sábado, 22 de junio de 2024

UN SMOKING PARA FRANKESTEIN

Si hay una desviación de la doctrina católica en las enseñanzas y disciplinas de un Romano Pontífice, es un signo infalible de que no tiene la asistencia de Cristo, y por lo tanto, no puede ser un verdadero Romano Pontífice.

Por Mons. Donald J. Sanborn


Mi querido pueblo católico:

Recientemente el campo de los conservadores del Novus Ordo, o neocons (neoconservadores), como se les llama comúnmente, parece haber entrado en pánico.

Hasta ahora han hecho todo lo posible por mantener el principio de que el Vaticano II no cambió nada sustancial en la fe católica.

Aunque prefieran los ritos y ceremonias anteriores al Vaticano II, se niegan a calificar lo que ha salido del Vaticano II como una religión nueva y falsa, como la llamamos nosotros.

En consecuencia, a lo largo de los años hemos visto sobre todo una actitud de avestruz ante cualquier cosa que parezca contradecir esta tesis suya.

La continuidad de la doctrina católica, la liturgia católica y las disciplinas católicas es esencial y crítica para la propia naturaleza de la Iglesia como organización fundada por Cristo y asistida por Cristo hasta el final de los tiempos. Por lo tanto, encontrar la continuidad desde el Vaticano II ha sido una fuente de mucha angustia entre los tradicionalistas de todo tipo.

Decimos que la continuidad está salvada por el rechazo categórico del Vaticano II y sus reformas como obra de reformadores modernistas, que han intentado imponer a la Iglesia cambios letales para ella.

Bergoglio ha desmantelado poco a poco, a través de sus indignantes herejías, este modelo neocon. Ahora recurren a otras “soluciones”.

Lo último es algo que apareció recientemente en Internet escrito por Christopher Ferrara, una figura bien conocida en los círculos neocon. Ha propuesto la idea de un “magisterio suspendido” en estos tiempos. Afirma: “La respuesta está en lo que el Cardenal Newman describió como ‘la suspensión de las funciones del Magisterio’ durante la crisis arriana, cuando parecía que casi toda la Iglesia había abrazado la herejía arriana”.

El Sr. Ferrara imagina que el papa y todo el episcopado dejaron de enseñar la doctrina católica durante la crisis arriana, citando al Cardenal Newman, quien dijo que el papa y los obispos “dijeron lo que no debían haber dicho, o hicieron lo que oscurecía y comprometía la verdad revelada”.

Según el Cardenal Newman, esto continuó durante sesenta años.

En primer lugar, hay que señalar que el Cardenal Newman era un converso del anglicanismo, y que a lo largo de su vida mantuvo amistad con los modernistas, en particular con el radical archimodernista barón von Hügel (1).

En segundo lugar, simplemente no es cierto, históricamente, que el papa y toda la jerarquía dejaran de enseñar Doctrina Católica. Los papas nunca enseñaron herejía ni nada que se le pareciera. Los obispos que enseñaban herejía eran los obispos arrianos, que eran intrusos nombrados no por los papas sino por los emperadores. Los obispos católicos fueron privados de sus sedes y enviados al exilio. Además, es cierto que el problema no era universal y que Occidente no se vio tan afectado por la herejía como Oriente. Hay, también, algunos buenos ejemplos de papas durante ese período del siglo IV que enseñaron inquebrantablemente la Doctrina Católica.

Algunos traen a colación el caso del Papa Liberio, que supuestamente firmó una ambigua fórmula de un concilio. Ni siquiera es seguro que la firmara, pero lo que es seguro es que no la enseñó como Doctrina Católica. En consecuencia, lo peor que puede decirse de Liberio es que cayó personalmente en la herejía, pero no puede afirmarse que la enseñara a la Iglesia. Este es un punto crítico.

