y “diálogo” en el seminario para alcanzar la tan cacareada “madurez afectiva” que supuestamente faltaba en los sacerdotes preconciliares:
“Sólo así será posible tener sacerdotes de carácter amable, auténticos, leales, interiormente libres, afectivamente estables, capaces de tejer relaciones interpersonales serenas y de vivir los consejos evangélicos sin rigideces, hipocresías ni escapatorias”.Pero esto da una finalidad distinta a la formación y ordenación de los sacerdotes. Los fieles no necesitan sacerdotes que sean sus amigos, compañeros, hermanos o consejeros psicológicos, sino, más bien, Padres que les extiendan los medios de vida eterna desde la cuna hasta la tumba. En el discurso del cardenal falta totalmente este aspecto de la paternidad espiritual, como tampoco la mención del deber primordial del sacerdote de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa.
En la misma entrevista, el cardenal continúa con uno de los temas favoritos de Francisco, el “discernimiento”:
“Quien sigue el camino evangélico y se sumerge en la vida en el espíritu, supera tanto un enfoque ideológico como un enfoque rigorista, descubriendo que los procesos y las situaciones de la vida no se pueden clasificar a través de esquemas inflexibles o normas abstractas, sino que necesitan, en cambio, escucha, diálogo e interpretación de los movimientos del corazón”.No podemos dejar de notar una estrecha similitud entre la elección vacía de palabras y frases del cardenal y el lenguaje de los propios documentos del Vaticano II. Ambos se caracterizan por un sentimentalismo empalagoso y se expresan en términos vagos y utópicos destinados a despertar emociones positivas sobre las reformas.
El cardenal luego amplió el significado del “discernimiento” para los seminaristas:
“En su intervención en la última Asamblea de la Compañía de Jesús, Francisco expresó su preocupación por este tema: “Observo –dijo– la falta de discernimiento en la formación de los sacerdotes. De hecho, corremos el riesgo de acostumbrarnos al ‘blanco y negro’ y a lo legal. Estamos bastante cerrados, en general, al discernimiento”.¿Qué “discernir” de todo esto? No es más que una repetición de la “ética situacional” que había entrado en los seminarios en los años 60 y que sigue subvirtiendo las mentes de los candidatos al sacerdocio en nuestros días.
Una cosa es clara: hoy en cierta cantidad de seminarios se ha restablecido una rigidez que no tiene relación con el discernimiento situacional”. El desafío principal sobre el que la Ratio quiere concentrarse nos lo ha sugerido, una vez más, el papa Francisco: formar sacerdotes “visionarios en el discernimiento” (Misericordia et misera, n. 10)”.
Estos enfoques modernistas, que están imbuidos de falsas filosofías antagónicas a la Fe Católica, como el marxismo, el freudismo, el feminismo, etc., se hacen obligatorios en la formación de los seminaristas y se reiteran tres veces en Optatam Totius (§§ 2, 10, 20).
El card. Stella, que fue un fiel partidario del Vaticano II, confirmó el énfasis fundamentalmente antropológico del concilio cuando dirigió estas palabras a los sacerdotes: “Dejaos sostener y enseñar por la vida pastoral y por el Pueblo de Dios” (7).
Bajo el disfraz del “desarrollo humano”, la reforma del seminario postconciliar ha permitido que la palabra del hombre triunfe sobre la Palabra de Dios, conduciendo a la secularización gradual del sacerdocio en una espiral cada vez más descendente.
Continúa...
Notas:
1) Jorge Carlos Patrón Wong, Obispo Coadjutor de Papantla, México, ‘Candidates for the Priesthood and Religious Life. Selection, Screening and Formation’ (Candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa. Selección, selección y formación), Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, febrero de 2012.
2) Jorge Carlos Patrón Wong, Arzobispo Secretario de Seminarios de la Congregación para el Clero, The key aspects of the Ratio Fundamentalis and their application (Los aspectos clave de la Ratio Fundamentalis y su aplicación), Conferencia de Obispos de Filipinas, 27 de enero de 2018.
3) Ibid.
4) Interview with the Prefect of the Congregation for the Clergy His Eminence, Beniamino Cardinal Stella, ‘The Gift of Priestly Vocation’, Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis (Entrevista al Prefecto de la Congregación para el Clero, Su Eminencia, el Cardenal Beniamino Stella, 'El don de la vocación sacerdotal', Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis), L'Osservatore Romano, 7 de diciembre de 2016.
5) Y. Congar, My Journal of the Council (Mi diario del Concilio), p. 867. Con referencia a la Comisión que preparó el borrador del futuro Presbyterorum Ordinis, Congar afirma que “el trabajo ha sido realizado, esencialmente, por Lécuyer, Onclin y yo mismo”.
6) Y. Congar, Fifty Years of Catholic Theology: Conversations with Yves Congar (Cincuenta años de teología católica: conversaciones con Yves Congar), editado e introducido por Bernard Lauret, trad. John Bowden, Minneapolis, MN: Fortress Press, 1988, pág. 3.
7) B. Stella, L'Osservatore Romano, 7 de diciembre de 2016, al comentar la inminente publicación del documento “El don de la vocación sacerdotal”, de la Congregación para el Clero.
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