Por Monseñor de Segur (1820-1881)
Según lo que entendamos por este suyo.
Bien sé yo que la juventud tiene sus gustos particulares, como cada edad tiene los suyos, y que no es conveniente ni posible obligar a un joven a hacer la misma vida que un viejo. Pero sé también que el joven, por lo mismo que tiene menos experiencia y sangre más viva que el viejo, necesita velar más por sí mismo, y buscar más frecuentemente el auxilio de la Religión.
Sé también que Dios pide a cada cual en razón a lo que le ha dado, y que al joven le pide más, porque le ha dado más fuerza y más valor para cumplir sus deberes cristianos. No quiero yo privar a los jóvenes de los honestos recreos propios de su edad; pero quiero hacerles entender que la vida no se les ha dado para divertirse, sino para ser fieles a Dios, útiles a los hombres y prudentes consigo mismos, y para prepararse una vejez respetable y santa.
¡Si los jóvenes supieran lo que tienen con el ser de cristianos! ¡Si supieran lo que pierden cuando pierden la inocencia! ¡Si adivinaran cómo se lloran en la vejez los errores de la juventud, y cuánto se echa de menos el tiempo malgastado!
A las puertas de la muerte, con lágrimas dice el viejo: “Cuando pude, no sabía; y ahora que sé, ya no puedo”.
Parte 54
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