jueves, 11 de mayo de 2023

TERCERA PARTE DEL LIBRO "VIDAS DE LOS HERMANOS" (CAPÍTULO XXXI AL XL)

La cual contiene muchas cosas hermosas y devotas de Fr. Jordán, de Santa Memoria, segundo Maestro General de la Orden de Predicadores


Continuamos con la publicación de la Tercera Parte del antiguo librito (1928) escrito por el fraile dominico Paulino Álvarez O.P. (1850-1939) la cual contiene muchas cosas hermosas y devotas de Fr. Jordán, segundo Maestro General de la Orden de Predicadores.


Capítulos anteriores:

Primera Parte:
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI

Segunda Parte:
Capítulo I al XVII
Capítulo XVIII al XLIII

Tercera Parte:
Capítulo I al X
Capítulo XI al XX
Capítulo XXI al XXX


CAPÍTULO XXXI

DE QUÉ MANERA PADECIENDO MUCHA SED LE OFRECIÓ EL DIABLO BEBIDA DE MUERTE

Yendo otra vez por Besanzón, cuando todavía no teníamos allí convento, cayó gravemente enfermo de una fiebre que le abrazaba y consumía. Uno de los días que más sed padecía se presentó un joven con servilleta al hombro, en una mano una botella y en otra una hermosa copa, como preparado a servir, y le dijo: “Oh, Maestro, os traigo una bebida magnífica, que sin miedo podéis tomar, porque ni os dañará ni tendréis más sed”. Temiendo él que fuese engaño del diablo, como lo era, se encomendó al Señor, hizo la señal de la cruz para ahuyentar al tentador y le dijo: “Apártate de mi con todos tus fingimientos”. Y al instante desapareció. 
- Ni es de callar a este propósito, la devoción que el Obispo de Besanzón y los canónigos de la iglesia mayor le tuvieron, por las muchas señales que en él veían de santidad, y el amor que, por reverencia al mismo, tomaron a la Orden toda, y las muchas súplicas con que pidieron y obtuvieron en la ciudad un convento; reverencia y amor que hasta hoy conservan. 
Continuando el Bienaventurado Maestro en su enfermedad, cada vez más grave, y casi mortal, pidió el Cuerpo de Cristo, que le llevaron los mismos canónigos, a la vista del cual, se levantó súbitamente de la cama, postróse en tierra y comulgó con tanta devoción, que todos vieron en él los méritos de un santo.


CAPÍTULO XXXII

DE CÓMO EL DIABLO QUISO HACER CON ÉL LAS PACES

Una vez, hablándole el diablo por un Hermano, al cual tenía obseso, dirigiéndole amenazas y maldiciones, y quejándose de muchas cosas de él por el fervor de su predicación con el que arrebataba de su poder las almas, le dijo: “¡Oh, ciego! yo haré contigo alianza; si me prometes no predicar en lo sucesivo, te prometo no tentar jamás a ninguno de tus frailes”. Al cual con voz enérgica contestó el santo: “Lejos de mí hacer alianza con la muerte y pacto con el infierno”.


CAPÍTULO XXXIII

QUE EL DIABLO TENTÓ DAÑARLE Y NO PUDO

Vivía en Bolonia otro Hermano obseso, pero de tanta fuerza, que rompía todos los cordeles y cadenas y maltrataba cruelmente a los otros. Llegóse una vez a él Fr. Jordán, en ocasión en que el endemoniado estaba ligado por todo el cuerpo y tendido a la larga en el suelo boca arriba, Y díjole aquel infeliz: “Oh, tú, miserable, si pudiera cogerte, cómo te despedazaria!” Mandó el maestro que le soltasen, y dijo: “Ya estás libre, haz lo que puedas”. Y no pudo moverse, pero contestó: “¡Oh, si cogiese tu nariz entre mis dientes, con qué gusto la arrancaría!” Inclinóse él y le puso la nariz a los labios, pero tampoco pudo morderla.
-Otro endemoniado en la misma Bolonia dijo a los Hermanos: “Rogad al Señor por aquel ciego que en este momento predica en Nápoles”; pues se goza mucho el diablo y se vanagloria cuando puede predecir lo futuro. Pero arrepentido al momento de lo dicho, añadió: “No me creáis, que he mentido”. Notaron los Hermanos el día y la hora y hallaron después que en aquella misma hora y día predicaba en Nápoles Fr. Jordán.


