II DOMINGO DE CUARESMA
I
LA TRANSFIGURACIÓN
La iglesia lee hoy el Evangelio de la transfiguración de Jesucristo en el Monte Tabor.
1. Jesús, Moisés y Elías, modelos de penitencia.
- Tres fueron las figuras que se presentaron ante los ojos maravillados de los Apóstoles: Jesús, Elías y Moisés. Es muy significativo el hecho de que la Sagrada Escritura, al referirse en diversos lugares a estos tres personajes, cuenta que cada uno de ellos ayunó por espacio de cuarenta días. Jesús practicó ayuno en el desierto. Moisés permaneció cuarenta días sin comer en el Monte Horeb, para prepararse a recibir la ley divina. Elías, perseguido por la furia de la reina Jezabel, huyó al desierto, donde casi muerto de hambre, entregado al mayor desaliento, se echó a la sombra de un árbol, esperando su fin. Un ángel le trajo un pan cocido en el rescoldo, Y fortificado entonces Elías con el pan angélico, continúa su jornada durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar al monte santo de Dios. Al presentarnos estos tres grandes y admirables modelos de penitencia, intenta la Iglesia enseñarnos el fiel cumplimiento de la ley del ayuno.
2. Ayunemos a su ejemplo.
Esta práctica de penitencia no es muy agradable a nuestra naturaleza depravada, tan poco conforme con las obras de mortificación. Si sentimos en nosotros esa natural repugnancia, si en las dos semanas de cuaresma transcurridas no hemos cumplido bien con la ley del ayuno, dirijamos hoy nuestra mirada a los tres hombres transfigurados y glorificados en el Tabor, para persuadirnos de que, ninguno de ellos recibió tan alta distinción, sin haber primero pasado por la dura prueba del ayuno.
3. Beneficios del ayuno.
En todas las santas Misas que en la Cuaresma se celebran, la Iglesia, al entonar el prefacio, agradece a Dios las gracias y beneficios y vinculados al ayuno. Triple bendición acompaña a esta preciosa mortificación: Represión de los vicios, elevación y esclarecimiento del espíritu, donación y aumento de la virtud y del premio.
Pero si no somos fieles en la manera de cumplir el ayuno, de nada nos aprovechará esta bendición, y además nos haremos culpable de pecado. Si queremos seguir a Jesucristo y participar de su gloria en el Tabor, debemos también imitarle en el ayuno.
Seamos, pues, sinceros y fieles en el cumplimiento de esta ley eclesiástica. Si la hallamos dura e intolerable, somos semejantes a Simón Cirineo, quien, obligado a llevar la cruz de Nuestro Señor, sentía al principio gran fastidio y repugnancia; viendo, sin embargo, la penitencia y conformidad del inocente Cordero, se fue enterneciendo cada vez más, de manera que, al fin, con todo agrado, llevó sobre sí la pesada carga. Entonces se santificó.
Tomado del libro “Salió el sembrador” del padre Juan B. Lehmann de la Congregación del Verbo Divino, edición 1944.
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