Incluso esta caída, sin embargo, es dudosa, ya que a su regreso a Roma desde el exilio, fue aclamado como un gran héroe de la Fe. Esta fue la misma Roma que rechazó al designado por el emperador para reemplazar a Liberio, cuyo nombre era Félix. Los católicos romanos lo rechazaron, no porque fuera arriano, sino porque estaba en comunión con los arrianos. En consecuencia, nunca habrían aclamado a Liberio si realmente hubiera caído.

Todos los obispos del Octavo Concilio General (Constantinopla IV), celebrado en 869 y 870, que condenó el cisma de Focio, declararon: “Porque no debemos olvidar las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: 'Tú eres Pedro, etc.'. Este dicho ha sido probado por los acontecimientos, porque en la Cátedra Apostólica la Religión Católica se ha conservado inmaculada, y la santa Doctrina siempre sostenida”. ¿Cómo podrían haber dicho tal cosa si alguna vez hubiera habido desviación de la Doctrina Católica en la Sede Apostólica?

Además, el Papa Pío VI en 1794 condenó como herética la siguiente proposición: “En estos últimos tiempos se ha difundido un oscurecimiento general de las verdades más importantes relativas a la religión, que son la base de la fe y de las enseñanzas morales de Jesucristo”.

¿Cómo conciliar una “suspensión del magisterio” con esta condena?

Por último, el propio Cardenal Newman, más tarde en su vida, se retractó de la interpretación precisa que el Sr. Ferrara ha dado a sus palabras, escritas en 1859.

La razón por la que el Sr. Ferrara reclama una “suspensión del magisterio” es que el “magisterio” de Bergoglio obviamente no es católico. ¿La solución? Simplemente ignorarlo, porque estamos en una época de suspensión.

Un crítico de la posición del Sr. Ferrara hizo esta pregunta: “¿Cuándo sabremos que el magisterio vuelve a funcionar? ¿Recibiremos un correo electrónico?”. La cuestión está bien planteada. ¿Quién es el Sr. Ferrara, o cualquier otro católico, para decidir que el magisterio ha sido suspendido? Los neoconservadores atacan a los sedevacantistas por usurpar la autoridad al decir que la Sede Romana está vacante a causa de la herejía. Pero los sedevacantistas pueden citar a un coro de teólogos para apoyar lo que dicen, mientras que nadie, excepto el Cardenal Newman, ha dicho nunca que haya habido una suspensión del magisterio de la Iglesia, e incluso él se retractó de esa misma idea más tarde en su vida (2). Ya hemos visto  que el Papa Pío VI condenó esta idea como herética.

¿Fallo fatal? 

En el sitio web de Fátima Center, el Sr. Ferrara atacó a los sedevacantistas por lo que él llama autocontradicción, un “defecto fatal” en su pensamiento. Primero resume con precisión la posición sedevacantista: 
Así que, según el pensamiento sedevacantista, uno no puede legítimamente reconocer y a la vez resistirse a un verdadero Papa porque aunque no todo acto magisterial papal es infalible, todo acto magisterial papal es (1) autoritativo, (2) vinculante para las conciencias, (3) seguro de seguir, y (4) libre de error pernicioso. [énfasis añadido].
Luego procede a atacar esta posición por contener una contradicción.
Lo que los sedevacantistas están diciendo realmente, entonces, es que un Papa que se equivoca en su enseñanza sobre una cuestión de fe y moral, aunque sea una vez, deja de ser Papa (o nunca fue Papa) porque todo ejercicio del magisterio papal debe estar libre de error.
Nótese que la palabra pernicioso ha desaparecido. Al omitir esta palabra, el Sr. Ferrara ha manifestado que no entiende todo el sentido del argumento sedevacantista.

