Me he dirigido a tu lealtad y buen sentido. Espero haberte hecho tocar con la mano, esa profunda miseria que se llama Protestantismo.
Ahora, lector amigo, si este libro te ha hecho algún bien, ora por mí; y encomienda también a Dios, para que los ilumine, a cuantos deban leerle.
Me he dirigido a tu lealtad y buen sentido. Espero haberte hecho tocar con la mano, esa profunda miseria que se llama Protestantismo.
Si te acontece discutir con un protestante, sé prudente y caritativo. No te dejes sacar del camino recto y claro, poniendo en práctica las reglas del buen sentido. No te metas en controversias infructuosas, las cuales sirven solamente, como dice el Apóstol San Pablo, para turbar y agriar los ánimos. Envía esos disputadores e inventores de religiones, a controvertir con el cura de tu parroquia.
En cuanto a ti, conserva la fe: sé hijo sumiso de la Iglesia Católica, que es la maestra de la verdadera piedad y la depositaria infalible de las verdades cristianas: practica tu fe con celo y amor; ora mucho; comulga con frecuencia; ama profundamente a Nuestro Señor Jesucristo, tu Salvador; y a María Santísima, su Madre siempre Virgen; honra, respeta y ayuda con tus oraciones al Papa, representante en la tierra del Dios del cielo; y vive, en fin, de tal manera, que después de los días de tu peregrinación en esta vida, llegues en la otra a la eterna bienaventuranza.
Sub tuum praesidium Inmaculata
FIN
Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.
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