CAPÍTULO XXXIV

DE QUE MANERA LE TENTÓ POR LA VANIDAD

Atormentaba en otra ocasión aquel obseso a los Hermanos vituperándolos a cada paso sin poder acusar a ninguno; más como viese venir al Bienaventurado Maestro, con extraordinaria reverencia se levantó y comenzó a alabarle y encomiarle de su singular gracia en predicar, del fervor de su Religión, de la santidad y de toda la perfección de las virtudes, con objeto de hacerle caer en el vicio del engreimiento. Pero el santo varón, que no ignoraba las astucias del maligno, confundióle con su humildad.


CAPÍTULO XXXV

QUE EL DIABLO QUISO CON OLORES ENGAÑARLE

Hallándose en Bolonia el Bienaventurado Padre Jordán, le perfumó el diablo con tales olores, que no podía menos el santo de esconder sus manos para que otros no los percibiesen y le creyesen su santidad. Parecía que consigo llevaba un frasco de perfumes que se difundía a lo lejos, con grande extrañeza suya. Pero no permitió el Espíritu de verdad que los engaños del maligno durasen largo tiempo. Estando una mañana para celebrar y rezando para desechar las tentaciones el salmo: Judica, Domine, nocentes me, paróse a rumiar aquel versículo. Omnia ossa dicent: Domine, quis similis tibi, con que se sintió de tal manera penetrado de devoción, que todos sus huesos parecían ser regados del Espíritu de Dios. Rogó entonces al Señor que si aquel extremado olor se obraba por acechanzas del diablo, por su gracia se lo revelase. Y al momento conoció que todo era fingimiento del enemigo antiguo para precipitarle en la vanagloria; y cesó por completo todo aquel engañoso olor de las manos. Esto escribió en un libro el mismo Maestro Jordán, y a los novicios de París, estando yo presente, también lo contó.


CAPÍTULO XXXVI

DE SU ALEGRE POBREZA

Yendo dicho Padre a París con muchos Hermanos para celebrar Capítulo General, mandóles una mañana que fueran por las calles de una villa a buscar pan para comer a mediodía y que todos se reunieran después en cierta fuente que estaba cerca. Volvieron todos, pero con tan poco pan, y esto bastó, que apenas llegaba para solo dos. Prorrumpió el varón santo en voces de alabanza y de júbilo, y de palabra y con el ejemplo exhortó a los Hermanos a que hicieran lo mismo. Y de tal manera comenzaron todos, llenos de espiritual alegría, a cantar y alabar a Dios, que una mujer que los veía de un lugar vecino, mal edificada, los riñó diciendo: “¿Sois vosotros Religiosos? - ¿Qué bromas son esas?” Más como oyese de ellos que se alegraban de aquella suerte en el Señor, por cuyo amor se habían hecho pobres y sufrían aquel día la falta de pan, santamente edificada ella, marchó a toda prisa y les trajo abundante pan, vino y queso, diciéndoles: “Si por eso os alegráis y dais gracias a Dios, quiero yo ofreceros motivo de mayor alegría”. Y encomendándose a sus oraciones se despidió.


CAPÍTULO XXXVII

DEL VINO POR SUS MERITOS MEJORADO

Moraba en Alvernia (4) una señora devota de Dios y de los Hermanos, a quienes con mucho gusto hospedaba, si bien con repugnancia de su marido. Llegó una vez el Maestro Jordán con sus compañeros a hospedarse a su casa, y cuando todos estaban ya comiendo sobrevino el marido, quien, con disimulo de su enfado, se sentó con ellos a la misma mesa. Observó que la señora preparaba para los Hermanos un buen vino, lo cual, sintiéndolo él más todavía, llamó con voz fuerte al servidor y le dijo: “Anda ligero, y trae aquel otro vino mejor que hay en tal cuba”. Decía esto de burla, porque aquel vino que pedía era pésimo y avinagrado; buscaba él de este modo oculto incomodar a la mujer y a los Hermanos. Se fue el criado, trajo el vino, se lo dio a probar y halló aquel hombre que era un vino sobre toda ponderación excelente. Encendido en mayor ira dijo con rápida voz: “-¿Por qué no no me has traído el vino que te dije?”; “-De éso es, contestó firmemente el criado”. - Mándalo otra vez a buscar el vino que quería, y otra vez lo trae muy superior. Levántase entonces con furia el amo y va él mismo a buscarlo; pero por tercera vez lo halla transformado y convertido de vinagre en vino óptimo, por los méritos, sin duda, del Maestro Jordán; y convertido también él de su malicia, fue en lo sucesivo gran amador de los Hermanos y dejó libre a su mujer para que los hospedase y atendiese como quisiera. Contó esto minuciosamente el Prior Provincial de Francia, y es muy sabido entre los Hermanos.


