martes, 30 de septiembre de 2025

LA MASONERÍA Y LA EDUCACIÓN

La Francmasonería quiere substituir la base cristiana por otra masónica, absolutamente extraña al Cristianismo.

Por Monseñor de Segur (1878)


XXV

QUE LA FRANCMASONERÍA COMIENZA A APODERARSE DE LA INFANCIA POR MEDIO DE LA INSTRUCCIÓN Y DE LA EDUCACIÓN

Esta segunda arma es tal vez más peligrosa que la primera. La Francmasonería parecía tenerla un poco olvidada; pero apercibida de ello, proyectó lo que vamos a ver.

La Iglesia hace cristianos y echa los cimientos de su vida religiosa por medio del Bautismo, del Catecismo y de la primera Comunión. La Francmasonería, que es enemiga de la Iglesia, nada acepta de todo eso, o por mejor decir, quiere substituir esta base cristiana por otra masónica, absolutamente extraña al Cristianismo. Procura en primer lugar imprimir el sello masónico en los tiernos niños, para lo cual tiene una ceremonia de adopción que se celebra “al resplandor de la Luz masónica”, y dice al pobre niño a quien adopta: “Brille a tus ojos la Luz masónica como más tarde la haremos brillar en tu entendimiento” (1). A la manera que el niño bautizado se hace cristiano y miembro de la Iglesia, así también el niño adoptado se vuelve lobezno (2) y miembro de la Francmasonería. Estos lobeznos, si son pobres, tienen derecho a ser socorridos por los Hermanos.

En un hospicio de Aviñón, una pobre mujer presentó a las Hermanas de la Caridad un niño de once meses, declarando a la Superiora que se encontraba de paso por la ciudad, y pidiéndole algunos remedios para su niño. La Religiosa, acariciándole, vio colgada a su cuello una medalla extraña, y preguntó a la madre: “¿Qué medalla es ésta?”

- “Es la medalla de los francmasones”- respondió ésta; y haciéndole la Hermana algunos cargos sobre esto, diciéndole que los francmasones estaban excomulgados, la infeliz contestó sin rodeos: 

-“Si me presento con esta medalla al jefe de una logia, obtendré al punto un socorro en dinero para continuar mi viaje”.

Parece que en algunos arrabales de París el número de esos lobeznos es muy considerable entre los hijos de la clase obrera. ¡Pobres niños!

Pero es sobre todo por medio de las escuelas como la Francmasonería quiere hacerse dueña de los niños. “Es preciso preparar el mundo profano a recibir nuestros principios” -decía El Mundo Masónico (Octubre de 1866)- Considero la instrucción primaria como la piedra angular de nuestro edificio... ¿Debe suprimirse del programa la instrucción religiosa?... El principio de autoridad sobrenatural (es decir, la fe), que arranca al hombre su dignidad, es inútil para conservar la disciplina entre los niños (¡qué carencia de sentido práctico!) y susceptible de llevarlos al olvido de toda moral (¡ qué carencia de sentido moral!): así, pues, debemos renunciar a ella. Nosotros enseñaremos los derechos y los deberes en nombre de la libertad, de la conciencia, de la razón, y hasta en nombre de la solidaridad. (¡Qué bien se muestra la jerga revolucionaria, hueca y sonora, y que con sus palabrotas no sabe lo que se dice!) La Francmasonería debe ser el molde de la sociedad moderna; debe formar hombres libres. (Ya conocemos esa libertad). Crear escuelas, sobre todo escuelas de adultos y orfelinatos, es el mejor medio para vulgarizar la Francmasonería”.

Estos deseos, adoptados por un gran número de logias, han sido sancionados y realizados por un decreto del Gr∴ Or∴ de Francia (en Enero de 5867, o en lengua cristiana, de 1867). Según este decreto, “se ha decidido en Consejo, que el Gr∴ Or∴ se pondría al frente de una obra, cuyo objeto sería el ayudar y fomentar la instrucción primaria, otorgando cada año recompensas, bien a los maestros y maestras, bien a los alumnos; y el fundar escuelas primarias y clases de adultos, cuando las circunstancias lo permitieren”. Luego expone dicha circular la organización de la obra, que será dirigida por las logias, o por Comités nombrados por ellas; el modo de verificarse las subscripciones, y la necesidad de desplegar el mayor celo; decidiendo que las recompensas y libretas de las Cajas de ahorros irán acompañadas de una medalla con la siguiente inscripción: Gran Oriente de Francia, Impulso a la instrucción primaria en nombre de los francmasones del Oriente de...

Al año siguiente se decidió la fundación de cuarenta escuelas primarias masónicas en los veinte distritos de París; dos en cada distrito: una para niños, y otra para niñas.

Peligrosa es la propaganda de las escuelas protestantes, pero a mi juicio ésta lo será mucho más.

Como complemento, El Mundo Masónico nos anuncia “la redacción de un catecismo de moral para uso y al alcance de los niños; un catecismo que les enseñará a escuchar más bien su conciencia que la tradición (es decir, la Religión y la Iglesia); a ser virtuosos por principio (como si los cristianos no fueran virtuosos por principio), por convicción (como si la fe no fuese la más seria, la única seria de todas las convicciones), y en fin con desinterés (como si la esperanza del Cielo y el temor del infierno nos impidiesen servir y amar a Dios con pureza)”. En Junio de 1867 se concedió un premio de quinientos francos para este objeto.

En fin, en Noviembre de 1866 los francmasones de la Alsacia inauguraron una liga de enseñanza para Francia a ejemplo de la que funciona en Bélgica desde 1864. Esta liga tiene por principio fundamental “no servir a los intereses particulares de ninguna opinión religiosa”; en otras palabras, suprimir absolutamente la fe en la enseñanza y en la educación. El H∴ Macé, promotor de esta liga impía, había recogido al cabo de un mes numerosas subscripciones, y El Mundo Masónico declaraba que los franceses debían adherirse en masa a esta liga bienhechora, y que las logias debían “estudiar en la paz de sus Templos (sic) los medios más conducentes a hacerla eficaz”.

En Francia se cuentan un millón seiscientos mil francmasones: ¡juzgad si es quimérico el peligro! ¡Ténganlo en cuenta, no solamente los pastores de almas, sino también los padres de familia que conserven en su corazón la menor chispa de fe!

Continúa...


Notas:

1) El H∴ Ragón, Ritual de adopción de los Lobeznos.

2) También llamados “lovetones


 
 

 
 


EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS (60)

Continuamos con la publicación del libro escrito por la mística Maria Valtorta (1897-1961) en el cual afirmó haber tenido visiones sobre la vida de Jesús.


60. Curación de la suegra de Simón Pedro (299).
3 de noviembre de 1944.

1 Pedro le está hablando a Jesús. Dice: 
“Maestro, quisiera rogarte que vengas a mi casa. No me atreví a decírtelo el sábado pasado. Pero... querría que vinieras”.
“¿A Betsaida?
“No, aquí... a casa de mi mujer; la casa natal, quiero decir”.
“¿Por qué este deseo, Pedro?”.
“Por muchas razones... y, además, hoy me han dicho que mi suegra está enferma. Si quisieras curarla, quizás te...”.
“Termina, Simón”.
“Quería decir... si te la presentasen, ella dejaría... sí, en definitiva, ya sabes, una cosa es oír hablar de uno y otra cosa es verle y oírle; y si esta persona, además, cura, pues entonces...”.
“Entonces cesa incluso el odio, quieres decir”.
“No, odio no. Pero, ya sabes... el pueblo está dividido en muchos pareceres, y ella... no sabe a quién hacer caso. Ven, Jesús”.
“Voy. Vamos. Advertidles a los que esperan que les hablaré desde tu casa”.

2 Van hasta una casa baja, aún más baja que la de Pedro en Betsaida, y situada aún más cerca del lago, del que está separada por una faja de orilla guijarrosa; y creo que durante las borrascas las olas van a morir contra los muros de la casa, que es baja pero muy ancha, de forma que da la impresión de que estuviera habitada por varias personas.
En el huerto que se abre en la parte delantera de la casa, hacia el lago, no hay más que una vid vieja y nudosa, extendida sobre una rústica pérgola y una vieja higuera plegada completamente hacia la casa por los vientos del lago. El ramaje del árbol, como cabellera despeinada, apenas roza sus muros y llama a los postigos de las pequeñas ventanas, cerrados como protección del vivo sol que incide sobre la casita. Sólo se ve esta higuera y esta vid y un pozo bajo con su brocal verdoso.
“Entra, Maestro”.
Algunas mujeres están en la cocina: dedicadas unas a remendar las redes; otras, a preparar la comida. Saludan a Pedro y luego se inclinan, confusas, ante Jesús, mirándole de soslayo con curiosidad.
“Paz a esta casa. ¿Cómo está la enferma?”.
“Habla, tú que eres la nuera mayor” le dicen tres mujeres a una que se está secando las manos con el borde del vestido.
“La fiebre es fuerte, muy fuerte. Hemos llamado al médico, pero dice que es demasiado anciana para poder sanar y que cuando ese mal de los huesos va al corazón y da fiebre, especialmente a esa edad, la persona muere. Ya no come... Yo trato de prepararle comidas apetitosas; como ahora, ¿ves, Simón? Estaba preparándole esa sopa que le gustaba tanto. He escogido el mejor pescado, de los cuñados. Pero no creo que pueda comérsela. Y además... ¡está tan inquieta! Se queja, grita, llora, impreca...”.
“Tened paciencia como si fuera vuestra madre y Dios os otorgará el mérito”.

