Continuamos con la publicación del 6to capítulo del antiguo librito (1928) escrito por el fraile dominico Paulino Álvarez O.P. (1850-1939) en el cual relata la vida de los Hermanos Dominicos.
DE DÓNDE TUVO ORIGEN QUE DESPUÉS DE COMPLETAS SE CANTE LA SALVE
I. Ama con especial amor, y con especial defensa protege la Virgen Madre Nuestra Señora, amante de la caridad, la Orden que ella misma ordenó. Más el diablo, émulo de todo bien, que ni al Señor de todas las cosas temió acometer, en Bolonia singularmente y en París donde más le combatían desde el principio los Religiosos de esta Orden, volvió contra ellos, y por sí y por sus satélites no cesó de perseguirlos. Pues, como depusieron los que presentes estaban, a unos los amenazaba con un horno de fuego ardiendo, a otros les presentaba figuras de mujeres provocativas que los abrazaban, a otros el estúpido espectro de un asno con cuernos, a otros serpientes de fuego, y a otros con duras palabras ultrajaba y escarnecía, hasta tal punto que por los fantasmas de la noche e ilusiones de los demonios, veíanse los Hermanos precisados a velar por turno, sobre los demás que descansaban. Algunos cayeron en frenesí y otros eran horriblemente vejados. Acogiéndose, pues, al amparo de la potentísima y piadosísima María, determinaron que en su honor se hiciese después de Completas procesión solemne cantando la Salve con la oración propia, con que al momento fueron exterminados los fantasmas y curados los enfermos; y un hermano que en Bolonia era del demonio maltratado, y en París otro, llamado Fr. García, hijo del rey de Navarra, que también sufría mucho, fueron por completo librados, y todo en adelante sucedió próspero a la Orden. Que a Dios y a su Madre es agradable esta procesión, decláranlo el concurso de los pueblos, la devoción del clero, las dulces lágrimas, los piadosos suspiros y visiones maravillosas. Muchos vieron y afirmaron que cuando del coro salían los Religiosos procesionalmente al altar, la Virgen con multitud de Bienaventurados salía también del alto cielo, y cuando llegaban a las palabras ¡Oh dulce Virgen María! les daba ella la bendición inclinando como ellos la cabeza, y que, cuando volvía al coro la comunidad, volvía ella al cielo.
II. En Marsella vivía una santa mujer amante de Dios y de la Orden, de nombre y nación Lombarda, la cual hallándose un día a Completas con una devoción mayor de la ordinaria, fue arrobada en espíritu cuando en el coro entonaron los Hermanos la Salve, y vio cuatro cosas admirables, para nosotros amables y dignas de que con toda devoción por siempre las recordaremos. Vio que cuando los Religiosos decían Esperanza nuestra, ¡Dios te Salve! la Reina de Misericordia les contestaba dulcemente al saludo; y cuando decían Ea, pues, Abogada nuestra, postrada ante su Hijo le rogaba por ellos; y cuando añadieron Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, les dirigía alegres y tiernas miradas; cuando por fin cantaron Muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre, tomaba en sus manos a su Hijo en forma de niño, y con gozo lo mostraba a todos y cada uno de los Hermanos. -Estuvo así arrobada la mujer hasta la señal que se hace después de Completas; y cual lo vio, así distintamente y con muchas lágrimas lo contó, aunque lega, a su confesor, Religioso maduro y discreto. Era ella de tanta santidad y perfección que, celebrando órdenes el Obispo en nuestro convento de Marsella, vio al Espíritu Santo descender sobre todos los ordenados, a no ser uno que era clérigo seglar.
III. Fr. Jordán, de santa memoria, segundo Maestro General de esta Orden, en el libro titulado Principios de la Orden, escribió que había oído a un santo varón y veraz que cuando los Hermanos cantaban Ea, pues, Abogada nuestra, repetidas veces había visto a la Bienaventurada Virgen María postrarse ante el Hijo y suplicarle muy devotamente por la dilatación y conservación de la misma Orden.
