Con esta nueva iglesia que pretende imponer Bergoglio, la Tradición de la Iglesia como una sociedad perfecta estructurada de manera jerárquica y monárquica por institución divina, se desmorona.
Por Luiz Sérgio Solimeo
“Una fácil repetición de lo que es obvio o ya se ha dicho”
Después de las noticias más dispares sobre el Sínodo de la Familia de 2015, el evento terminó con un documento ambiguo que permite una interpretación contradictoria de la Doctrina Católica, abriendo las puertas a la Comunión para los divorciados y “recasados” civilmente (de hecho, adúlteros). El discurso final de Francisco aumentó aún más la confusión al afirmar que el Sínodo “no se trataba de resolver todas las cuestiones que tienen que ver con la familia” y, por lo tanto, evitó “caer en una repetición fácil de lo que es obvio o ya se ha dicho”.
Qué extraña declaración. ¿No se deben repetir las verdades de la fe porque es “fácil” de hacer y porque ya han sido pronunciadas? ¿Cómo debe interpretarse esta afirmación a la luz de la incisiva exhortación de San Pablo a Timoteo: “Proclamad la palabra; sed persistente ya sea conveniente o inconveniente; convenced, reprended, animad con toda paciencia y enseñanza” (2 Timoteo 4:2)?
Tanto más cuanto que nos encontramos en la misma situación que predijo el Apóstol cuando exhortó a su discípulo: “Porque vendrá tiempos cuando los hombres no tolerarán la sana doctrina, sino que, siguiendo sus propios deseos e insaciable curiosidad, acumularán maestros y dejarán de escuchar la verdad y se desviarán a los mitos” (2 Tim. 4:3-4).
Sí, nuestro tiempo más que ningún otro exige una “fácil repetición” de las doctrinas ya enseñadas por la Iglesia sobre el estado de pecado en que se encuentran los divorciados vueltos a casar (estado objetivo de adulterio) y los pertinaces sodomitas. Esta repetición constante de la doctrina pone de manifiesto la Tradición de la Iglesia; y así es como los sucesores de Pedro y los Apóstoles cumplen el mandato divino: “Predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15).
Cardenal Kasper: “Una teología profunda, una teología de rodillas”
En su discurso, Francisco no solo no logró establecer la verdad ante la confusión del documento sinodal sino que criticó duramente a aquellos Padres sinodales de “corazón cerrado” que se esconden “detrás de las enseñanzas de la Iglesia” sentados “en la silla de Moisés” para juzgar a las familias heridas con “superioridad y superficialidad”. No es difícil ver que esta crítica se dirige a aquellos en el Sínodo que defendieron la Doctrina Tradicional de la Iglesia sobre el adulterio.
De hecho, Bergoglio ha manifestado a menudo su admiración por las tesis de los innovadores en sus entrevistas y especialmente alabando y apoyando repetidamente al cardenal Walter Kasper, líder indiscutible de esta corriente, cuya doctrina Francisco ha llegado a llamar “una teología profunda… haciendo teología de rodillas” (1).
Un programa preocupante de reforma de la iglesia
Si lo acontecido en el Sínodo es extremadamente preocupante, quizás más lo sea el programa presentado por Francisco para una “reforma integral” de la Iglesia.
Hablando el 17 de octubre de 2015 en una ceremonia conmemorativa del 50 aniversario de la institución del sínodo de los obispos, Francisco propuso implementar el proceso de transformación de la Iglesia Católica en una “Iglesia sinodal”.
Examinando detenidamente este discurso, se ve que esta “sinodalización” de la Iglesia lleva a abandonar la estructura jerárquica y monárquica de la Iglesia y a adoptar actitudes igualitarias en las que el poder efectivo residiría en la “base”, es decir, en los fieles ordinarios (2).
“Una Iglesia que escucha”
Según Francisco, “Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha”. Así, en lugar de Ecclesia docens (Iglesia que enseña) tendríamos una Ecclesia audiens (Iglesia que escucha).
