Cuando el papa Juan XXIII publicó el Calendario de 1960, inexplicablemente faltaba uno de sus santos predecesores: el Papa San León II (682-683), cuya fiesta era el 3 de julio. ¿Porqué fue eliminado?
Por la Dra. Carol Byrne
¿Qué posible excusa podría justificar la destitución de un Papa de impecable ortodoxia a quien el Liber Pontificalis (El Libro de los Pontífices) describe como “un hombre de gran elocuencia, competentemente versado en la Sagrada Escritura, competente en griego y latín, y distinguido por su canto y salmodia”? (1)
El misterio se profundiza cuando consideramos que este Papa ejemplar fue expulsado del Calendario Universal por un Papa posterior sin una buena razón.
Los criterios inventados por monseñor Bugnini para suprimir fiestas no podían aplicarse, ni por asomo, a los de san León II. Esta vez no se trataba de una “duplicación”: Era la única fiesta de San León II en el Calendario.
Tampoco podría rechazarse por ser “no histórico”: el reinado del Papa León está bien documentado y sus escritos se han conservado.
Cualquier intento de suprimir la fiesta porque “no tenía un significado universal” (otro de los pretextos de Bugnini para empuñar el hacha) estaría condenado al fracaso: el respaldo del Papa León al Sexto Concilio Ecuménico (680-681) se refería a un asunto doctrinal que seguía siendo vinculante para todos los futuros Papas.
La situación obviamente requería el despliegue de todos los poderes de inventiva de Bugnini y el uso de una técnica en la que era particularmente hábil: el juego de manos que engaña al ojo.
El plan básico era hacer arreglos para que 3 santos (León II, Ireneo y Tomás el Apóstol) compitieran por 2 fechas en el calendario: el 28 de junio y el 3 de julio, con solo un santo pudiendo ocupar cualquiera de los dos días.
Antes de 1960, el 28 de junio era la fiesta de San Ireneo (2) y el 3 de julio la de San León II (3). Pero en la Reforma de 1960, San Ireneo fue trasladado al 3 de julio con la excusa de que el 28 de junio (la Vigilia de San Pedro y San Pablo) debía quedar libre. San León fue, por lo tanto, completamente suplantado.
Luego, en 1969, en un abrir y cerrar de ojos, San Ireneo fue devuelto al 28 de junio, lo que demuestra que no era imperativo que lo hubieran trasladado en primer lugar. Pero el 3 de julio no se restauró a San León (quien, para entonces, estaba convenientemente olvidado por la mayoría de la gente). Se entregó, en cambio, a Santo Tomás Apóstol que fue trasladado de su tradicional fecha del 21 de diciembre.
Así, cuando finalmente la música cesó, fue San León II el que se quedó definitivamente sin asiento, una pérdida para la Iglesia que pasó en gran medida desapercibida en el intercambio de días santos en el Calendario. ¿Quién conmemora hoy la fiesta de San León II, o siquiera sabe que el mayor logro de su pontificado fue confirmar la excomunión póstuma del Papa Honorio I por complicidad en la herejía? (4)
Queda la pregunta de por qué San León tuvo que ser eliminado del Calendario.
Cuando examinamos los antecedentes de las reformas de 1960, vemos que, como era de esperar, San León II fue el perdedor en el juego de las sillas litúrgicas incluso antes de que comenzara a sonar la música.
Pero, antes, unas palabras sobre León II. Al excluir a Honorio de la Iglesia con el respaldo de un Concilio Ecuménico, el Papa León II simplemente estaba cumpliendo con el deber más alto del oficio petrino: mantener la unidad sobrenatural de la Fe en toda la Iglesia para el bien de las almas.
El misterio se profundiza cuando consideramos que este Papa ejemplar fue expulsado del Calendario Universal por un Papa posterior sin una buena razón.
Los criterios inventados por monseñor Bugnini para suprimir fiestas no podían aplicarse, ni por asomo, a los de san León II. Esta vez no se trataba de una “duplicación”: Era la única fiesta de San León II en el Calendario.
Tampoco podría rechazarse por ser “no histórico”: el reinado del Papa León está bien documentado y sus escritos se han conservado.