VI. En el territorio de Avignon, sobre el río Ródano, está situado el noble pueblo de Tarascón donde reposa la Bienaventurada María, hospedera de Cristo y en el cual una señora hospedera de los Hermanos, madre del señor Alfano (1), militar, devotísima de Dios y de la Orden, tuvo la revelación siguiente, como claramente consta por las Letras del venerable y honesto literato varón, Sr. Fulcodio, que fue Obispo de Le Puy y más adelante Arzobispo narbonense, y después Cardenal Obispo de Santa Sabina, y por último Papa Clemente:
"A los Varones Religiosos, Padres y Señores, Prior y Frailes Predicadores en Montpellier, Guidón Fulcodio, salud y paz: Cuando se acercaba la próxima pasada fiesta de Pentecostés, en que vuestra Orden celebraba Capítulo General, mi hermana María, Señora algún tiempo de Tarascón, deseosa de ver esa tan célebre y dichosa congregación de Santos, quince días antes de la fiesta bajó a la villa de San Gil con objeto de visitar a los conocidos que iban a llegar. Como allí fuese también ella visitada de muchas matronas, a las cuales edificaba con sus conversaciones y ejemplo, preguntábanse unas a otras cuántas veces dirían la Oración dominical y la salutación angélica, para que a los Hermanos en el Capítulo congregados, enviase el Señor su Espíritu y asistiese la Madre de Misericordia. Animábales a hacerlo cuanto podía la santa mujer; piedad digna de alabanza y más digna aún de admiración su prudencia, pues no pareciéndole bastante socorrer a tantos Hermanos en lo temporal, cuanto su patrimonio lo permitía, procurábales beneficios del alimento espiritual por un nuevo y loable género de cuestación, creyendo imposible que las oraciones de muchos no fueran oídas de Aquel que, siendo fiel en todas sus palabras, promete estar presente a la congregación de los suyos y derramar sobre ellos los tesoros de su piedad. Viniendo yo, pues, con la hermana de Mompeller, y celebrándose en vuestra iglesia dicha solemnidad, ella, postrada en la tierra y entregada a la oración rogó según costumbre al Señor con mucha instancia que mirase por tantos Hermanos en nombre de Él congregados, muchos de los cuales en tantas y tan lejanas tierras trabajaban o habían trabajado; que con la lumbre de su Espíritu los ilustrase, y que si a alguno faltaban méritos, de la plenitud de su gracia, por los méritos de otros, misericordiosamente los supliese. Cuando ésto en su ánimo revolvía, importunamente pidiendo y nada desesperando, al entonar el cantor el Veni Creator Spiritus, vio una llama grande que de las alturas descendía, la cual cubrió el coro de los Hermanos hasta que terminó el himno. Contemplando con júbilo la visión, sin decirlo a nadie ni atribuirlo a sus méritos, dio gracias a Dios que así como había visitado a los pecadores, los primeros de los hombres, así también a los Predicadores de nuestro tiempo había extendido los beneficios de su largueza. Por la tarde, habiendo vuelto a la misma iglesia para oír las Completas, cuando cantaban los Hermanos la dulce antífona Salve Regina, apareciósele visiblemente la Reina de las Vírgenes, díjole que no se apartase de sus pies, y vio que rociaba ambos coros, y que a cada uno de los que cantaban inclinaba la cabeza, y que se paraba junto a los ceroferarios, hasta el fin de la oración que subió al cielo llevando consigo los afectos de la devota mujer. Vuelta ésta en sí, recreada con tanta dulzura, dio de nuevo humildemente gracias a Dios, guardándolo todo en su corazón. Por tres días tuvo en Completas esta visión que, como mujer sensata, a nadie contó hasta que, acometida de una enfermedad vehemente presintió la muerte tanto tiempo deseada, salvo el consejo de la disposición divina. Refirió entonces por su orden todas estas cosas primeramente a mí, luego a la hermana e hijo, y después a vuestro Prior de Arlés, y a otros tres Religiosos". - Murió muy pronto dicha señora y fue sepultada en el cementerio de los Hermanos de Arles, pues en Tarascón no teníamos aún convento.
V. En la provincia de Inglaterra cayó cierto Hermano repentinamente, después de maitines, en una enfermedad mortal que le duró todo el día con dolores al corazón, pero sin dejar por esto de asistir a Completas. Cantando, pues, con los otros, como podía la Salve, al llegar a la palabra misericordia, temeroso de que a la noche siguiente le repitiese lo de la anterior, rogó a la Bienaventurada Virgen diciendo: "Si eres Reina de Misericordia, haz que yo la sienta en este momento". Instantáneamente fue arrebatado su espíritu y vio a la Bienaventurada Virgen que venía y traía en las manos a su Hijo cubierto de sangre, como si aquella hora le hubiesen crucificado, y le dijo "Nunca por su amor padecerás lo que él padeció por ti". Y apretando al niño contra su corazón desapareció. El Hermano quedó libre de todo su dolor, rindió al Señor gracias, y en secreto lo escribió y contó al Maestro General de la Orden.
VI. Desencadenándose cierto día en las inmediaciones del monasterio de las Hermanas de Prulla una formidable tempestad que destruía los sembrados, aterradas las monjas con los relámpagos y truenos de los aires, entran en la iglesia, cantan con mucha devoción la Salve y piden a la Madre de Misericordia que a ellas y sus tierras, de que se sostenían, por su piedad, la guardase. ¡Cosa admirable, obrada por Aquel que impera a los vientos y los relámpagos convierte en lluvia! Mientras que todos los sembrados fueron arrasados y destruidas las viñas, cuanto alcanzaba un tiro de ballesta, en derredor del convento, perteneciente a las Hermanas, por la gracia de Dios y poder de María, quedó todo salvo e incólume.
VII. Un Hermano, por su vida, ciencia y fama preclaro, Lector en la Universidad de Cambridge, contó que otro hombre también Religioso, frecuentemente había visto un globo de luz descender del cielo sobre las cabezas de los Hermanos cuando después de Completas devotamente cantaban la antífona de la Bienaventurada María.
(1) Otros leen Alfonso.
Fin de la primera parte del libro que se dice
VIDAS DE LOS HERMANOS
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
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