3 “Llevadme donde ella”.
“Rabí... Rabí... no sé si querrá verte. No quiere ver a nadie. Yo no me atrevo a decirle "ahora te traigo aquí al Rabí"”.
Jesús sonríe sin perder la calma. Se vuelve hacia Pedro: “Te toca a ti, Simón. Eres hombre, y el mayor de los yernos según me has dicho. Ve”.
Pedro hace una mueca significativa... Obedece; cruza la cocina, entra en una habitación y, a través de la puerta, cerrada tras él, le siento conversar con una mujer. Asoma la cabeza y una mano y dice: “Ven, Maestro, date prisa”. Y añade, más bajo, apenas inteligiblemente: “Antes de que cambie de idea”.
Jesús cruza rápido la cocina y abre de par en par la puerta. Erguido, en el umbral, pronuncia su dulce y solemne saludo: 
“La paz sea contigo”. 
Entra, a pesar de no haber recibido respuesta. Va junto a una yacija baja en la que está echada una mujer pequeña, toda gris, flaca, jadeante a causa de la fiebre alta que le enrojece el rostro consumido.
Jesús se inclina hacia el camastro, le sonríe a la viejecita y le dice: 
“¿Te encuentras mal?”.
“¡Me muero!”.
“No. No te mueres. ¿Puedes creer que Yo te puedo curar?”.
“¿Y por qué habrías de hacerlo? No me conoces”.
“Por Simón, que me lo ha pedido... y también por ti, para darle tiempo a tu alma de ver y amar la Luz”.
“¿Simón? Mejor sería si... ¿Cómo es que Simón ha pensado en mí?”.
“Porque es mejor de lo que tú piensas. Yo le conozco y lo sé. Le conozco y es para mí un placer acoger lo que me pide”.
“Entonces, ¿piensas curarme? ¿Ya no moriré?”.
“No, mujer. Por ahora no morirás. ¿Puedes creer en mí?”. 
“Creo, creo. ¡Me basta con no morir!”.

4 Jesús sonríe de nuevo, le coge la mano de hinchadas venas y llena de arrugas, la cual desaparece en la suya, juvenil; se pone derecho tomando el aspecto de cuando hace un milagro y grita: 
“¡Queda curada! ¡Lo quiero! ¡Levántate!”, y le suelta la mano, cayendo sin que la anciana se queje, mientras que antes, aunque Jesús se la hubiera tomado con mucha delicadeza, el solo hecho de moverla le había costado un quejido a la enferma.
Un tiempo breve de silencio; luego, la anciana exclama fuerte: 
“¡Oh! ¡Dios de los padres! ¡Si yo ya no tengo nada! ¡Pero si estoy curada! ¡Venid! ¡Venid!”.
Acuden las nueras: “¡Mirad!” dice la anciana. “¡Me muevo y ya no siento dolores! ¡Y ya no tengo fiebre! Tocad, veréis qué fresca estoy. Y el corazón ya no parece el martillo del herrero. ¡Ah! ¡Ya no me muero!” –¡ni siquiera una palabra para el Señor !–.
Pero Jesús no se lo toma a mal. Le dice a la nuera mayor: “Vestidla. Que se levante. Puede hacerlo”. 
Y se encamina hacia la puerta.
Simón, desconsolado, se dirige a la suegra: “El Maestro te ha curado, ¿no le dices nada?”.
“¡Pues claro! No me daba cuenta. Gracias. ¿Qué puedo hacer para decirte gracias?”.
“Ser buena, muy buena. Porque el Eterno fue bueno contigo. Y, si no te importa demasiado, déjame descansar hoy en tu casa. He llegado esta mañana al alba después de recorrer durante la semana todos los pueblos cercanos. Estoy cansado”.
“¡Claro! ¡Claro! Quédate si quieres”. Pero no se la ve con mucho entusiasmo al decir esto.

5 Jesús con Pedro, Andrés, Santiago y Juan, va al huerto a sentarse.
“¡Maestro!...”.
“¿Pedro mío?”.
“Estoy desolado”.
Jesús hace un gesto como queriendo significar: “¡Bah!, no te preocupes”. Luego dice: “No es la primera, ni será la última que no siente inmediata gratitud. Pero no pido gratitud. Me conformo con proporcionarles a las almas un modo de salvarse. Yo cumplo con mi deber. Ellas que cumplan con el suyo”.
“¿Ha habido otros así? ¿Dónde?”.
“¡Qué curioso eres, Simón! Pero, deseo darte gusto, a pesar de que no me satisfacen las curiosidades inútiles. En Nazaret. ¿Te acuerdas de la madre de Sara? Estaba muy enferma cuando llegamos a Nazaret y nos dijeron que la niña estaba llorando. Fui a ver a la mujer, para que la niña, que es buena y dócil, no se quedara huérfana y acabara siendo una hijastra... Quería curarla... Pero en el momento en que iba a poner pie en la casa, su marido y un hermano me echaron, diciendo: "¡Fuera, fuera! No queremos problemas con la sinagoga". Para ellos, para demasiados, soy ya un rebelde... De todas formas la curé... por sus niños. Y a Sara, que estaba en el huerto, acariciándola, le dije: "Curo a tu madre. Ve a casa. No llores más". La mujer quedó curada en ese mismo momento y la niña se lo dijo, así como al padre y al tío... Y se la castigó por haber hablado conmigo. Lo sé porque la niña vino corriendo detrás de mí cuando me marchaba del pueblo... Pero no importa”.
“Yo la volvía a poner enferma”.
“¡Pedro!”. Jesús se muestra severo. “¿Es esto lo que te enseño a ti y a los otros? ¿Qué has oído de mis labios desde la primera vez que me has escuchado? ¿De qué he hablado siempre, como condición primera para ser verdaderos discípulos míos?”.
“Es verdad, Maestro. Soy un verdadero animal. Perdóname. Pero... ¡no puedo soportar el que no te quieran!”.
“¡Oh, Pedro, verás faltas de amor mucho mayores! ¡Te llevarás muchas sorpresas, Pedro! Personas que el mundo ha llamado "santo" desprecian como publicanos, y que, sin embargo, serán ejemplo para el mundo, y ejemplo no seguido por los que los desprecian; paganos que estarán entre mis mayores fieles; meretrices que se vuelven puras, por voluntad y penitencia; pecadores que se enmiendan…”.
“Mira: que se enmiende un pecador... todavía. ¡Pero una meretriz y un publicano!...”.
“¿No lo crees?”.
“Yo no”.
“Estás equivocado, Simón...

6 Pero, mira, viene tu suegra”.
“Maestro... Te ruego que compartas mi mesa”.
“Gracias, mujer. Dios te lo pague”.
Entran en la cocina y se sientan a la mesa, y la anciana sirve a los hombres, distribuyendo pródigamente el pescado en sopa y asado. “Perdonad, pero no tengo más que esto” dice. Y, para no perder la costumbre, le dice a Pedro: “¡Demasiado hacen, incluso, tus cuñados, solos como se han quedado desde que te has ido a Betsaida! Si al menos hubiera servido para hacer más rica a mi hija... Pero oigo que muy frecuentemente te ausentas y no pescas”.
“Sigo al Maestro. He ido con El a Jerusalén y el sábado estoy con El. No pierdo el tiempo en comilonas”.
“Pero no ganas dinero. Mejor sería, ya que quieres servir al Profeta, que te vinieras aquí de nuevo. Al menos esa pobre hija mía, mientras tú te dedicas a ser santo, tendría a los familiares que le dieran de comer”.
“Pero ¿no te da vergüenza hablar así delante de El, que te ha curado?”.
“Yo no le critico a Él. Él se dedica a su oficio. Te critico a ti que haces de vago. Total, tú no serás nunca un profeta ni un sacerdote. Eres un ignorante y un pecador, un completo inútil”
“Porque está Él, que si no...”.
“Simón, tu suegra te ha dado un consejo excelente. Puedes pescar también desde aquí. Por lo que oigo, ya antes pescabas en Cafarnaúm. Puedes volver ahora”.
“¿Y vivir aquí de nuevo? Pero Maestro, Tú no...”.
“Tranquilo, Pedro mío. Si tú estás aquí, estarás o en el lago o conmigo. Por lo tanto, ¿qué más te da estar o no estar en esta casa?”. 
Jesús ha puesto la mano sobre el hombro de Pedro y parece que la calma de Jesús pasa al fogoso apóstol.
“Tienes razón. Siempre tienes razón. Lo haré. Pero... ¿Y éstos?” (alude a Juan y a Santiago, sus socios).
“¿No pueden venir también ellos?”.
“Nuestro padre, y sobre todo nuestra madre, en todo caso estarán más contentos sabiendo que estamos contigo, Jesús, que con ellos. No pondrán dificultades”.
“Quizás venga también Zebedeo” dice Pedro.
“Es más que probable. Y con él otros. Vendremos, Maestro, sin duda vendremos”.

7 “¿Está aquí Jesús de Nazaret?” pregunta un niño asomándose a la puerta.
“Está aquí. Pasa”.
Entra un niño, al cual reconozco como uno de los de las primeras visiones de Cafarnaúm, concretamente el que prometió ser bueno después de tropezarse con las piernas de Jesús... para comer la miel del Paraíso.
“Pequeño amigo, pasa” dice Jesús.
El niño, un poco atemorizado por tanta gente como le mira, se tranquiliza y corre donde Jesús, que le abraza y se le coloca sobre las rodillas, y le da un trozo de su pescado en una rodaja de pan.
“Mira, Jesús, esto es para ti. También hoy esa persona me ha dicho: "Es sábado. Llévale esto al Rabí de Nazaret y dile a tu amigo que ore por mí". ¡Sabe que eres mi amigo!...” –el niño ríe feliz y come su pan y su pescado–.
“¡Sí señor!, Santiago. Le dirás a esa persona que mis oraciones por él suben al Padre”.
“¿Es para los pobres?” pregunta Pedro.
“Sí”.
“¿Es el donativo de costumbre? Veamos”.
Jesús le da la bolsa. Pedro vuelca las monedas y cuenta. “¡También esta vez la misma fuerte suma! ¿Pero quién es esta persona? Di, niño, ¿quién es?”.
“No lo debo decir y no lo diré”.
“¡Qué desconsiderado! ¡Vamos, que si eres bueno te doy fruta!”.
“Yo no lo diré, ni aunque me insultes, ni aunque me acaricies”.
“¡Mirad qué lengua!”.
“Santiago tiene razón, Pedro. Mantiene la palabra dada; déjale en paz”.
“Tú, Maestro, ¿sabes quién es esta persona?”.
Jesús no responde. Se ocupa del niño, al cual le da otro trozo de pescado asado, bien limpio de espinas. Pero Pedro insiste y Jesús debe responder. “Yo sé todo, Simón”.
“¿Y nosotros no podemos saberlo?”.
“¿Y tú no te curarás nunca de tu defecto?”. Jesús reprende pero sonríe. Y añade: “Pronto lo sabrás; porque, si el mal querría estar oculto y no siempre puede permanecer escondido, el bien, aunque quiera estarlo para ser meritorio, es descubierto un día para gloria de Dios, cuya naturaleza resplandece en un hijo suyo; la naturaleza de Dios: el amor. Esta persona lo ha comprendido, porque ama a su prójimo. Ve, Santiago. Llévale mi bendición”.

