domingo, 20 de octubre de 2024

CATECISMO DE TRENTO (1566) - DE LAS COSAS QUE DEBEN PEDIRSE EN LA ORACION

Todo lo que derechamente se puede desear, es lícito pedir, como lo manifiestan aquellas promesas del Señor: Todo cuanto quisieres, pediréis, y se os concederá.

CUARTA PARTE

DEL CATECISMO ROMANO

CAPITULO IV

DE LAS COSAS QUE DEBEN PEDIRSE EN LA ORACION

En cada una de las peticiones se ha de decir a su tiempo, qué es lo que se debe pedir, y qué no. Por esto basta aquí prevenir en común a los fieles, que pidan a Dios las cosas que son justas y buenas: no sea que pidiendo lo que no conviene, sean rechazados con aquella respuesta: No sabéis lo que pedís. Todo lo que derechamente se puede desear, es lícito pedir: como lo manifiestan aquellas franquísimas promesas del Señor: Todo cuanto quisieres, pediréis, y se os concederá; porque promete que concederá todas las cosas. 

Por esto debemos dirigir nuestro primer deseo y voluntad según esta regla: Que nuestra intención y deseo vaya derecho a Dios, que es el Sumo Bien. Y después desearemos aquellas cosas que señaladamente nos juntan con Dios. Pero las que nos apartan, o traen consigo alguna causa de esta separación, se han de despedir muy lejos de todo nuestro amor y voluntad. Y por aquí se puede conocer, según este sumo y perfecto bien, en qué manera se pueden desear y pedirse a Dios nuestro Padre, todas las demás cosas que se dicen buenas. 

Estos bienes que se llaman del cuerpo, y los bienes externos, cuales son la salud, robustez, hermosura, riquezas, honores y gloria, como muchas veces dan ocasión y materia de pecar (de dónde nace que no sea del todo piadosa y saludable su petición), se han de pedir en la oración precisamente en estos términos; a saber, que estas comodidades de la vida se pidan en cuanto son necesarias. De este modo se ordena tal petición a Dios. Porque lícito es pedir en nuestras oraciones lo que pidieron Jacob y Salomón. Aquel pedía así: Si me diere el Señor pan que comer, y vestido con qué cubrirme, tendré al Señor por mi Dios. Y Salomón pedía de este modo: Dame solo lo necesario para mi mantenimiento. 

Más cuando por la bondad de Dios se nos provee del sustento y vestido, es justo acordarnos de aquella exhortación del Apóstol: Los que compran, vivan como si nada tuvieran; y los que usan de este mundo, como si no usaran; porque se pasa la figura de este mundo. Ítem: Si abundan las riquezas, no pongáis en ellas el corazón. Porque del mismo Dios hemos aprendido, que en estas cosas nuestro es el fruto y el uso; pero de tal manera, que las comuniquemos a los demás. Si tenemos salud, si abundancia de los demás bienes de cuerpo o de fortuna, acordémonos de que se nos han dado para que podamos mejor servir a Dios, y juntamente favorecer al prójimo con todos los bienes de esta calidad. 

También es lícito pedir a Dios los bienes y cultura del ingenio, como son las artes y ciencias; pero únicamente con la condición de que hayan de aprovechar para gloria de Dios y salvación nuestra. Más lo que se ha de desear, buscar y pedir absolutamente, sin añadidura, ni condición alguna, como ya dijimos, es la gloria de Dios, y después todas aquellas cosas, que puedan juntarnos con este sumo bien: como la fe, el temor y amor de Dios, según se dirá más a la larga en la explicación de las peticiones. 

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