¿Cómo sería esta “Iglesia que escucha”? Bergoglio dice que sería una Iglesia donde todos escucharían a todos:
El pueblo fiel, el colegio episcopal, el Obispo de Roma: todos escuchándose unos a otros, y todos escuchando al Espíritu Santo, el “Espíritu de la verdad” (Jn 14,17), para saber lo que “dice a las Iglesias” (Ap 2, 7) (3).
Así, la “Iglesia que escucha” sería una Iglesia directamente guiada por el Espíritu Santo a la manera que pretenden las Iglesias pentecostales a través de una continua manifestación del Paráclito, que señalaría el camino y enseñaría la doctrina directamente a todo el “pueblo de Dios”.
La “Iglesia sinodal”, una pirámide invertida
Ahora bien, si el Espíritu dirige directamente a la Iglesia y todos ─ desde el papa hasta los simples fieles ─ “escuchan” lo que Él dice y comunican en diálogo permanente con todos las doctrinas que deben profesar y la dirección que debe seguir la Iglesia, la Tradición la noción de la Iglesia como una sociedad perfecta estructurada de manera jerárquica y monárquica por institución divina, se desmorona. Se convertiría en una iglesia igualitaria, una sociedad de iguales.
De acuerdo con el principio democrático, si todos son iguales, el poder se encuentra en la mayoría; viene de la base, de la gente. Y este parece ser el concepto que defiende Bergoglio, que no duda en decir que “en esta Iglesia [sinodal], como en una pirámide invertida, la parte superior está situada debajo de la base”, recordando los errores condenados del febronianismo y del Sínodo jansenista de Pistoia (4).
Mantente conectado con la “base” y comienza desde la gente
Hablando de las organizaciones de los sínodos diocesanos ─ que afirma son el “primer nivel del ejercicio de la sinodalidad” ─, Francisco pasa a mostrar el poder creativo de la “base” de la pirámide:
“Solo en la medida en que estas organizaciones se mantengan conectadas con la 'base' y partan de las personas y sus problemas cotidianos, podrá comenzar a tomar forma una Iglesia sinodal…”La “escucha” del Espíritu Santo, aunque igualitaria, tendría tres niveles: primero, escuchar al pueblo de Dios; luego, escuchar a los obispos; y finalmente, al papa. Esta última “escucha” sería más intensa ya que según el discurso de Francisco el papa es “el testigo supremo de la fides totius Ecclesiae”, a quien le incumbe “hablar como 'pastor y maestro de todos los cristianos'”.
A pesar de la afirmación de que Bergoglio “habla como 'pastor y maestro de todos los cristianos'”, no está claro si esta función docente se recibe directamente de Nuestro Señor o emana del proceso colectivo de “escucha”. Si el poder en la pirámide invertida proviene de la base, la última hipótesis parece ser la más probable.
Por otro lado, el término “escuchar” al Espíritu Santo es muy ambiguo porque sugiere que Él sigue “hablando” como en tiempos de los Apóstoles, es decir que la Revelación oficial no está completa y que los dogmas evolucionan continuamente. Ambas proposiciones son errores condenados por San Pío X como parte de la herejía modernista (5).
¿Es el Colegio Apostólico, no Pedro, la Cabeza de la Iglesia?
Francisco hace la sorprendente afirmación de que “Jesús fundó la Iglesia poniendo a su cabeza el Colegio Apostólico” y que el papel de San Pedro es sólo el de confirmar a los hermanos como un primus inter pares (primero entre iguales).
Las palabras de Nuestro Señor transmitidas por San Mateo no dejan lugar a dudas en cuanto a que la Roca sobre la que edificaría Su Iglesia es San Pedro individualmente y no el Colegio Apostólico. Fue a San Pedro individualmente a quien Jesús confió la dirección de Su Iglesia.