CAPÍTULO XXXVIII

DE CIERTA SEÑORA DEVOTA SUYA

Para edificación de todos, contó el mismo Maestro, de cierta noble señora, viuda, muy devota suya, que por espacio de doce años, había sido acometida del espíritu de blasfemia contra el nombre del Señor por cuyo motivo, desconfiada de sí, buscaba siempre el último sitio en la iglesia, temiendo hasta acercarse al altar. Pasado aquel largo tiempo y vueltos a ella los ojos de la Misericordia de Dios, pensó consigo mismo, el Bienaventurado Jordán, que era imposible que una mujer que con tal invencible ánimo y por tanto tiempo había sufrido aquella fuerte tentación, no hubiese recibido del Señor algunos espirituales regalos. Preguntóselo a ella en secreto y con cuidado, y halló en efecto, que era grandemente consolada por aquellas pasadas tentaciones; pues cuando en Misa elevaban el Cuerpo de Cristo, veíalo ella en forma de niño bellísimo, sobre cuanto el hombre se puede imaginar; y esta visión, no una que otra vez, sino muchas, la tenía, aunque sin merecerlo, decía ella con gran modestia. De donde se infiere que así como por aquellas cosas porque el hombre peca, por ellas es atormentado, así como por aquellas con que es tentado recibe despues admirable consuelo, según puede verse en muchos ejemplos de las Vidas de los Padres. Contaron esto dos Hermanos antiguos.


CAPÍTULO XXXIX

DE LA MUJER A QUIEN LIBRÓ DEL VENENO Y DEL PECADO

Cierta mujer que por la frecuente reincidencia en los pecados había llegado a la desesperación e intentando muchas veces estrangularse, tragó por fin una araña venenosa como medio menos atroz para darse muerte. Luego de tomarla, y sintiéndose cercana a morir, comenzó a llorar e invocar, como pudo, a la Madre de la Misericordia, hasta que oyó una voz que le dijo: “Fr. Jordán, Maestro de la Orden de los Predicadores, vendrá muy pronto; llégate a él, dile que te envío yo, confiésate con él y serás salva”. Vino pues, el santo, confesóse la pecadora y con el vómito de los pecados, arrojó también la araña y el veneno. Dio gracias a Dios, enteramente sana y libre, y fue muy devota de la Virgen y de su Hijo y de su ministro, conviene a saber, el varón santo Maestro Jordán.


CAPÍTULO XL

DE SU MUERTE, VISION Y MILAGROS

El año del Señor, mil doscientos treinta y cinco (5), en los ídus de Febrero (6), el Maestro Jordán que había ido a Tierra Santa a visitar aquellos lugares y a los Hermanos, murió como se dice en las Letras infrascritas: “A los venerables y amados Prior y Convento de Frailes Predicadores Parisienses: Fr. Godofredo y Fr. Reinaldo, Penitenciarios del Señor Papa, salud y consuelo del Espíritu Santo. - Sabréis qué irritada cruelmente la mar arrojó contra la orilla la galera en que con dos Hermanos iba nuestro dulce Padre el Maestro Jordán, naufragando él y otros noventa y nueve (7). Pero no aflijáis, carísimos, vuestros corazones, porque el piadoso Padre y Dios de todo consuelo, nos ha consolado a nosotros, huérfanos, y tranquilizado la tempestad de la amargura, pues cuando aún sus cuerpos estaban tendidos en la ribera, dan fe los que de aquel naufragio se libraron y con sus propias manos les dieron sepultura, que vieron de noche sobre ellos grandes resplandores y muchas cruces, y que despedían olor tan suave que los vecinos de por allí, asombrados de las luces se habían acercado, y los que con sus manos les tocaron a los tres para enterrarlos, sintieron por más de días días aquella fragancia. Y no solo ésto, sino que se difundieron los aromas en derredor de la sepultura, hasta que vinieron los hermanos de Achón, con barca, y trasladaron los restos a su iglesia, donde descansa dicho Padre y dispensa a muchos grandes beneficios. Por todo sea Dios bendito, Amén”.


Notas:

4) Otros MS. dicen Francia.

5) Otros dicen 1236, contando quizá de la Encarnación, y no del Nacimiento del Señor.

6) El día trece.

7) Otros leen veintinueve.


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