Por Monseñor de Segur (1820-1881)
No; pero se debe usar. Porque, excepto el gran crimen de insultarle, la mayor ofensa que puede hacerse a Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar, es abandonarle y olvidarse de Él.
Dos clases de personas deben llegarse a recibir los Sacramentos: los buenos que quieren ser mejores, y los malos que quieren ser buenos.
Para los buenos, los Sacramentos son fuego que purifica el oro; para los malos, son medicina que cura al enfermo. Para todo son remedio, y todos deben tomarlo; no porque sean dignos, pues nadie hay digno de Dios, sino para ser cada día menos indignos; no porque sean fuertes, sino para ser cada día menos flacos.
Corre, hijo mío: Jesucristo te llama, y sin Él no puedes salvarte. Ve a buscarle en la Confesión, donde purificarás tu corazón, que es templo suyo; y en la Sagrada Comunión, por la cual se digna el mismo Dios en persona albergarse en ese templo ya purificado.
Corre y nada temas. Dios premiará tu buena voluntad, y tú mismo conocerás cuánto más vales después de haberle recibido.
Corre, hijo mío: Jesucristo te llama, y sin Él no puedes salvarte. Ve a buscarle en la Confesión, donde purificarás tu corazón, que es templo suyo; y en la Sagrada Comunión, por la cual se digna el mismo Dios en persona albergarse en ese templo ya purificado.
Corre y nada temas. Dios premiará tu buena voluntad, y tú mismo conocerás cuánto más vales después de haberle recibido.
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