La visión cesa así.

Continúa...

Notas:

299 Cfr. Lc. 4, 38–39; Mt. 8, 14–17; Mc. 1, 29–34.






 





 

El Poema del Hombre-Dios (40)

El Poema del Hombre-Dios (41)


El Poema del Hombre-Dios (43)

El Poema del Hombre-Dios (44)

El Poema del Hombre-Dios (45)




El Poema del Hombre-Dios (49)

 

 

El Poema del Hombre-Dios (54) 

 

 
 
 

HACE MUCHO TIEMPO QUE NO ME CONFIESO. NO SÉ POR DÓNDE EMPEZAR

El día señalado, acude animosamente a la cita; Dios te contempla con amor, el Ángel Custodio está a tu lado, el diablo rabia y te tira por detrás; la Virgen y todos los santos te bendicen y ruegan por ti. 

Por Monseñor de Segur (1868)


27. HACE MUCHO TIEMPO QUE NO ME CONFIESO. NO SÉ POR DÓNDE EMPEZAR

¡Oh! si no te detiene más que esto, no hay nada más sencillo; vete a encontrar al señor cura, u a otro sacerdote en quien tengas confianza sea en su casa, sea en la sacristía o sea en el confesionario, y dile: “Deseo volver a mi Dios y confesarme”. Pregúntale cómo debes hacerlo y sigue dócilmente sus consejos. 

Los hombres pueden confesarse en todas partes; las mujeres, salvo en caso de enfermedad, no pueden ser oídas en confesión sino en la iglesia y en el confesionario. 

Toma hora, y en ella y en el día señalado, acude animosamente a la cita; Dios te contempla con amor, el Ángel Custodio está a tu lado, el diablo rabia y te tira por detrás; la Virgen y todos los santos te bendicen y ruegan por ti. 

Arrodíllate humildemente, haz la señal de la cruz y acuérdate de que en la Confesión se da al sacerdote el nombre de padre y no el de señor. No hay allí un señor, sino un padre que recibe y consuela a su hijo. 

Reza la confesión y recordando los mandamientos de Dios y de la Iglesia, los siete pecados capitales y los deberes particulares de tu estado, acúsate con toda sinceridad de todas las faltas de que te acuse tu conciencia. 

Si te hallas embarazado para confesarte, sobre todo en lo relativo a los pecados contra la pureza, pide al confesor que te ayude, y que te pregunte. Como acostumbrado que está a estas cosas, lo hará de muy buena gana para facilitar tu confesión.

No procures excusarte, ya que de nada sirve el hacerlo. No cuentes historias, ni pierdas el tiempo en inútiles discursos; y cuando hayas concluido pide perdón a Dios de todo corazón. 

Escucha con atención los consejos del sacerdote y la penitencia que te imponga, y al bendecirte o al darte la absolución, inclina humildemente la cabeza y reza el acto de contrición. 

El momento de la absolución es el más solemne; es el momento en que el sacerdote perdona en nombre de Jesucristo.

Después de haberte confesado da gracias a Dios. Cumple lo más pronto posible la penitencia que te habrá sido impuesta y reitera tus buenos propósitos; después de lo cual te podrás ir con la alegría en el alma y más feliz que un rey. Ya ves que todo esto es muy sencillo.

Continúa...


 


 
 


 
 
 
 

30 DE SEPTIEMBRE: SAN JERÓNIMO, PRESBÍTERO Y DOCTOR


30 de Septiembre: San Jerónimo, presbítero y doctor

(✞ 419)

El austero penitente Doctor máximo de la Iglesia y eruditísimo intérprete de la Sagrada Escritura, San Jerónimo, nació en Estridón de Dalmacia.

Siendo todavía muy joven fue enviado por su padre a Roma para aprender las letras humanas, y en aquella ciudad, cabeza del orbe cristiano, recibió el Bautismo.

La instruyeron Donato y otros célebres maestros en cuantas ciencias por aquellos tiempos se enseñaban.

Ansioso de saber y amigo de los libros y del trato de hombres doctos, recorrió las Galias y pasó a Constantinopla para ver y oír a San Gregorio Nacianceno, de quien confiesa haber aprendido las Letras Sagradas, como de otros la filosofía y la elocuencia.

Viajó luego a Palestina para venerar el pesebre del Señor, en muchas ocasiones trató con los Doctores más eruditos de los hebreos, ayudándose con ellos en gran manera para entender las Santas Escrituras.

De Belén pasó a Siria, donde estuvo cuatro años en la soledad del desierto, ejercitándose en santas meditaciones y austerisíma penitencia; llegando hasta golpearse el pecho con una piedra, aterrorizado por el sonido de aquella trompeta que como dice el Sagrado Evangelio, nos ha de llamar a juicio.

De aquí le llamó a Antioquía el Obispo Paulino para combatir el cisma, y lo ordenó como presbítero, y volvió después a Roma a donde le llamó el Papa San Dámaso para que le ayudase en el gobierno de la Iglesia, más, llevado por el amor a la soledad, muerto el Papa, volvió por segunda vez a Belén, y puso su asiento en un monasterio fundado allí por Santa Paula, haciendo en aquel retiro una vida celestial.

Lo visitó Dios nuestro Señor con enfermedades, las que sufrió él con la admirable paciencia, siempre ocupado en escribir, leer y tratar con Dios.

Desde el pesebre del Señor fue un sol que alumbró a toda la Iglesia, pues con el conocimiento que tenía de las lenguas latina, griega, hebrea y caldea, podía como pocos alcanzar perfecta inteligencia de las Sagradas Escrituras, y así a él acudían como a un oráculo los Doctores y Prelados de toda la cristiandad.

Lo consultó entre otros aquella resplandeciente lumbrera de la Iglesia, San Agustín, el cual afirma que San Jerónimo había leído todo cuanto hasta entonces se había escrito.

Fue llamado con razón el martillo de los herejes y cismáticos, y columna de la Iglesia Católica.

Tradujo con admirable fidelidad y gracia del cielo los libros del Antiguo Testamento del original hebreo a la lengua latina, corrigió por encargo de San Dámaso el texto griego del Nuevo Testamento y lo interpretó en gran parte, y ocupado en estas y otras grandes obras y trabajos, llegó a una edad muy avanzada, que dicen que fue de setenta y ocho años.

Su bendita alma voló al cielo en tiempos del emperador Honorio, dejándonos ilustre memoria de santidad y doctrina.

Su cuerpo sepultado en Belén, descansa hoy en Roma en Santa María ad Pracsepe.

Reflexión:

Este gran Santo traía el temor del día del juicio muy metido en las entrañas. Pues ¿Cómo vivimos tan olvidados de esta verdad revelada por Dios, nosotros, miserables pecadores? Temamos aquel divino tribunal, porque es cosa horrenda caer en las manos de Dios airado. Démosle mientras vivimos cumplida satisfacción de todas nuestras culpas, y así podremos esperar en aquel día una sentencia favorable de gloria eterna.

Oración:

Oh Dios, que te dignaste proveer a tu Iglesia del santo confesor y doctor máximo San Jerónimo para la exposición de las Sagradas Escrituras, concédenos, te rogamos, que con tu auxilio podamos poner por obra lo que él con palabras y ejemplos enseñó. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

lunes, 29 de septiembre de 2025

LOS ÁNGELES

“Pues a los ángeles les ha ordenado que te escolten en todos tus caminos. En sus manos te habrán de sostener para que no tropiece tu pie en alguna piedra”Salmo 91:11-12

Por Fish Eaters


Salmo 103:20 “Bendigan al Señor todos sus ángeles, héroes poderosos, que ejecutan sus órdenes apenas oyen el sonido de su palabra”.

Desde el primer libro de la Biblia:

Génesis 3:24:

Habiendo expulsado al hombre, puso querubines al oriente del jardín del Edén, y también un remolino que disparaba rayos, para guardar el camino hacia el Árbol de la Vida

Hasta el último momento:

Apocalipsis 22:1-5

Después el ángel me mostró el río de agua de la vida, transparente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la ciudad, a uno y otro lado del río, hay árboles de la vida, que dan fruto doce veces, una vez cada mes, y sus hojas sirven de medicina para las naciones. No habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus servidores le rendirán culto. Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche. No necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios mismo será su luz, y reinarán por los siglos para siempre.

Los ángeles están presentes. Entre el Génesis y el Apocalipsis de San Juan, se les muestra ayudando, guiando, enseñando, revelando e intercediendo por el hombre y castigándolo de acuerdo con la voluntad de Dios. Los querubines custodiaron el Edén después de la Caída para asegurar que el hombre no pudiera volver a entrar en él, y más tarde custodiaron el Arca de la Alianza. Los ángeles se aparecieron a Abraham, Agar (Hagar), Lot y Gedeón. Jacob soñó que subían y bajaban una escalera al Cielo. El arcángel Rafael viajó con Tobías. El arcángel Gabriel enseñó a Daniel y anunció el nacimiento de San Juan Bautista y Nuestro Señor. Un ángel se apareció a San José en un sueño, diciéndole que el Niño que María lleva en su vientre es del Espíritu Santo y salvará a su pueblo de sus pecados. Otro sueño angelical aseguró que San José huyó con la Sagrada Familia a Egipto antes de que Herodes llevara a cabo su Matanza de los Inocentes. Los ángeles se aparecieron a los pastores para proclamar el nacimiento de Jesús, acompañaron a Nuestro Señor durante su agonía en el Huerto de Getsemaní y anunciaron su resurrección a las mujeres que acudieron a ungir su cuerpo con especias. Fue un ángel enviado por Cristo quien descorrió el velo y reveló el Cielo y el futuro a San Juan Evangelista, según consta en su Apocalipsis. En esa visión, se ve a ángeles ejecutando el juicio de Dios, mientras otros ángeles permanecen ante el trono del “Anciano de Días”, adorándolo día y noche. 

¿Quiénes son estas criaturas? ¿Cuáles son sus poderes? ¿Cómo son y cómo debemos interactuar con ellas?