Cualquier intento de suprimir la fiesta porque “no tenía un significado universal” (otro de los pretextos de Bugnini para empuñar el hacha) estaría condenado al fracaso: el respaldo del Papa León al Sexto Concilio Ecuménico (680-681) se refería a un asunto doctrinal que seguía siendo vinculante para todos los futuros Papas.
La situación obviamente requería el despliegue de todos los poderes de inventiva de Bugnini y el uso de una técnica en la que era particularmente hábil: el juego de manos que engaña al ojo.
Un juego de 'sillas litúrgicas'
El plan básico era hacer arreglos para que 3 santos (León II, Ireneo y Tomás el Apóstol) compitieran por 2 fechas en el calendario: el 28 de junio y el 3 de julio, con solo un santo pudiendo ocupar cualquiera de los dos días.
Antes de 1960, el 28 de junio era la fiesta de San Ireneo (2) y el 3 de julio la de San León II (3). Pero en la Reforma de 1960, San Ireneo fue trasladado al 3 de julio con la excusa de que el 28 de junio (la Vigilia de San Pedro y San Pablo) debía quedar libre. San León fue, por lo tanto, completamente suplantado.
Santo Tomás Apóstol, San Ireneo, Papa San León II: cuando terminó el juego, León II quedó fuera
Luego, en 1969, en un abrir y cerrar de ojos, San Ireneo fue devuelto al 28 de junio, lo que demuestra que no era imperativo que lo hubieran trasladado en primer lugar. Pero el 3 de julio no se restauró a San León (quien, para entonces, estaba convenientemente olvidado por la mayoría de la gente). Se entregó, en cambio, a Santo Tomás Apóstol que fue trasladado de su tradicional fecha del 21 de diciembre.
Así, cuando finalmente la música cesó, fue San León II el que se quedó definitivamente sin asiento, una pérdida para la Iglesia que pasó en gran medida desapercibida en el intercambio de días santos en el Calendario. ¿Quién conmemora hoy la fiesta de San León II, o siquiera sabe que el mayor logro de su pontificado fue confirmar la excomunión póstuma del Papa Honorio I por complicidad en la herejía? (4)
Queda la pregunta de por qué San León tuvo que ser eliminado del Calendario.
Cuando examinamos los antecedentes de las reformas de 1960, vemos que, como era de esperar, San León II fue el perdedor en el juego de las sillas litúrgicas incluso antes de que comenzara a sonar la música.
En defensa del Papa León II
Pero, antes, unas palabras sobre León II. Al excluir a Honorio de la Iglesia con el respaldo de un Concilio Ecuménico, el Papa León II simplemente estaba cumpliendo con el deber más alto del oficio petrino: mantener la unidad sobrenatural de la Fe en toda la Iglesia para el bien de las almas.
Honorio I 'por profana traición permitió que se manchara la pureza de la Tradición Apostólica'
Como la salvación de las almas es la razón misma del establecimiento y la existencia continua de la Iglesia, ningún Papa que deje de tomar medidas efectivas contra los que difunden el error doctrinal puede considerarse que ha cumplido con los deberes de su oficio (5).
Ese fue el cargo contra el Papa Honorio: negligencia en el cumplimiento del deber. Fue anatematizado por el Sexto Concilio Ecuménico y por el Papa León II, no por enseñar la herejía él mismo, sino por su aquiescencia pasiva y por no usar su autoridad para reprimirla. En palabras del Papa León II, él “no santificó a esta Iglesia Apostólica con la enseñanza de la Tradición Apostólica, sino que por profana traición permitió que se manchara su pureza” (6).
Este veredicto fue corroborado por el teólogo y Doctor de la Iglesia, San Alfonso María de Ligorio (7).
La diferencia entre León II y Juan XXIII
La diferencia radica, por un lado, en la firme negativa tradicional de León II a tolerar a aquellos que propagan la herejía o permiten que se arraigue en la Iglesia y, por el otro, la “teología” radicalmente alterada de Juan XXIII de gobierno papal (el enfoque “suave” respecto al error).
