domingo, 10 de noviembre de 2024

LA BIBLIA NO ES NI PUEDE SER LA REGLA DE FE (26)

La Biblia es una enseñanza divina y sin embargo, no es ni puede ser regla de fe, en el sentido que lo pretenden los protestantes.

Por Monseñor De Segur (1862)


La Biblia es verdaderamente la palabra de Dios. Nosotros los católicos lo sabemos tanto y aun mejor que los protestantes. Todo lo que contiene la Biblia, es una enseñanza divina; y sin embargo la Biblia no es ni puede ser regla de fe, en el sentido que lo pretenden los protestantes.

La Biblia no puede ser la regla de fe, porque Jesucristo no ha dicho a los Apóstoles: “Id y distribuid Biblias” sino lo siguiente: “Id y enseñad a todas las naciones; quien os oye a mí me oye”. “El Cristianismo, -dice el protestante Lessing- estaba ya propagado, antes de que ninguno de los Evangelistas se pusiese a escribir la vida de Jesucristo. Se rezaba el Padre Nuestro antes que le escribiese San Mateo, porque el Divino Maestro le había enseñado de palabra a sus discípulos, quienes de palabra le habían trasmitido a los primeros cristianos. Se bautizaba en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, antes de que el mismo San Mateo consignase esta fórmula por escrito en su Evangelio; y se hacía así porque Jesucristo la había prescrito verbalmente sus Apóstoles”.

Esta primera prueba, que es una prueba de hecho, vale bien por cualquiera otra y los protestantes no han encontrado nunca nada razonable que poner a ella.

La Biblia no puede ser la regla de la fe, porque basta repasar los libros santos y especialmente los del Nuevo Testamento, para conocer que ellos no son un Catecismo, es decir, una enseñanza religiosa, clara y completa. Los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles; y en general todos, los libros históricos, son únicamente relaciones religiosas, presentadas a la edificación de los fieles.

Las Epístolas de San Pablo y de otros Apóstoles, son fragmentos particulares que tratan este o el otro punto de doctrina separadamente; y las más de las veces son respuestas a preguntas particulares o alusiones a ciertos errores que ya no existen en el día; los Salmos son, ante todo, preces; y los libros de los profetas anuncios de la venida de Jesucristo y de los grandes destinos de su Iglesia. Jamás pretendieron los Apóstoles ni los demás autores sagrados, dar estos fragmentos escritos como un código de completa enseñanza, ni como fórmula de creencia. Esto es evidente, y salta a los ojos desde la primera lectura.

“Los Apóstoles, dice el célebre protestante Grocio, no tuvieron la intención de exponer detalladamente en sus Epístolas las doctrinas necesarias para salvarse. Las escribían ocasionalmente con motivo de las cuestiones que se les presentaban”.

La Biblia no puede ser la regla de fe, porque ella contiene una multitud de pasajes difíciles, los cuales por su divina profundidad, superan aun a las inteligencias más ilustradas. Los esfuerzos de los Doctores de la Iglesia para penetrar el sentido de aquellos pasajes, esfuerzos que frecuentemente no han dado el apetecido resultado, son prueba suficiente de cuán difícil es comprender las Santas Escrituras. El mismo Lutero dijo: “Es cosa imposible profundizar el sentido de las escrituras. Solamente podemos tocar en su superficie. Comprender su sentido, fuera maravilla. Hagan los teólogos, cuanto quieran y puedan, siempre será una empresa superior a nuestra inteligencia, penetrar el misterio de la palabra divina. Sus sentencias son el soplo del Espíritu de Dios, por lo que desafían a la inteligencia del hombre”.

¿Pues qué se debe pensar de una regla de fe que por confesión de Lutero y de una multitud de protestantes, en lugar de explicar la fe, tiene ella misma necesidad de difíciles y largas explicaciones? Por lo demás, si les ocurriere a los protestantes negar las dificultades inherentes a la interpretación de la Biblia, sus mismas interminables disputas y disidencias sobre casi todos los textos del sagrado libro, hablarían con demasiada claridad. Pero aun hay otra cosa todavía más notable; y es que los pasajes más sencillos y más claros de las Santas Escrituras, son cabalmente los que han suscitado entre los protestantes más disputas y divisiones. Se han contado más de doscientas interpretaciones protestantes de estas cuatro palabras dichas por Nuestro Señor Jesucristo en la noche de la cena: Este es mi cuerpo.

En fin, la palabra de Dios contenida en la Biblia, no es ni puede ser la regla de fe para los cristianos; porque si lo fuera la religión cristiana no sería la religión de los pobres y pequeñuelos, que cabalmente son aquellos a quienes Nuestro Señor Jesucristo amó con predilección. Pero este punto es digno de tratarse aparte.


Continúa...

Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.




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