Todo, excepto Dios, es una criatura (1), es decir, el resultado de la obra creadora de Dios. Solo la Santísima Trinidad existe increada y ha existido desde antes del tiempo mismo, desde antes del “principio”. Entonces, inmutable en su Divina Esencia, completo en Sí mismo y sin necesidad de nada, el Anciano de Días creó el mundo ex nihilo —de la nada— , iniciando así la historia de la que formamos parte. ¡Imagínate! No había nada más que el Ser mismo, el Ser en sí mismo, y entonces el gran YO SOY habló y creó todo, desde los sauces hasta las estrellas y los delfines.

Ahora bien, Moisés nos dice en Éxodo 20:11 que “en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay”. De esto sabemos que los ángeles también fueron creados durante esos seis días (no se trata de si esos “días” fueron literales, de 24 horas o metafóricos). Además, los ángeles fueron creados antes de que se hiciera la tierra, como dice Job 38:7, que “cantaban a coro las estrellas del alba y aclamaban todos los hijos de Dios” cuando se colocó la “piedra angular” (Job 38:6) de la tierra.  Lo que hay que creer, entonces, es que los ángeles fueron creados por Dios, en el tiempo, y en algún momento antes de la creación de todas las demás cosas (2).

Así pues, antes de crear el mundo natural que podemos ver, tocar, oír y saborear fácilmente, Él creó el reino preternatural: el reino habitado por las criaturas que llamamos “ángeles”. Fueron creados para adorar a Dios, cumplir su voluntad y revelarla a los hombres. Este último propósito es el origen de la palabra “ángel”, que proviene del griego “aggelos”, que significa “mensajero” (“malak” en hebreo).


Son seres sin cuerpo como los nuestros. Los Padres y Doctores discrepan sobre si son absolutamente “espíritu puro”, como Dios, y por lo tanto completamente incorpóreos, o si poseen “materia sutil” (3), pero en cualquier caso a veces se les puede ver, ya sea por la naturaleza de la materia sutil, si es el caso, o, como creía Santo Tomás de Aquino, de la misma manera que el “aire” puede parecer “condensarse” para formar nubes (4). 

En cualquier caso, los ángeles fueron creados inmortales y con gran poder e inteligencia; una inteligencia tan grande que a veces se les llama “inteligencias”. Sin embargo, no son omniscientes, pero según Santo Tomás de Aquino, Dios les infunde conocimiento según su rango (véase más abajo). Tampoco pueden leer nuestras mentes, pero Dios puede revelarles nuestros pensamientos secretos; son capaces de percibir el mundo material y comprender nuestros pensamientos a través de nuestras acciones y nuestra apariencia. Por ejemplo, la mayoría de nosotros no podemos leer los pensamientos de los demás telepáticamente, pero sí podemos ver la tristeza en el rostro de alguien. Los ángeles también pueden hacerlo, pero son capaces de discernir estas cosas mucho mejor que nosotros gracias a su asombrosa inteligencia. Pueden actuar sobre nuestra imaginación, nuestros sentidos y nuestro intelecto, pero no directamente sobre nuestra voluntad. 

También pueden influir en el mundo material, igual que tú y yo, solo que con mucha más fuerza. Recuerda cómo, en la mañana de Pascua, dos ángeles removieron la gran roca que José de Arimatea colocó frente a la tumba de Nuestro Señor. La piedra era tan grande que las tres mujeres que fueron a la tumba se preguntaban cómo podrían haberla movido, pero al llegar, la encontraron removida y con un hombre sentado sobre ella, y otro hombre dentro de la tumba.

Marcos 16:1-5:

Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para embalsamar el cuerpo. Y muy temprano, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Se decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?” Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido retirada a un lado, a pesar de ser una piedra muy grande. Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido enteramente de blanco, y se asustaron.

La aparición de estos “hombres” era tan impresionante que dejó aterrados a los guardias:

Mateo 28:1-5:

Pasado el sábado, al aclarar el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un violento temblor: el Ángel del Señor bajó del cielo, se dirigió al sepulcro, hizo rodar la piedra de la entrada y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. Al ver al Ángel, los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: “Ustedes no tienen por qué temer. Yo sé que buscan a Jesús, que fue crucificado”.

Brillantes, poderosos, imponentes en apariencia, y numerosos como las estrellas. El Salmo 68 nos dice que el carro de Dios está acompañado por decenas de miles; miles de ellos se regocijan. Daniel 7:9-10 describe a Dios, el Anciano de Días, y cómo miles de miles le servían, y millones de millones estaban de pie ante él. San Juan escribe en su Apocalipsis:

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millares de millares.

En el Evangelio de San Mateo, Nuestro Señor le pregunta a San Pedro cuando sacó su espada contra el soldado romano:

¿Acaso piensas que no puedo pedir a mi Padre, y que Él no me daría inmediatamente más de doce legiones de ángeles?

En la Santa Misa, alabamos a Dios cantando el Sanctus, que se refiere a Él como “Dóminus Deus Sábaoth” (“Señor Dios de las Huestes”, que significa “multitudes” o “ejércitos”).

Sí, son muchos. Y hay un orden jerárquico para ellos. Sobre estas multitudes, el Papa San Gregorio Magno escribió:

Sabemos, por la autoridad de las Escrituras, que hay nueve órdenes de ángeles: Ángeles, Arcángeles, Virtudes, Potestades, Principados, Dominaciones, Trono, Querubines y Serafines. Casi todas las páginas de la Biblia nos dicen que hay Ángeles y Arcángeles, y los libros de los Profetas hablan de Querubines y Serafines. San Pablo, también, escribiendo a los Efesios [Efesios 1:21], enumera cuatro órdenes cuando dice: “sobre todo Principado, Potestad, Virtud y Dominación”; y, de nuevo, escribiendo a los Colosenses, dice: “ya sean Tronos, o Dominaciones, o Principados, o Potestades” [Colosenses 1:16]. Si unimos estas dos listas, tenemos cinco órdenes, y añadiendo Ángeles y Arcángeles [San Judas y 1 Tesalonicenses 4:15], Querubines [Ezequiel 1, 10] y Serafines [Isaías 6], encontramos nueve Órdenes de Ángeles.

Las nueve órdenes o “coros” de los ángeles en formato de tabla para que puedas visualizarlo todo con mayor claridad:

La primera tríada: Ángeles, Arcángeles y Principados: Se ocupan del ordenamiento minucioso del universo y de causas específicas, incluyendo el bienestar de las personas. Cada ser humano bautizado (posiblemente todo ser humano, bautizado o no), cada iglesia y cada país tiene un Ángel Guardián.

La segunda tríada: Potestades, Virtudes y Dominaciones: conocidos como los “ángeles de la creación” porque se ocupan del ordenamiento del universo y de una pluralidad de causas.

La tercera tríada: Tronos, Querubines y Serafines: se dedican a contemplar la gloria de Dios. Para leer descripciones de los Querubines, véase Ezequiel 1 y Apocalipsis 4. Son los Serafines de seis alas —“Los Ardientes”, radiantes de amor a Dios— quienes cantan el Sanctus: “Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos” (Isaías 6:3).

Ángeles guardianes


Parece que cuando la mayoría de la gente piensa en ángeles guardianes, solo piensa en niños pequeños y en la clásica oración que les enseñan a decir justo antes de acostarse por la noche:

Ángel de la Guarda, dulce compañía, 
No me desampares ni de noche ni de día,
hasta que descanse en los brazos 
de Jesús, José y María.
Amén.

Pero los ángeles guardianes no son solo cuentos de hadas madrinas que les contamos a los niños para consolarlos y hacerlos sentir cómodos. Son reales. Totalmente reales. El mismo Jesucristo, al hablar del mal del orgullo espiritual, les dijo a sus discípulos que debían ser como niños pequeños para entrar en el Reino de los Cielos, y dijo de los niños que “sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo (Mateo 18:10).

No, los ángeles guardianes no son solo para niños; cada persona bautizada tiene uno (los teólogos difieren en cuanto a si cada ser humano, bautizado o no, tiene uno). San Pablo escribió a los hebreos que estos ángeles “no son más que funcionarios espirituales, y reciben una misión para bien de los que recibirán la salvación (Hebreos 1:14). El Salmo 91:11-12 lo expresa muy claramente: pues a los ángeles les ha ordenado que te escolten en todos tus caminos. En sus manos te habrán de sostener para que no tropiece tu pie en alguna piedra”. 

¡Piénsalo! Quizás estés leyendo esto tarde en la noche, solo en tu habitación. La casa está a oscuras, salvo la habitación donde estás sentado. Todo está en silencio, salvo el ladrido ocasional de un perro en la calle. Pero incluso ahora, en la oscuridad y el silencio, no estás solo. Tienes un ángel guardián contigo, ahora mismo, protegiéndote, cuidándote, y tu ángel no solo te ve a ti, sino que ve el rostro de nuestro “Padre que está en los Cielos”. ¡Imagina el poder de este mediador celestial! Es tarea y felicidad de cada uno de nosotros desarrollar una relación con nuestro ángel, honrarlo, orarle y confiar en él. La oración diaria a tu ángel, las expresiones de gratitud, pedirle que te acompañe, te proteja y ore por ti son muy importantes.

El Papa San León Magno nos aconsejó confirmate amicitias cum sanctis angelis (“Forjar amistad con los santos ángeles”), pero también podemos invocar a los ángeles guardianes de otros para que los cuiden, algo especialmente importante y hermoso que los padres pueden hacer por sus hijos, o que un familiar puede hacer por un ser querido que atraviesa una crisis. 

En una crisis, también podemos pedir a nuestro Ángel de la Guarda que transmita un mensaje al Ángel de la Guarda de otra persona, con la oración de que ese mensaje se transmita de alguna manera a la otra persona y que se produzca una acción positiva.

La vida del Padre Pío está llena de historias como esta. En una ocasión, una mujer fue a verlo muy tarde en la noche, pero encontró su iglesia capuchina cerrada. Rezó a su Ángel de la Guarda para que alertara al Ángel de la Guarda del Padre Pío de que necesitaba hablar con él en ese momento, ya que su hermana estaba en grave peligro de muerte. De repente, el Padre Pío se asomó a la ventana, gritando, preguntando quién lo llamaba.