Juan XXIII declaró en su discurso de apertura del Concilio que “la Iglesia prefiere hoy hacer uso de la medicina de la misericordia, antes que de las armas de la severidad” y proceder “mostrando la validez de su enseñanza, antes que emitiendo condenas”.
Romano Amerio, un conocido escritor sobre el Vaticano II, señaló que esta posición con respecto al error doctrinal era “una novedad definitiva, y se anunció abiertamente como un nuevo punto de partida para la Iglesia” (8).
La desviación fue de la auténtica enseñanza y práctica católica. La novedad consistía en presentar la condena del error -y el castigo de sus perpetradores- como “opuesta a la misericordia”. Pero, como la misión de la Iglesia es luchar contra el mal y salvar almas a través de la conversión a la Verdad, la condena del error del Papa León II fue en sí misma una Obra de Misericordia, de hecho, una de las Siete Obras Espirituales de Misericordia.
Romano Amerio, haciéndose eco de la enseñanza perenne de la Iglesia, señaló:
“Se necesitan dos cosas para mantener la verdad. Primero: sacar el error del ámbito doctrinal, lo que se hace refutando los argumentos erróneos y demostrando que no son convincentes. Segundo: eliminar a la persona en error, es decir, deponerlo de su cargo, lo cual se hace por un acto de la autoridad de la Iglesia” (9) [Énfasis en el original]Esta discrepancia entre los dos Papas muestra hasta qué punto la “nueva teología” del Vaticano II es irreconciliable con la defensa tradicional de la doctrina católica ejemplificada por el Papa León II.
Los Papas del Vaticano II blandos con la herejía
El papa Pablo VI lamentó la disidencia masiva y abierta de la enseñanza del Magisterio entre la Jerarquía. Pero permitió que obispos, sacerdotes, teólogos y profesores de seminario disidentes siguieran criticando y socavando públicamente la enseñanza de la Iglesia, y descarriando a innumerables almas.
Juan XXIII intercambia cordialidades con el protestante Roger Schutz
Amerio explicó cómo Pablo VI trató a los que rechazaron el Magisterio:
“Pablo VI prefirió dar discursos y advertencias que recordaran a las personas su deber sin condenarlas, que les hiciera conscientes de algo sin obligarlas y daba instrucciones sin insistir en que se siguieran” (10).A la mayoría de los católicos de hoy se les escapa que la renuencia del papa a aplicar las penas de la ley contra los disidentes no arrepentidos es parte de la razón por la cual persisten en sus errores.
Toda la evidencia muestra que la nueva política de no disciplinar y remover a los clérigos disidentes ya ha tenido los siguientes efectos:
♦ Ha dado a los culpables una señal inequívoca de que quedarán impunes
♦ Ha llevado a que la autoridad sea ignorada por aquellos que están obligados a obedecerla
♦ Ha desacreditado a la autoridad
♦ Ha dado paso al reinado del liberalismo en la teología dogmática y moral
♦ La anarquía ha reinado suprema en asuntos dogmáticos y morales
Pablo VI besa al patriarca cismático Atenágoras
Antes del Concilio Vaticano II, que un Papa incluso favoreciera la herejía era considerado un delito excomulgable (11). Pero, en innumerables casos desde entonces, los “papas” han premiado a los progresistas y abandonado o incluso condenado a los defensores de la fe católica.
Salida de San León II
El tema central de la expulsión del Papa León del Calendario es el cambio de concepto del Papado. Este Papa del siglo VII no se limitó a amonestar, sino que tomó medidas firmes contra el origen y la propagación de la herejía, sin perdonar a uno de sus predecesores. Era, por lo tanto, un “signo de contradicción”, una afrenta directa a los “papas” del Vaticano II que permitieron que un enjambre de herejías invadiera y se instalara en la Iglesia, todo por la causa del ecumenismo, la libertad religiosa y la colegialidad.
Con la desaparición de San León II de la escena litúrgica, pocas personas hoy en día ven la conexión entre el colapso dogmático y moral que es evidente a nuestro alrededor y el fracaso de los papas modernos para tratar con eficacia la crisis.
