Por Monseñor de Segur (1820-1881)
expresado con ella.
Esta lengua, que es invariable, por lo mismo que no es ya propia de nación ninguna, es la lengua de todas, y, por consiguiente, la lengua universal, que conviene a una religión universal o católica.
Los enemigos de la Iglesia saben bien esto, cuando le hacen tan graves cargos porque habla latín; ellos, que quisieran desfigurar para destruirlos todos los dogmas católicos, conocen bien hasta qué punto se opone a sus proyectos el uso de una lengua que ni puede desfigurarse por lo mismo que no es ya viva, ni puede tampoco destruirse porque es y ha sido y
será la lengua de los sabios.
¿Quieres convencerte de lo que importa hablar una lengua que no pueda ya variar? Pues no tienes más que observar por ti mismo lo que sucede con las lenguas de uso común, empezando por la castellana. El vocablo que hoy significa una cosa, mañana, por el uso distinto que se le da, significa otra diferente, y quizá contraria.
Tú ves, por consiguiente, cuán fácil sería que la palabra más sagrada del lenguaje religioso llegara, por el mal uso que la ignorancia, la malicia o la casualidad hiciesen de ella, a tener una significación ridícula o indecente.
Por último, no puede ser cargo contra la Iglesia el hablar latín,
tanto porque hay muchas personas que saben esta lengua, como porque para los que la ignoran se halla traducido todo lo que un cristiano debe decir y conocer; y, además, porque la predicación se hace siempre en la lengua común de cada país.
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