Una vez, un californiano que solía pedirle a su Ángel que enviara mensajes al Padre Pío pudo recibir penitencia de él. Después, le preguntó si el Padre Pío realmente escuchaba sus peticiones a través de su propio Ángel. El Padre Pío respondió: “¿Crees que estoy sordo?”, y luego procedió a relatarle al californiano el contenido de sus mensajes.

Nuestros ángeles son nuestros “guías espirituales”, pero debemos tener cuidado de no caer en prácticas ocultistas al “hacer amistad” con ellos. Con la rara excepción de personas claramente dotadas y santas, como el Padre Pío, quien sí vio a su ángel, no debemos recurrir a mediadores humanos que afirman ver estos espíritus sin la estricta guía espiritual de un sacerdote santo (una pista obvia: si la persona no es profundamente católica ni lleva una vida santa, o si te cobra por traerte mensajes “de tu ángel”, ¡aléjate!). No debemos tratar con “canalizadores”, usar tablas ouija para comunicarnos con los espíritus ni emplear ninguna otra herramienta ocultista diseñada para ponernos en contacto con el mundo espiritual. Tampoco debemos darles nombre a nuestros ángeles. Basta con tener presente su existencia y con una simple oración (solicitudes de guía, protección y ayuda, y expresiones de gratitud), además de recordar la festividad de los Ángeles Custodios el 2 de octubre. La actitud que debemos tener hacia nuestros Ángeles Custodios fue descrita por el Padre Pío a una de sus hijas espirituales, Raffaelina, en 1914:

Oh Raffaelina, ¡qué consolador es saber que siempre estamos bajo la protección de un espíritu celestial que nunca nos abandona, ni siquiera (¡hecho admirable!) en el mismo acto en que desagradamos a Dios! ¡Qué dulce es esta gran verdad para el alma creyente! ¿Qué puede temer el alma devota que se esfuerza en amar a Jesús y que siempre tiene a su lado a un luchador tan distinguido? Oh, ¿no estuvo él acaso entre aquellos que, junto con San Miguel Ángel, allá en las alturas celestiales, defendieron el honor de Dios contra Satanás y todos los demás espíritus rebeldes, reduciéndolos finalmente a la perdición y arrojándolos al infierno?

Pues bien, sabed que él sigue siendo poderoso contra Satanás y sus satélites. Su caridad no ha disminuido, ni dejará de protegernos. Crea el hermoso hábito de pensar siempre en él. Qué cerca está uno de los espíritus celestiales, que desde la cuna hasta la tumba no nos abandona ni un instante. Nos guía, nos protege como un amigo, como un hermano. Esto debería ser, además, un consuelo constante para nosotros, especialmente en nuestros momentos más tristes.

Has de saber, oh Raffaelina, que este buen ángel reza por ti: ofrece a Dios todas las buenas obras que realizas, así como tus santos y puros deseos. En las horas en que te sientas sola y abandonada, no te quejes de no tener un alma gemela a quien abrir tu corazón y a quien confiar tus penas: por amor a Dios, no olvides a este compañero invisible que siempre está presente para escucharte y siempre dispuesto a consolarte.

¡Oh deliciosa intimidad, oh bendita compañía! ¡Oh, si todos supieran comprender y apreciar este gran don que Dios, en su amor inmenso, nos ha otorgado, este espíritu celestial! Recuerda con frecuencia su presencia: debes fijar tu mirada en él. Dale gracias, reza a él. Es tan delicado, tan discreto: respétalo. Ten constante temor de ofender la pureza de su mirada.

Invoca con frecuencia a tu Ángel de la Guarda, este ángel benefactor. Repite a menudo la hermosa oración: “Ángel de Dios, mi querido guardián, a quien la bondad del Padre celestial me confía aquí; ilumíname, guárdame, guíame ahora y siempre”. ¡Qué gran consuelo, mi querida Raffaelina, será cuando, en la hora de la muerte, tu alma vea a este ángel tan bueno, que te ha acompañado toda tu vida, que fue tan generoso en su cuidado maternal! ¡Oh, que este dulce pensamiento te haga amar cada vez más la Cruz de Jesús! ¡Esto es precisamente lo que tu buen ángel desea! Que el deseo de ver a este compañero inseparable de toda tu vida encienda en ti esa caridad que te impulse a desear pronto dejar el cuerpo.

Tenga en cuenta que honramos a nuestros Ángeles Guardianes litúrgicamente en la Fiesta de los Ángeles Guardianes el 2 de octubre.

Los Siete Arcángeles

Cabe mencionar especialmente a los ángeles conocidos como “los siete Arcángeles”, pero que en realidad son serafines en cuanto a su rango. Se les llama “arcángeles” informalmente y en el sentido de que el prefijo “arch” significa “arriba”. Sabemos que son siete por Tobías 12:15 : “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que tienen entrada a la Gloria del Señor. Tres de sus nombres se dan en las Escrituras:

Miguel (mencionado en Daniel, Epístola de San Judas, Apocalipsis de San Juan), cuyo nombre significa “¿Quién es como Dios?” y cuya festividad, San Miguel, se celebra el 29 de septiembre. Es a quien más invocamos en nuestra lucha contra el mal, especialmente con la Oración a San Miguel. Se le representa con una espada en la mano, luchando contra Satanás, o a menudo sosteniendo la balanza de la justicia, pesando las almas. Es nuestro guerrero angelical.

Gabriel (mencionado en Daniel y Lucas), cuyo nombre significa “Fuerza de Dios” y cuya festividad se celebra el 18 de marzo. Gabriel fue quien se acercó a Nuestra Señora para anunciarle que daría a luz al Hijo de Dios. Se le representa con mayor frecuencia en el arte de pie ante ella, a menudo sosteniendo un lirio. Es nuestro mensajero angelical. (Nota: Tras en conciliábulo Vaticano II la festividad de San Gabriel Arcángel fue trasladada en 1969 al 29 de septiembre para celebrar a los tres Arcángeles juntos).

Rafael (mencionado en Tobías), cuyo nombre significa “Medicina de Dios” y cuya festividad se celebra el 24 de octubre. Se le describe en el libro de Tobías como quien ayuda a Tobías (también conocido como “Tobit”) a pescar un pez y a preparar un ungüento con él que curó la ceguera de su padre. A menudo se le representa sosteniendo un pez o acompañado de un perro. Es nuestro sanador angelical.

* * *

El Libro apócrifo de Enoc enumera no sólo a los arcángeles bíblicos, sino también a los otros cuatro, y los nombra así:

Uriel (capítulos IX, X, XIX, XXI, XXVII, LXXIX, LXXX)

Raguel (capítulos XX, XXIII)

Sariel o Saraqâêl (capítulo XX)

Jeramiel o Remiel (capítulo XX)

El capítulo veinte del Libro de Enoc describe a todos los arcángeles de esta manera:

1. Y estos son los nombres de los santos ángeles que velan. 

2. Uriel, uno de los santos ángeles, que está sobre el mundo y sobre el Tártaro. 

3. Rafael, uno de los santos ángeles, que está sobre los espíritus de los hombres. 

4. Ragüel, uno de los santos ángeles que se venga del mundo de las luminarias. 

5. Miguel, uno de los santos ángeles, a saber, el que está puesto sobre la mejor parte de la humanidad y sobre el caos. 

6. Saraqâêl, uno de los santos ángeles, que está puesto sobre los espíritus, que pecan en el espíritu. 

7. Gabriel, uno de los santos ángeles, que está sobre el Paraíso, las serpientes y los querubines. 

8. Remiel, uno de los santos ángeles, a quien Dios puso sobre los que se elevan.

De estos arcángeles, San Miguel es quien suele desempeñar el papel más importante en la vida de los católicos. Él, junto con nuestros ángeles guardianes, es a quien invocamos cuando lidiamos con la tentación y el mal. Es el soldado de Dios, y como pertenecemos a Dios, también es nuestro soldado.

Sin embargo, no todos los ángeles de Dios son buenos. Algunos se rebelaron contra su Creador y ahora están comprometidos a llevarse consigo al infierno tantas almas como puedan.


Notas:

1) Hoy solemos pensar que la palabra “criatura” se refiere a “seres vivos”, pero su uso tradicional se refiere simplemente a todo lo creado. Por eso, por ejemplo, en el exorcismo de la sal, se oye una referencia a la “sal de las criaturas” o, en la bendición del agua bendita, al “agua de las criaturas”.

2) Para las reflexiones de San Agustín sobre la creación de los ángeles, véase el Libro XI, Capítulo IX de su “Ciudad de Dios”.

3) Santo Tomás de Aquino y los escolásticos que le siguieron enseñaron que los ángeles son puro espíritu y no corpóreos en absoluto. La creencia anterior, más platónica, de la mayoría de los Padres de la Iglesia es que solo Dios es puro Espíritu, y que, aunque los ángeles no son corpóreos como nosotros, son, en un sentido limitado, “corpóreos” al estar hechos, en parte, de “materia sutil”, a diferencia de la materia del mundo físico. La mayoría de los católicos tienden a creer que los ángeles son totalmente incorpóreos, creencia que se deriva de que esto es lo que se enseñaba en los antiguos “catecismos de penique” de tiempos mejores, pero un católico puede creer que los ángeles poseen materia sutil.

4) Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-51-2: “Aunque el aire, mientras está en estado de rarefacción, no tiene forma ni color, al condensarse puede formarse y colorearse como aparece en las nubes. De la misma manera, los ángeles toman cuerpos de aire, condensándolos por el poder divino en la medida necesaria para formar el cuerpo asumido”.
  

CARTA DEL PADRE JUAN CARLOS CERIANI PRESENTANDO SU DIMISIÓN A LA FSSPX (2009)

Publicamos la carta de dimisión a la FSSPX del padre Juan Carlos Ceriani hecha pública el año 2009.


1988: “Operación-supervivencia de la Tradición”

2004-2009: Infructuosa oposición a la “Operación-suicidio”
o las razones de la dimisión del Padre Juan Carlos Ceriani…



Estimado lector:

Después de agradecerle que haya comenzado a leer esta carta, quiero advertirle sobre el contenido de la misma, para que no se desanime si la encuentra desmesuradamente larga (44 páginas).