En esta nueva situación, hay que hacer una elección. ¿Estamos a favor de la fe católica o en contra de ella? ¿Estamos a favor de oponernos a Honorio (y sus contrapartes modernas), o de permitirles perpetuar el error y la herejía? ¿Estamos para defender a la Iglesia, o para conciliar con los que quieren destruirla? No hay camino medio posible aquí. Aquí es donde se divide la espada de San Miguel.
Continúa...
Notas:
1) “Vir eloquentissimus, in divinis Scripturis enougher instructus, greca latinaque lingua eruditus, cantelena ac psalmodia praecipuus”. Véase Louis Duchesne (ed.), Le Liber Pontificalis, París, 1886-1892, vol. 1, pág. 359.
2) Esto solo fue así a partir de 1921 cuando el Papa Benedicto XV extendió su fiesta (anteriormente celebrada en Lyon) al Calendario Universal. Según el Martirologio Romano, el 28 de junio era tradicionalmente la fiesta de San León II en Roma.
3) Irónicamente, el 3 de julio (1982) fue el día en que el arzobispo Bugnini murió en Roma. En el estado actual de la Iglesia, no está más allá de los límites de la posibilidad que un día pueda ser “canonizado” y que esta fecha se convierta en la fiesta de “San Aníbal”.
4) Esta fue la herejía monotelita que surgió entre los patriarcas de Constantinopla en el siglo VII. Reconocieron la doctrina ortodoxa de las dos naturalezas de Cristo (divina y humana), pero su doctrina de que Él tenía una sola Voluntad común a ambas naturalezas fue condenada como herética por el Sexto Concilio Ecuménico en 681.
5) La seriedad con que la Iglesia consideró el oficio petrino se puede ver en las palabras del predecesor del Papa León, el Papa San Agatho (678-681), quien se dirigió al Sexto Concilio Ecuménico así: “¡Ay de mí si dejo de predicar la verdad
de mi Señor, que ellos [los Romanos Pontífices] predicaron con sinceridad. ¡Ay de mí, si encubro la verdad en el silencio... ¿Qué diré en el examen futuro por el mismo Cristo, si me avergüenzo (¡Dios no lo quiera!) de predicar aquí la verdad de sus palabras? ¿Qué satisfacción podré dar por mí mismo, cuál por las almas que se me encomiendan, cuando Él exige estricta cuenta del oficio que he recibido?”
de mi Señor, que ellos [los Romanos Pontífices] predicaron con sinceridad. ¡Ay de mí, si encubro la verdad en el silencio... ¿Qué diré en el examen futuro por el mismo Cristo, si me avergüenzo (¡Dios no lo quiera!) de predicar aquí la verdad de sus palabras? ¿Qué satisfacción podré dar por mí mismo, cuál por las almas que se me encomiendan, cuando Él exige estricta cuenta del oficio que he recibido?”
6) También escribió a los obispos españoles, culpando a Honorio por no haber apagado, como correspondía a su autoridad apostólica como Papa, las llamas de la doctrina herética en un principio, sino haberlas fomentado con su negligencia. Cabe señalar que uno de los predecesores de León II, el Papa Martín I (649-655), murió mártir a manos del emperador bizantino Constancio II por haber defendido a la Iglesia contra la herejía monotelita que el Papa Honorio se había negado a combatir.
7) San Alfonso declaró: “Honorio puede, con todo derecho, ser absuelto de la herejía monotelita, pero aun así fue justamente condenado por el Concilio, como partidario de los herejes, y por su negligencia en reprimir el error”. Véase The History of Heresies, and their Refutation, or the Triumph of the Church, 2 vols., Dublin: James Duffy, 1847, vol. 1, pág. 199.
8) Romano Amerio, Iota Unum: A Study of Changes in the Catholic Church in the 20th Century, Angelus Press, 1999, p. 80.
9) Ibídem, pág.. 145
10) Ibídem, pág.. 146
11) San Alfonso María de Ligorio estuvo de acuerdo en que el Papa Honorio “fue muy apropiadamente condenado [por León II], porque los partidarios de la herejía y sus autores son igualmente culpables” (The History of Heresies, and their Refutation, or the Triumph of the Church, p. 194)
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