“Bienaventurado eres, Simón hijo de Jona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo: Que tú eres Pedro; y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra, será atado también en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será desatado también en los cielos” (Mateo 16:17-19).La Tradición constante de la Iglesia ha interpretado estas palabras en el sentido de que Jesús encomendó directamente a San Pedro el cargo de Pastor Supremo de Su Iglesia (6).
Equilibrio entre desapego interior y estima por la pompa exterior del propio despacho
Francisco no distingue claramente entre el aspecto interior de la vida espiritual del titular de la autoridad en la Iglesia y el aspecto exterior, legal e institucional correspondiente al ejercicio del oficio recibido de Cristo.
Así aplica la exhortación de Nuestro Señor a Sus discípulos a ser (a diferencia de las autoridades paganas) tan mansos y humildes como Él (Mateo 20:25-27) en un sentido legal e institucional para sugerir que las autoridades eclesiásticas deben despojarse de su poder institucional y de los mismos honores debidos a su cargo para establecer un sistema igualitario en la Iglesia.
Esa no es la Tradición de la Iglesia ni fue la forma en que innumerables Santos Papas concibieron el ejercicio de la autoridad.
Así, San Pío X, que fue un perfecto ejemplo de humildad, mantuvo un equilibrio entre el desprendimiento interior y el aprecio por la pompa exterior que rodeaba el ejercicio de su augusto oficio.
No hay contradicción entre la verdadera humildad y la magnanimidad propia de un prelado católico. Un teólogo francés, el padre Pierre Adnès, en el Dictionnaire de Spiritualité explica:
La verdadera humildad “no ciega al hombre a las cualidades, fuerza y poderes que hay en él. Sabe reconocerlos, apreciarlos en su justo valor y usarlos. Al menos desde este punto de vista, la humildad no se opone a la magnanimidad. El hombre humilde -prosigue- hace fecundos los dones recibidos pero los relaciona siempre con Dios, fuente de todos los dones; en cuanto a él, se considera a sí mismo como un siervo inútil” (7).
“El compromiso de construir una Iglesia sinodal”, dice Francisco, “tiene importantes implicaciones ecuménicas”.
Una de estas implicaciones es considerar al papa simplemente como un primus inter pares, no muy diferente de los patriarcas cismáticos orientales. Así, Francisco dice que “en la Iglesia sinodal el Papa es uno de los bautizados que, dentro del Colegio de Obispos es como un Obispo entre los Obispos con la misión de conducir la Iglesia de Roma”.
Por eso, subraya Francisco, es necesaria “una conversión del papado”; citando a su predecesor Juan Pablo II, quien afirmó que había que encontrar “una nueva forma de ejercer el Primado”, “abierto a una nueva situación”.
¿Cómo conciliar los cambios deseados en la estructura de la Iglesia con la enseñanza tradicional de los Papas? En el Decreto Lamentabili Sane Exitu, San Pío X condenó el error modernista que decía:
Notas al pie:
1) En su reciente visita a la Iglesia Luterana de Roma, respondiendo a la pregunta de una mujer protestante que deseaba recibir la Comunión en la Iglesia Católica, Francisco afirmó: “No es fácil responder a su pregunta sobre compartir la Cena del Señor, y especialmente en ¡frente a un teólogo como el cardenal Kasper! ¡Estoy asustado!” http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2015/11/15/0888/01982.html.
2) Sobre el carácter monárquico de la Iglesia, ver por ejemplo San Pío X, Carta Ex quo, Denzinger, No. 2147a; Charles Journet, The Church of the Word Incarnate (Sheed & Ward, 1955), p. 422-423; Billot, Tractatus de Ecclesia Christi (1927), v. 1, p. 524 y ss.