En realidad, la carta en sí consta de las primeras 10 páginas, suficientemente descomprimidas como para facilitar la lectura.

Desde la página 11 hasta el final encontrará diez Anexos, necesarios para probar lo que avanzo en el texto y no ser acusado de afirmar gratuitamente sin demostrar. Dichos Anexos pueden descartarse, pero constituyen, en muchos casos, un verdadero material de estudio y de reflexión.

Usted puede leer, eventualmente, sólo el Anexo XI, mi carta de dimisión, que resume mis razones. Yo diría que los puntos 7), 15), 16), 17) y 18) de esta carta contienen lo esencial del problema.

Sin embargo, si para comprender el conjunto de mi resolución, quiere acompañarme pacientemente en la lectura, comencemos:

En Buenos Aires, Argentina, pertenecí desde los ocho años hasta mi ingreso al Seminario de Paraná, a lo que se puede llamar una “Parroquia reaccionaria”; en la cual fui formado por los libros y conferencias de los Padres Leonardo Castellani, Julio Meinvielle, David Núñez, y de los Profesores Jordán Bruno Genta y Carlos Sacheri, entre otros.

Agradezco a la divina Providencia de que en 1965, cuando tenía solamente once años, haya hecho llegar a mi Parroquia al Padre Carlos Morani, quien hasta su prematura muerte, en junio de 1970, fue el guía y el sostén del Centro de Estudios de Ortodoxia Católica, fuente de mi formación intelectual.

En 1976, luego de un año de intensa lucha contra un nuevo Párroco, nombrado en 1975 para destruir material y espiritualmente nuestra Parroquia, llegó el momento de ingresar al Seminario. Tenía bien claro y definido que no podía ni debía hacerlo en el Arquidiocesano de Buenos Aires. Como tantos otros jóvenes en los años setenta, me orienté hacia el de la diócesis de Paraná, donde tuve la ocasión de conocer por los diarios la suspensión a divinis de Monseñor Marcel Lefebvre, sus motivos y sus consecuencias, así como las convicciones y la enseñanza del ilustre prelado. Hasta ese momento no se había planteado en mí la cuestión del Novus Ordo Missæ.

Permanecí tres años en una atmósfera de más en más enrarecida, preguntándome siempre “¿qué Misa voy a rezar una vez ordenado?”, “¿qué hago con toda esta doctrina conciliar que se mezcla en la filosofía, la teología, el catecismo, la piedad, la liturgia, el derecho canónico?” Quienes me conocen, comprenderán que todo eso fue materia de discusiones con ciertos profesores y condiscípulos.

Era claro que no podía continuar de ese modo. Enero y febrero de 1979 fueron para mí meses de reflexión y de oración para llegar a la resolución de que debía abandonar la Iglesia Conciliar para asociarme al combate de Monseñor Lefebvre por la Iglesia Católica y su Tradición contra la Nueva Iglesia; que debía adherir a la Roma Eterna y rechazar la Roma neoprotestante y neomodernista. Al igual que tres años antes, esta nueva decisión, me valió otra ruptura con el ambiente eclesial y con mis amistades…

Durante mi Seminario y mis primeros cinco años de sacerdocio en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, si bien se presentaron situaciones doctrinales complejas (el Indulto de octubre de 1984, por ejemplo), la presencia de Monseñor Marcel Lefebvre, sus intervenciones, y luego la lejanía y la falta de información desde mi puesto en Argentina, impidieron que las cosas llegaran a inquietarme demasiado.

La primera alarma seria fue el ambiente inquietante en el cual tuvimos que vivir desde noviembre de 1987 hasta mayo de 1988. Después del anuncio en junio de 1987 de próximas consagraciones episcopales, ahora no sabíamos cómo iban a terminar las famosas conversaciones romanas.

En junio de 1988, por intermedio de L’Osservatore Romano, tuve conocimiento del Protocolo de acuerdo firmado el 5 de mayo. Mi primera reacción fue decir: ¡Roma miente! Y Dios me es testigo de que yo no hubiese seguido a Monseñor, si él hubiese continuado con ese Protocolo, cuyo contenido completo es realmente el proporcionado por el diario del Vaticano y que, sin embargo, muchos de los sacerdotes de la Fraternidad y el conjunto de los fieles desconocen. Pero en junio, ya estaban decididas las consagraciones para el día 30, y consideré que el triste documento estaba verdaderamente relegado al olvido. Para comprender de qué se trata, ver en el Anexo X: carta del padre Ceriani a Monseñor Fellay del 29 de mayo 2009.

Lamento mucho no haber solicitado en aquel entonces a Monseñor Lefebvre una clara y tajante retractación de la firma de ese documento que, incluso hoy en día, es tema de discusión en la Fraternidad y un arma peligrosa en las manos de la Roma conciliar.

Durante 12 años, más o menos, gracias a la posición obtenida por las consagraciones episcopales de 1988, vivimos tranquilamente el desarrollo de todas las Instituciones de la Gran Obra de la Tradición Católica, que no es un movimiento más en la Iglesia Oficial como lo pretende Benedicto XVI (y como parece haber sido aceptado por Monseñor Fellay, puesto que leemos en la Carta a los Amigos y Benefactores Nº 74: “Habíamos pedido esto, desde el año 2001, como signo de benevolencia de la parte del Vaticano hacia el movimiento tradicional” (…) “Se teme un acercamiento entre la cabeza de la Iglesia y nuestro movimiento”).

A partir del año 2000 se entabla la cuestión de retomar contacto con la Roma ocupada por el modernismo; y en 2001 aparecen los famosos préalables, prerrequisitos, condiciones previas. Dios y algunos miembros de la Fraternidad son testigos de que, desde el principio, la cosa me pareció muy equívoca; pero mis aprehensiones no pasaron de comentarios privados.

Fue en julio de 2004 que decidí intervenir ante mis Superiores. En efecto, como puede comprobarse en mi Apelación (ver Anexo I), cuando Monseñor Bernard Fellay anunció en junio de 2004 que había pedido a Roma oficialmente el retiro del Decreto de Declaración de las excomuniones” envié la misma carta a siete de mis Superiores (los cuatro Obispos, el Primer Asistente, el Ecónomo General y el Secretario General) para señalarles que ese pedido implicaba la aceptación de las excomuniones y de que, tarde o temprano, íbamos a terminar por aceptar lo inaceptable: el levantamiento de las mismas.

Monseñor Fellay y Monseñor Tissier de Mallerais se contentaron con responder que sólo se trataba de una “imprecisión de lenguaje”.

Tres cartas importantes a dichos Obispos, incluyendo un trabajo canónico sobre la cuestión (ver resumen en el Anexo II), ni siquiera merecieron respuesta. ¿Cómo entender que se quiera disputar doctrinalmente con la Roma Conciliar y no se otorgue una respuesta a un miembro de la Fraternidad?

Sobre el otro prerrequisito, el pedido de la “liberación de la Misa de siempre”, “la posibilidad de celebrar la misa tridentina”, no intervine hasta la publicación del Motu proprio del 7 de julio de 2007.

¿Por qué? Porque el argumento de autoridad basado en Monseñor Lefebvre era demasiado fuerte como para intentar, por un argumento de razón, oponerme al pedido de una igualdad litúrgica del rito católico con el rito bastardo. Monseñor Lefebvre, en efecto, en diversas oportunidades había hecho el mismo pedido, pensando que esta situación sería sólo temporaria y que la Misa de siempre rápidamente desplazaría el rito montiniano.

Señalo, sin embargo, que no hice cantar el Te Deum a mis feligreses guadalupanos y que prediqué en dos oportunidades, en Guadalupe y en Martinica, para explicar la nocividad de este documento.

No obstante haber realizado varios trabajos desde la publicación del Motu proprio para demostrar su nocividad y su oposición a la obra de la restauración de la Santa Misa, no pude publicar sino uno solo, y esto después de haber superado numerosas dificultades para vencer las reticencias de mi Superior de Distrito. La conclusión de ese artículo dice:

a) Debido a su causa material este Motu proprio manifiesta que la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante continúa alejándose de la teología católica de la Santa Misa, tal como se formuló en la XXa sesión del Concilio de Trento.

b) Debido a su intención, este Motu proprio es simple como la paloma y prudente como la serpiente; pero, es necesario decirlo, su benedicta simplicidad es una astucia más de la serpiente, capaz de inducir al engaño incluso a los mismos elegidos.

Sin embargo, ténganlo por cierto, queridos fieles, su cabeza será aplastada por la Inmaculada…

No me tomé la molestia de enviar los otros estudios porque sabía que no serían aceptados, por no ajustarse a la opinión del Superior General en lo que se refiere a la interpretación de este documento (ver resúmenes en el Anexo III).

Pido perdón a la Iglesia, a la Obra de la Tradición, a la Fraternidad y a todos los fieles por no haber reaccionado antes. ¡Perdón por mi mal ejemplo!

El 30 de diciembre de 2008 hablé personalmente con mi Superior de Distrito respecto del segundo prerrequisito (el “retiro del decreto de declaración de las excomuniones”) y sobre un editorial que él pensaba publicar el 1° de enero. Le entregué en propias manos el trabajo del Anexo II.

Una vez publicado su editorial “De un prerrequisito al otro”, le envié una carta el 6 de enero de 2009 y nuevamente el 20 de enero, sin obtener respuesta. (Ver lo correspondiente a este tema en el Anexo IV).

Publicado el Decreto del 21 de enero, contrariamente a lo sucedido en casi todos los Prioratos, en nuestras capillas de las Antillas no se leyó la carta del Superior General a los fieles, pues contenía imprecisiones, contradicciones y una grave ambigüedad respecto a la aceptación del Concilio Vaticano II (esto fue reconocido y el texto se modificó, pero no el resto). Tampoco cantamos el Magnificat. El “levantamiento de las excomuniones” no nos inspiraba festejar…

Por intermedio de mi Prior, que asistió el lunes 26 de enero a una reunión de Priores convocada por Monseñor Fellay en París, recurrí de viva voz a mis Superiores y pedí la revisión de la aceptación del Decreto del Vaticano en el plazo de una semana, sin que esto constituyese un ultimátum.

En dicha reunión, Monseñor Fellay dijo que en su carta del 15 de diciembre de 2008 él no había pedido el levantamiento de las excomuniones, sino el retiro del decreto de declaración de las excomuniones, pero que no pediría a Roma una retractación.

