Los curas están siempre pidiendo dinero...
Por Monseñor de Segur (1820-1881)
¡Ya! Como que con dinero hay que socorrer a los pobres y a los necesitados, los cuales a quien acuden siempre en primer lugar, es a los curas. Como que con dinero hay que comprar velas y hostias, y edificar templos y hacer casullas, y sostener, en fin, el culto divino.
Arréglate tú las cosas de manera que todo lo que tienen que gastar los curas en cumplir sus obligaciones se lo den de balde, y verás entonces cómo no piden dinero. Pero mientras ellos tengan que comprar, como todo el mundo, lo que necesiten para sostener con la debida decencia el culto de que son ministros; o mientras se les quite, para no volvérselo de modo ninguno, lo que deben a la generosa piedad de los fieles, ¿qué han de hacer más que pedir?
¿Quieres que no pidan? Pues anticípate a darles tú lo que necesiten. Hazlo, y nada perderás en ello, pues obligación tienes de hacerlo si eres buen cristiano. No temas que esto te arruine, pues nadie se arruina por hacer limosnas. Si tienes mucho, da mucho; si poco, poco; pero este poco dalo de buena gana y sin murmurar, que no se lo das a ningún perdulario.
El sacerdote es el hombre de la fe y de la caridad. Si nosotros tuviéramos más caridad y más fe de la que tenemos, ya comprenderíamos por qué siempre nos están pidiendo.
¡Es muy singular la gracia en que, sobre todo en estos tiempos, han dado los enemigos de la Iglesia! A propósito de que Jesucristo recomendó a sus discípulos la pobreza, haciendo de ella una de las primeras virtudes, quisieran
aquellos tales que los curas viviesen del viento como los camaleones, y que no tuvieran ni aun zapatos que ponerse.
Los curas, hijito, son hombres como nosotros, que viven en sociedad, y que necesitan comer y vestirse como todo viviente. Su necesidad es tanto mayor, cuanto que su ministerio ni les da tiempo ni les permite ocuparse en otra cosa más que en cumplir su sagrado encargo de salvar nuestras almas. Ellos no pueden ni deben consagrarse a los oficios que producen dinero. Conque si no se lo damos nosotros, se morirán de hambre.
“El que sirve al altar, del altar ha de comer”, dice San Pablo. Arréglate como quieras, no puede ser de otro modo. Por consiguiente, o adelántate tú a darles lo que necesitan para vivir y para sostener el culto, o no cometas la cruel iniquidad de hacerles un cargo porque te pidan que les des lo que buenamente puedas darles.
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