La gran tragedia de Argentina fue Perón. Uno de los métodos que utilizó el gran pillo en sus presidencias, y que fue copiado por sus secuaces, consistió en poblar el Estado con el lumpenaje y con todo tipo de personajes vulgares y cortos de entendederas pero serviles al líder.
Los argentinos pasamos a estar gobernados por esta chusma. Vimos esta tragedia en los ’40 y ’50, hemos visto la comedia durante el largo período kirchnerista y estamos viendo el sainete durante el pontificado de Francisco, Su Santidad Peronista, como lo llaman algunos periodistas argentinos.
La creación de La Cámpora, agrupación de jóvenes kirchneristas que colonizaron la administración pública del país vampirizando sus recursos, es equivalente a la colonización del episcopado que está llevando a cabo Bergoglio desde el día mismo en que asumió el ministerio pretrino.
Desde ese triste momento hasta la actualidad, ha designado, por ejemplo, casi cuarenta obispos en Argentina -lo que constituye la tercera parte del total-, y son todos cortados por la misma tijera, y me refiero a las cizallas del peronismo más decadente y ordinario, representante del cual es el papa Francisco. (Algo indicativo de su grosería es que, hasta el momento no ha enviado ningún tipo de saludo o felicitación al nuevo presidente Mauricio Macri, aunque le sobra el tiempo para hablar por teléfono con Cacho Castaña o con alguna divorciada necesitada de consuelo).
Quizás estas consideraciones suenen demasiado duras. Pero bastará ver el video que antecede para darse cuenta que se quedan cortas y la objetividad de la grabación eximen de cualquier recurso a la subjetividad de este cronista.
El episcopado argentino siempre fue deplorable y la excepciones a la regla muy escasas. Si nos ajustamos a los último años, encontramos obispos marxistas como Hesayne y Angelelli; amancebados como Podestá, fornicarios como Bargalló, manfloros como Maccarone, frívolos y mundanos como Laguna, cobardes como Copello, trepadores y felones como Taussig y liberales como el resto del grupo. El que verán en este video es Mons. Pedro Torres, obispo auxiliar de Córdoba. Da tanta vergüenza ajena como la da su valedor, el obispo de Roma.
Si un obispo hubiera hecho semejante esperpento durante los primeros siglos del cristianismo habría sido expulsado de la Iglesia; en la Edad Media, la Santa Inquisición lo habría entregado al brazo secular para ser quemado por hereje y judaizante; durante el reinado de San Pío X habría sido apartado de su ministerio y bajo el pontificado de Francisco probablemente sea premiado con un arzobispado.
Si esta no es ya una manifestación chabacana, pero manifestación al fin, de la gran religión universal de la humanidad feliz, no sé qué otra cosa podemos esperar.
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