Tuve una larga conversación telefónica con mi Superior de Distrito el jueves 29 de enero, durante la cual le dije, entre otras cosas, que, si es cierto que el Decreto del Vaticano es falso, hay que denunciarlo como tal y rechazarlo.

Me pidió un mes para ver cómo evolucionaban las cosas; y me dijo que él iba a hacer lo posible para cambiar la situación.

Teniendo en cuenta la urgencia y la gravedad de tal contexto, le respondí que un mes me parecía demasiado tiempo y que, por lo tanto, mantenía el plazo de una semana.

Pero como me dijo que iba a hacer lo posible para cambiar la situación, pensé que había comprendido el problema; y entonces le pedí que suprimiera del sitio oficial del Distrito de Francia, La Porte Latine, tres informaciones que no correspondían a la realidad:

a) “El legajo completo del retiro del decreto de las excomuniones de 1988”. Dando a entender a los lectores que Roma concedió el “retiro del decreto de las excomuniones” y no el “levantamiento de las excomuniones”.

b) Dos videos en los que se habla de la “rehabilitación de Monseñor Lefebvre”. Con lo cual los lectores interpretan que Roma ha reivindicado y desagraviado la persona de Monseñor Lefebvre.

c) En uno de esos videos aparece una frase pretendidamente extraída del Decreto y que le hace decir:

“Declaro privado de efectos jurídicos la censura de excomunión latæ sententiæ”.

En realidad el texto original dice: “Remito (…) la censura de excomunión latæ sententiæ (…) y declaro privado de efectos jurídicos a partir del día de hoy el Decreto entonces publicado.”

La diferencia es grande. ¿Qué se pretende hacernos creer? Pensando tranquilizarme, el Superior del Distrito me dijo que el texto del video había sido preparado antes de conocer el texto del Decreto… ¿Hubo, pues, diversos textos? ¿Hubo intercambio de ellos entre Roma y la Fraternidad? ¿Se llegó a un consenso? Porque las palabras son casi idénticas, pero no su disposición en el texto…

El sábado 31 de enero, desgraciadamente, nada había cambiado en La Porte Latine, sino que, al contrario, fueron publicadas dos entrevistas a Monseñor Fellay que contribuyen a aumentar la confusión.

En la del semanario Monde et Vie, Olivier Figueras pregunta “¿Esperaba usted, Monseñor, este levantamiento de la excomunión?” Y Monseñor Fellay responde “Lo esperaba desde 2005, después de la primera carta de pedido del levantamiento de la excomunión que había dirigido a pedido mismo de Roma. Porque era claro que Roma no pedía esta carta para rechazar levantar la excomunión”.

Comencé entonces por enviar mi Apelación a los cuatro Obispos y a los Superiores Mayores de la Fraternidad con la esperanza de que, como les suplico al final del texto, reconsiderarían delante de Dios la situación actual y de que, a ejemplo de Monseñor Lefebvre en momentos del Protocolo, volverían sobre sus pasos. Tenía la intención de extender el envío a sacerdotes y feligreses.

En eso estaba cuando llegaron, con una hora de intervalo, dos mensajes:

— un llamado del Secretario General diciendo que detuviese el envío porque en una hora saldría un Comunicado oficial de Monseñor Fellay aclarando las cosas.

— un mensaje electrónico del Superior del Distrito diciendo que en la semana siguiente saldría dicho Comunicado, pero que la Casa General no había aceptado que se corrigiesen las inexactitudes que figuraban en La Porte Latine. ¡Es el día de hoy que allí figuran aún!…

Sin haber recibido ningún Comunicado oficial, completé el envío a los Superiores Mayores y no seguí adelante, renunciando a extender el envío a ciertos sacerdotes y feligreses como había pensado hacer.

El lunes 2 de febrero recibí el Comunicado oficial, confidencial, reservado solamente a los sacerdotes, en el cual se confirma la decisión de aceptar tal cual y sin censurarlo el Decreto del Vaticano.

Para explicar porqué no se exigía a Roma una retractación, Monseñor Fellay se pregunta si, dadas las circunstancias y la situación de la Iglesia, podíamos esperar mucho más; y luego dice que “Roma no se retracta nunca”, que sería ilusorio e incluso peligroso pedirlo, y que nosotros debemos salvar el principio de autoridad.

Me pregunto, ¿qué ha cambiado de la situación de la Iglesia entre el 15 de diciembre de 2008 y el 21 de enero de 2009? Además, ¿“Roma no se retracta nunca”? ¡Es erróneo! Tanto a Monseñor Fellay como a Monseñor Tissier de Mallerais les hice llegar unas referencias históricas sobre este punto (ver Anexo V).

No podía avalar con mi silencio esta situación, que se tornaba de más en más ambigua: era obligación mía hacer pública mi Apelación. Lo hice el martes 3 de febrero.

Si miramos hacia atrás, nos damos cuenta que desde hace veinte años, en efecto, la Fraternidad ha pasado por varias etapas bien diferentes, sin que nada justifique, aparentemente, este deslizamiento progresivo:

● Satisfacción y gozo por el hecho de ser declarada excomulgada por ese “sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar, iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista”, que se auto-excomulga por el mismo hecho (ver Carta Abierta de los Superiores en julio de 1988; Anexo I).

● Declarar y tratar de demostrar que la excomunión no es válida, sin insistir en que la excomulgada es la Roma modernista.

● En septiembre-noviembre de 2005, satisfacción, gozo y utilización de las declaraciones del Cardenal Castrillón Hoyos: “Ellos están al interior de la Iglesia. Existe solamente este hecho de que falta una plena, una más perfecta –como esto ha sido dicho durante el encuentro con Monseñor Fellay– una más plena comunión, porque la comunión existe”.

● Reiteradas manifestaciones para señalar que el hecho de la declaración de la excomunión por parte de Roma constituye un obstáculo para el apostolado, y que, por lo tanto, hay que pedir el retiro de dicha declaración.

● En fin, aceptación, satisfacción, gozo y agradecimiento del decreto que levanta la excomunión y remite la censura.

El lunes 9 de febrero fui invitado por el Superior de Distrito a participar en una reunión de sacerdotes en el Seminario de Flavigny, Francia, para exponer mi posición y para aprovechar la ocasión para entrevistarme en privado con Monseñor Fellay y con él mismo.

Las cosas cambiaron durante la semana y el lunes 16 me encontré con una situación muy distinta. Como era previsible, me impusieron silencio y recibí la Primera Admonición Canónica en vías de expulsión, si persistía en apelar públicamente.

Por lo tanto, cuando el contexto respecto de Roma es de más en más ambiguo, suplicar públicamente a los cuatro Obispos de la Fraternidad que reconsideren delante de Dios la situación actual y que, a ejemplo de Monseñor Lefebvre, vuelvan sobre sus pasos, pedirles que confirmen nuevamente a sacerdotes y a feligreses en el buen combate por la Roma Eterna contra la Iglesia conciliar, ¡todo esto es considerado como un delito por las actuales autoridades de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X!

A la Admonición Canónica respondí, por carta del 24 de febrero, diciendo:

Afirmo que intervine públicamente porque la confusión de los términos que existe y la situación de humillación “de la operación supervivencia de la Obra de la Tradición”, que compromete su misma existencia, me pusieron frente a un verdadero “estado de necesidad”.

Doy testimonio de que actué de “buena fe”, con “buena voluntad” y con “rectitud de conciencia”, sabiendo que desde 2004 había intentado, por la vía privada, evitar de llegar a la situación actual, pero sin resultados.

El martes 17 de febrero había entregado en mano a Monseñor Fellay y al Superior de Distrito un trabajo en que desarrollo 4 puntos:

1) los dos preliminares no han cumplido su objetivo y se han mostrado ineficaces.

2) no se obtuvo lo que se pidió en ninguno de los dos casos.

3) en ambos casos se ha dicho que se obtuvo una cosa muy distinta de la realidad.

4) los dos actos legislativos de Roma han humillado la Santa Misa y la Operación Supervivencia de la Obra de la Tradición. (Ver Anexo VI).

Llamo la atención del lector sobre el hecho que la reunión de estos cuatro puntos constituye una utilización indebida de la Mediación de la Santísima Virgen María y un ultraje a la Madre de Dios.

Además, arrojarse voluntariamente en esta “operación suicida” implica tentar a Dios, que ya salvó la Obra de Tradición en 1988… “Tú no tentarás al Señor, tu Dios”

También formulé en mi carta del 24 de febrero el pedido de que en la Carta a los Amigos y Bienhechores nº 74 fuese por fin aclarada la situación, tanto respecto de los fieles como respecto de la Roma anticristo y modernista:

1) por lo que se refiere a nuestros fieles:

Que la Fraternidad reconozca las ambigüedades publicadas y las clarifique.

2) Por lo que se refiere a la Roma anticristo y modernista:

A) Permanecer en la posición actual, sin buscar nuevos contactos.

B) Si la Roma anticristo y modernista intenta tener nuevos contactos, especialmente debates teológicos, exigir como preliminares a todo debate, y no como materia de debate:

a) La supresión de la distinción entre “forma ordinaria y forma extraordinaria” de un mismo rito.

b) La rehabilitación sin ambigüedades ni condiciones de Monseñor Lefebvre y de Monseñor de Castro Mayer.

c) La declaración formal y pública de que la FSSPX no pidió “el levantamiento de las excomuniones”, como dice el Decreto del 21 de enero de 2009.

Entretanto, aquellas conferencias de Monseñor Fellay en febrero reservaban dos sorpresas.

El primer sobresalto se produjo cuando Monseñor Fellay expresó con toda simplicidad: “Estoy cansado de discutir sobre las palabras”.

Algunos días más tarde, en la ya citada carta del 24 de febrero, destaco la molestia del Superior General y expreso:

“Compruebo que la confusión no ha sido creada ni por Roma, ni por los sacerdotes de la Fraternidad, ni por los fieles, sino por el Superior General y los Superiores de Distritos.

En efecto, Roma siempre ha utilizado el mismo lenguaje, erróneo, pero claro y preciso.

La Fraternidad, al contrario, a lo largo de los últimos ocho años, ha caído en la equivocidad en los términos, la cual ha engendrado confusión en los espíritus de los sacerdotes y de los fieles.

