martes, 21 de mayo de 2024

OBJECIONES CONTRA LA RELIGION (50)

Quiero que nadie se burle de mí, ni singularizarme, sino hacer lo que los demás.

Por Monseñor de Segur (1820-1881)


Perdona si te digo que eso es discurrir como las cabras. De estos animales, sabido es que por donde salta la una, salta la otra; si la primera se echa por un derrumbadero, allá va detrás la segunda, y luego la tercera, y después todas. Cada una de ellas hace lo mismo que las demás.

¿Es así cómo debe obrar un hombre, hijito? ¿Quieres no valer más que una cabra, y echarte de cabeza en el infierno, nada más que porque otros se echan?

El refrán dice: adondequiera que fueres, haz lo que vieres; y yo te digo: adondequiera que fueres, haz lo que debes. Que hay muchos que te siguen en obrar lo bueno, mejor para ti. Que hay pocos, que no hay ninguno más que tú, paciencia, y tener el valor de ser único y solo.

Mira, hijito; aunque en el mundo hay más gente buena que la que quisieran los pícaros, verdad es al cabo que los malos son más que los buenos. Por consiguiente, el que quiera ser bueno, o lo que es igual, cristiano, tiene que resignarse a ser de los menos. Es uno de tantos sacrificios que tenemos que hacer para salvarnos.

Ya Jesucristo te lo enseña así bien claramente: “Entrad -dice en su Evangelio de San Mateo, capítulo VII- por la puerta angosta; porque la puerta que conduce a la muerte es ancha, y el camino espacioso, y muchos son los que van por él. ¡Cuán estrecho es el camino que lleva a la vida, y cuán pocos son los que le siguen!”

Y luego, en otros capítulos del mismo Evangelio, añade: “No temáis a los que matan el cuerpo, y luego no pueden hacer nada más. Yo os diré a quién debéis temer: temed al que puede matar el cuerpo y el alma en el infierno. En verdad os digo, que a ese sólo debéis temer”. “Si alguno se avergonzare de Mí delante de los hombres, Yo me avergonzaré de él delante de mi Padre, y delante del universo en el juicio final. El que perseverare hasta el fin, ese sólo será salvo”.

El que perseverare hasta el fin. ¿Entiendes, hijito? Es decir, el que me obedezca y me ame, a pesar de todos los peligros, de todas las amenazas, de todos los malos ejemplos, ese sólo será salvo.

¿Qué tal? ¿Se puede decir más claro de lo que Jesús te lo dice, que para no condenarse en el otro mundo es necesario singularizarse un poco en éste; y que el singularizarse para un asunto de tanta importancia, lejos de causarnos temor o vergüenza, debe ser nuestra mayor gloria de cristiano?

¿Que habrá algunos que se burlen de ti? Que los haya. ¿A ti qué te importa? ¿Te has de morir por eso? Ten lástima de ellos, hijo mío, porque son unos pobres locos que se burlan de un cuerdo.

Figúrate que dieran en burlarse de ti porque comes, o porque andas con los pies; ¿habrías por eso de matarte de hambre, o te pondrías a andar de cabeza? No. ¿Y por qué? Porque tú estás seguro de que obras en razón comiendo y andando con tus pies, y que quererte obligar a hacer lo contrario es una barbaridad estupenda.

Pues, hijo, más estupenda es todavía la de quererte hacer vivir como un perro, sin Religión ninguna; por lo cual, serías un insensato si te dejaras llevar de las burlas de cuatro necios, ¿y si perdieras tu alma por darles gusto? La desaprobación de estos tales no deshonra; lo que deshonra son sus alabanzas. ¿Murmuran de ti? ¿Se mofan de tu piedad? Pues date la enhorabuena, porque es señal de que no eres como ellos. Pero no hay que exagerar las cosas. En este punto te sucederá muchas veces hallarte menos solo de lo que tú creas. Hay muchos malos, y esto ya te lo he confesado yo; pero hay también muchos buenos, que salen en nuestra ayuda cuando menos lo esperamos. De mí te sé decir que donde veo un hombre de buena crianza y de costumbres decentes, allí creo siempre ver un cristiano, y la mayor parte de las veces no me he equivocado.

Sucedió hace pocos años, en un colegio militar, que uno de los alumnos se encontró en el suelo un rosario. Creyendo que se le habría perdido a alguno de sus compañeros, y proponiéndose reírse a costa de él, colgó el rosario en un árbol del jardín del colegio, y dijo: “¿Quién es el santurrón que ha perdido ese chisme?”. En esto, salió otro de los alumnos y dijo: “Es mío; ese rosario es un recuerdo de mi buena madre; y yo, que soy cristiano -añadió con tono muy resuelto- lo rezo todos los días”. “Muy bien dicho, y muy bien hecho” -dijo entonces una voz que salió del corro. Se volvieron los alumnos, y vieron que era la voz del director general del colegio, el cual, dando un abrazo al joven del rosario, le dijo: “¡Bravo! Eso es lo que se llama portarse como hombre de corazón. Siga usted en esos buenos sentimientos, y nada perderá”. Desde aquel día, los colegiales miraron a su compañero con respeto y trataron de imitarle, tanto más cuanto que era uno de los jóvenes más aventajados que había en el colegio.

Sucedió en otra ocasión, que un viajero recién llegado a la posada en un día de los de abstinencia, se sentó a la mesa redonda con los demás huéspedes, y pidió que le sirvieran comida de viernes. Empezaron los presentes con risitas burlonas y cuchicheos, hasta que uno de los que más la daban de chistoso, dijo al recién venido con aire zumbón: “¡Hola! Parece que usted come de viernes, caballero”. “¡Hola! Y usted parece que come de carne, señor mío”. “Sí, señor; de carne como”. “Pues tanto peor para usted, pues que no cree que un hombre de honor debe preferir la salvación de su alma al gusto de comerse una chuleta”.

Con tan oportuna salida, se pusieron todos de parte del recién venido, se rieron del impertinente que había querido sonrojarle, y, lo que es más, uno de ellos saltó y dijo: “También yo soy cristiano y no quiero ser menos que el señor; tiene razón en lo que hace. ¡Muchacho! -dijo al criado de la posada- tráeme comida de viernes”.

Conque ya ves, hijo mío, que rara vez el que quiere vivir y obrar como cristiano está solo en medio de las bufonerías de los necios. Estos no parece que son tantos, sino porque la gente buena y de razón mete menos ruido; y ya sabes el refrán: “Más bulla hace uno que habla, que cientos que callan”.

Sé tú amable y cortés con todo el mundo; ríete con los demás de todo lo que de reír sea, con tal que no haya ofensa de Dios, y verás cómo no se meten en si tu cumples o no tus deberes de cristiano. Si, a pesar de todo, alguno se obstinara en burlarse de ti, respóndele con prudencia y procura mostrarle su error. Si no se corrigiere, déjalo con su desgracia. Para todos llegará la hora del gran juicio; y, como suele decirse, al freír será el reír.

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