La humildad no se opone a la magnanimidad
No hay contradicción entre la verdadera humildad y la magnanimidad propia de un prelado católico. Un teólogo francés, el padre Pierre Adnès, en el Dictionnaire de Spiritualité explica:
La verdadera humildad “no ciega al hombre a las cualidades, fuerza y poderes que hay en él. Sabe reconocerlos, apreciarlos en su justo valor y usarlos. Al menos desde este punto de vista, la humildad no se opone a la magnanimidad. El hombre humilde -prosigue- hace fecundos los dones recibidos pero los relaciona siempre con Dios, fuente de todos los dones; en cuanto a él, se considera a sí mismo como un siervo inútil” (7).
Iglesia sinodal: “Implicaciones ecuménicas significativas”
“El compromiso de construir una Iglesia sinodal”, dice Francisco, “tiene importantes implicaciones ecuménicas”.
Una de estas implicaciones es considerar al papa simplemente como un primus inter pares, no muy diferente de los patriarcas cismáticos orientales. Así, Francisco dice que “en la Iglesia sinodal el Papa es uno de los bautizados que, dentro del Colegio de Obispos es como un Obispo entre los Obispos con la misión de conducir la Iglesia de Roma”.
Por eso, subraya Francisco, es necesaria “una conversión del papado”; citando a su predecesor Juan Pablo II, quien afirmó que había que encontrar “una nueva forma de ejercer el Primado”, “abierto a una nueva situación”.
¿Cómo conciliar los cambios deseados en la estructura de la Iglesia con la enseñanza tradicional de los Papas? En el Decreto Lamentabili Sane Exitu, San Pío X condenó el error modernista que decía:
“La constitución orgánica de la Iglesia no es inmutable; antes bien, la sociedad cristiana, lo mismo que la sociedad humana, está sometida a una perpetua evolución” (8).Más bien, la Iglesia es monárquica por institución divina, y el Papa tiene pleno poder para enseñar, guiar y santificar como se afirma, por ejemplo, en la Profesión de Fe que el Segundo Concilio de Lyon (1274) impuso a Miguel Paleólogo:
“También esta misma Santa Iglesia Romana ostenta el más alto y completo primado y poder espiritual sobre la Iglesia Católica universal, el cual ella verdadera y humildemente se reconoce haber recibido con plenitud de poder del Señor mismo en el Beato Pedro, el jefe o cabeza de los Apóstoles. cuyo sucesor es el Romano Pontífice” (9).Oremos a María Santísima, para que nos asista en estos tiempos de confusión.
Notas al pie:
1) En su reciente visita a la Iglesia Luterana de Roma, respondiendo a la pregunta de una mujer protestante que deseaba recibir la Comunión en la Iglesia Católica, Francisco afirmó: “No es fácil responder a su pregunta sobre compartir la Cena del Señor, y especialmente en ¡frente a un teólogo como el cardenal Kasper! ¡Estoy asustado!” http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2015/11/15/0888/01982.html.
2) Sobre el carácter monárquico de la Iglesia, ver por ejemplo San Pío X, Carta Ex quo, Denzinger, No. 2147a; Charles Journet, The Church of the Word Incarnate (Sheed & Ward, 1955), p. 422-423; Billot, Tractatus de Ecclesia Christi (1927), v. 1, p. 524 y ss.
3) “Discurso de su santidad el papa Francisco”, Ceremonia Conmemorativa del 50 Aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos, Sala de Audiencias Pablo VI el sábado 17 de octubre de 2015.
4) Cf. Denzinger, núms. 1500-1512.
5) San Pío X, Decreto Lamentabili Sane Exitu, del 3 de julio de 1907, n. 21 y también San Pío X, Motu Proprio Sacrorum Antistitum, y el “Juramento Antimodernista” del 1 de septiembre de 1910.
6) Cf. Denzinger, “Índice Sistemático”, III a.
7) Pierre Adnes, sv. Humilté, Dictionnaire de Spiritualité, Tomo 7 – Colonne 1136, disponible en http://www.dictionnairedespiritualite.com/.
8) Lamentabili Sine Exitu, n. 53
9) Denzinger, nº 466.
Tradition, Family, Property
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted puede opinar pero siempre haciéndolo con respeto, de lo contrario el comentario será eliminado.