La consecuencia de esta equivocidad en los términos y de esta confusión en los espíritus es la ambigüedad y la imprecisión en los comunicados oficiales y en los artículos aparecidos en la prensa”. (Ver Anexo VII).

El segundo desconcierto fue provocado cuando Monseñor Fellay manifestó que “Algunos, para facilitar las cosas, hacen una identificación entre la Iglesia Oficial y la Iglesia Modernista. Pero es un error, porque hablamos de una realidad concreta”.

Cuando llegaron las preguntas, simplemente hice referencia a una conferencia y a una entrevista de Monseñor Lefebvre, leyendo algunos pasajes.

Además, en la carta del 24 de febrero, pregunto si esta “realidad concreta” es “la iglesia visible” de Dom Gérard. Y digo que no quisiera que comience una nueva confusión sobre las palabras que conduzca al Superior General al cansancio por una nueva discusión; porque, en efecto: Roma ha siempre utilizado un lenguaje claro y preciso. Monseñor Marcel Lefebvre y las autoridades de la Fraternidad, también. Hoy, por el contrario, el Superior General expresa una idea insólita y desconcertante, desconocida en el lenguaje de nuestro Fundador; él debe utilizar fórmulas claras y precisas para evitar una nueva confusión, esta vez respecto a la identificación entre la “iglesia oficial” y la “iglesia modernista” o “iglesia conciliar”; él no puede cambiar la naturaleza de nuestro combate; si no quiere cumplir esta misión, él debe renunciar. (Ver Anexo VIII).

Como no obtuve ni siquiera acuso de recibo de esta carta, envié otra el 10 de marzo. El 9 de marzo, el Superior de Distrito me escribe diciendo responder a mis cartas del 24 de febrero y del 10 de marzo (sic). En realidad, solamente contesta a mi descargo sobre la Admonición Canónica contenido en mi carta del 24 de febrero. En sustancia, me dice:

“La Fraternidad no ha abdicado su voluntad de combatir los grandes errores y herejías transmitidos por la Roma conciliar. En consecuencia, las aproximaciones o contradicciones que usted deplora permanecen accidentales. Ellas no justifican una reacción pública como la que usted ha realizado. Sólo una verdadera capitulación de la Fraternidad en el combate de la fe habría podido legitimar esta protesta pública”.

El 17 de marzo respondo a esta carta planteando el problema en su realidad concreta:

● ¿Es accidental que el rito romano de la Santa Misa (que nunca había perdido su derecho) haya perdido, de jure, su condición de única forma ordinaria y oficial?

● ¿Es accidental que la Roma anticristo y modernista, por medio del Motu proprio, lo haya humillado, relegándolo al rango de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”, que sería la “forma ordinaria” del único rito romano?

● No haber reaccionado ante semejante innovación, ¿no constituye ya una verdadera capitulación de la Fraternidad en el combate por la fe?

● La Roma anticristo y modernista, por el Decreto del 21 de enero de 2009, humilló la “operación supervivencia” de las consagraciones episcopales, presentándola no sólo como ilícita, sino también como digna de castigo y censurable. ¿Es accidental no haber exigido que se lave el honor de los obispos consagrados, de los dos obispos consagrantes, de la Fraternidad, de toda la Obra de la Tradición, y sobre todo el honor de la Iglesia?

¿Es accidental no haber reaccionado ante semejante difamación, que pone en entredicho la continuidad de nuestra misión?

Si eso no constituye aún una capitulación probada de la Fraternidad en el combate por la fe, a eso conduce seguramente.

Parece que el Superior General, para facilitar las cosas, no quiere hacer más la identificación entre la Iglesia oficial y la Iglesia modernista. ¿Es esto accidental?

¡No! No es accidental a nuestra lucha; se trata de una verdadera desnaturalización del combate de la Obra de la Tradición por la Iglesia Católica contra la Iglesia conciliar.

El 21 de abril recibo un correo electrónico del Superior del Distrito, fechado el 18. Allí leo:

“El combate de la Fraternidad es guardar, transmitir, propagar y confesar la Fe. Combatir, en consecuencia, todos los errores y los herejías profesados por “la iglesia conciliar” que la debilitan y la corrompen. Mantener su protesta contra estos errores y estas herejías, al mismo tiempo que se le harían algunas concesiones, mientras no se desactivasen los principios de la revolución conciliar. Por fin, en las circunstancias actuales, y de acuerdo con la declaración del Capítulo General de 2006 así como a la estrategia sin cesar repetida por nuestro Superior General, de no aceptar celebrar acuerdos canónicos antes de haber obtenido la certeza moral que Roma haya renunciado a los principios mortíferos del Concilio. He aquí lo que constituye la parte fundamental de nuestro combate. Ninguna de las cuestiones que usted plantea afecta a lo único que es esencial”.

Confieso que semejantes afirmaciones me desorientaron aún más. Según el Superior del Distrito:

● es accidental que el rito romano de la Santa Misa haya perdido su condición de única forma ordinaria y oficial;

● es accidental que la Roma anticristo y modernista lo haya humillado, relegándolo al rango de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”;

● es accidental que no se lave el honor de los obispos consagrados, de los dos obispos consagrantes, de la Fraternidad, de toda la Obra de la Tradición, y sobre todo el honor de la Iglesia;

● es accidental no hacer más la identificación entre la Iglesia oficial y la Iglesia modernista…

Mientras reflexiono sobre la respuesta, llega la Carta a los Amigos y Benefactores nº 74, que confirma las ambigüedades y las contra-verdades ya denunciadas, al mismo tiempo que la intención de disputar con la Roma anticristo y modernista sin exigirle aclaraciones ni desmentir su falsedad. Toda esta estrategia, bien clara en sí misma, se encubre debajo de la “cortina de humo” de los 12.000.000 de Rosarios. Esta Carta motivó los comentarios del Anexo IX.

Es en ese momento que decido partir de la Fraternidad

En efecto, como dice el Padre Leonardo Castellani: “Vivir “protestando” no es un ideal religioso. Se protesta una vez contra un abuso; y después se comienza a vivir contra el abuso o afuera del abuso”.

Después de intentar “vivir contra el abuso” durante estos últimos meses, presentando mis “protestas” en forma privada, he llegado a una situación tal que comprendí:

— o que el abuso iba a expulsarme (ponerme afuera), si continuaba viviendo contra él,

— o que debía tomar la decisión de vivir afuera del abuso.

Del mismo modo que luché en nuestra querida parroquia reaccionaria de la adolescencia; así como elegí el seminario al que debía ingresar afuera de Buenos Aires; así como un día decidí abandonarlo; treinta años más tarde asumo la responsabilidad de partir de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, para defender cabalmente mi fe y mi sacerdocio, atacados por la Roma anticristo y modernista, inspiradora y difusora de la herejía conciliar.

Mi resolución de partir ya contraída, el 29 de abril respondo brevemente la carta del Superior del Distrito: Ninguna de sus cartas me aporta una respuesta precisa a mis preguntas. Por lo tanto, puede estar tranquilo, puesto que no volveré sobre estos temas; veo que es inútil…

Quedaba aún una gran sorpresa. El 7 de mayo recibo una carta del Superior General, Monseñor Fellay, fechada el 11 de abril. ¡Primer correo después del 3 de junio de 2005! Es triste comprobar que no tiene otra finalidad que manifestar su enojo, desplegar amenazas y proferir insultos.

La autoridad invocada, que no dejo de reconocer, le viene de Dios, ciertamente; pero no le ha sido conferida para insultar a sus súbditos. Obrando de este modo, demuestra, una vez más, que no tiene otro argumento que el voluntarismo: “sic volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas”.

A esta altura de los acontecimientos, mi respuesta tiene simplemente por finalidad dar una lección al abuso de autoridad. Otras dos correspondencias verán la luz (Ver en Anexo X estas cuatro cartas).

Soy perfectamente consciente de la trascendencia de la responsabilidad que asumo y de que, de ahora en más, se me considerará como “clericus vagus”, sin reconocimiento alguno, ni de parte de la Iglesia oficial (hace 30 años que he renunciado a él), ni de parte de la Obra de la Tradición que adhiere al nominalismo y al voluntarismo de las actuales autoridades de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que les impiden continuar el combate por la Iglesia Católica contra la Iglesia Oficial, conquistada por el Conciliarismo.

Este motivo, sumado al ultraje a la Santísima Virgen y a la tentación contra Dios, constituye la razón última de mi partida. Ver Anexo XI, 7), 15), 16), 17) y 18).

Si es necesario, repito una vez más que contesto y tengo por nulos y sin valor, tanto de derecho como de hecho:

— el Motu proprio Summorum pontificum, del 7 de julio de 2007, que pretende asimilar el Sacrosanto Rito Romano de la Santa Misa al “rito bastardo montiniano”,

— las pretendidas excomuniones de 1988, el Decreto que procura declararlas y el Decreto del 21 de enero de 2009 que intenta levantarlas, dejando creer que eran válidas.

Dicha impugnación y sus consecuencias las considero una distinción de honor y un signo de ortodoxia delante de los fieles. Estos, en efecto, tienen absoluto derecho de saber que el sacerdote al cual se dirigen no está en comunión con una iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista.

La Providencia divina ha querido que Monseñor Lefebvre, 21 días antes de fallecer, escribiese estas palabras tan consoladoras como proféticas, a ellas apelo:

“El restaurador de la cristiandad es el sacerdote por la ofrenda del verdadero sacrificio, por la distribución de los verdaderos sacramentos, por la enseñanza del verdadero catecismo, por su papel de Pastor vigilante para la salvación de las almas.

Es alrededor de estos verdaderos sacerdotes fieles que los cristianos deben agruparse y organizar toda la vida cristiana.

Todo espíritu de desconfianza hacia los sacerdotes que merecen la confianza disminuye la solidez y la firmeza de la resistencia contra los destructores de la Fe”. (Prefacio al Nº 1 de la Documentación sobre la Revolución en la Iglesia, Ecône, 4 de marzo de 1991).

Padre Juan Carlos Ceriani

Fort de France, 4 de agosto de 2009


Nota: A continuación compartimos los anexos citados por el padre Ceriani que se encuentran alojados en el sitio Radio Cristiandad