Estamos diciendo que el magisterio papal no infalible es ciertamente falible -obviamente- pero que si se equivocara, no puede enseñar o mandar algo que sea malo o pernicioso, es decir, algo contrario a la Doctrina o Moral Católica. No puede enseñar una doctrina contraria a la Doctrina de la Iglesia, ni puede enseñar algo condenado por la Iglesia. El Papa puede enseñar, por ejemplo, que la luna está hecha de queso verde, pero no puede enseñar que las religiones no católicas son medios de salvación. Y reto a los neoconservadores a que presenten un solo punto del magisterio pontificio que viole esta regla.

No se trata de infalibilidad, sino de indefectibilidad, que tiene un objeto mucho más amplio que la infalibilidad. La infalibilidad tiene por objeto verdades inmutables e irreformables. La indefectibilidad tiene por objeto no sólo la doctrina, sino también la disciplina, de modo que la Iglesia nunca podría enseñar o prescribir o mandar algo contrario a la Doctrina Católica, impío, malo o pernicioso. Aunque este don de la indefectibilidad no preserva al Papa del error en sus enseñanzas no infalibles -lo que llamamos pontifical o authentic magisterium (magisterio pontificio o auténtico)-, sin embargo le preserva a él y a la Iglesia universal en general de exigir a los fieles que asientan a cualquier doctrina perniciosa, o que observen cualquier disciplina cuya observancia sería pecaminosa. El Papa Gregorio XVI enseñó esto mismo en su encíclica Quo graviora de 1833:
La Iglesia es la columna y el fundamento de la verdad, toda la cual es enseñada por el Espíritu Santo. ¿Debe la iglesia poder ordenar, ceder o permitir aquellas cosas que tienden a la destrucción de las almas y a la deshonra y detrimento del sacramento instituido por Cristo?
¿No sería la locura más insolente, como dijo Agustín, disputar si algo, que la Iglesia universal hace en todo el mundo, debe hacerse o no?

El Papa León XIII, en su encíclica Sapientiæ christianæ dijo:
Por lo tanto, corresponde al Papa juzgar con autoridad qué cosas contienen los oráculos sagrados, así como qué doctrinas están en armonía y cuáles en desacuerdo con ellos; y también, por la misma razón, mostrar qué cosas deben ser aceptadas como correctas y cuáles deben ser rechazadas como inútiles; qué es necesario hacer y qué evitar hacer, para alcanzar la salvación eterna. Porque, de lo contrario, no habría ningún intérprete seguro de los mandatos de Dios, ni habría ninguna guía segura que mostrara al hombre el modo en que debe vivir.
El Sr. Ferrara confunde la infalibilidad positiva con la infalibilidad negativa, distinción que hacen los teólogos. La primera es la que pertenece a sus declaraciones solemnes, como la Inmaculada Concepción, que son objeto de fe divina y católica; la segunda se refiere a su enseñanza no infalible, como el magisterio pontificio, que no está libre de error, excepto en que no puede exigir el asentimiento religioso a la enseñanza doctrinal o moral que sería contraria a la doctrina católica, u ordenar una disciplina cuya observancia sería pecaminosa.

Todo lo que entra en la categoría del magisterio pontificio, es decir, la enseñanza papal no infalible, requiere algo que se llama asentimiento religioso, que, aunque no es el asentimiento de la fe, no deja de ser un asentimiento hecho por obediencia al Pontífice como Maestro Supremo. En otras palabras, no podemos “ignorarlo” alegremente porque no estemos de acuerdo con él. Además, aunque estas enseñanzas puedan ser erróneas, no pueden contener un error pernicioso, es decir, algo pecaminoso de aceptar u observar.

El Papa Pío XI dijo en su encíclica Casti connubii
Es muy impropio de todo verdadero cristiano confiar con tanta osadía en el poder de su inteligencia, que únicamente preste asentimiento a lo que conoce por razones internas; creer que la Iglesia, destinada por Dios para enseñar y regir a todos los pueblos, no está bien enterada de las condiciones y cosas actuales; o limitar su consentimiento y obediencia únicamente a cuanto ella propone por medio de las definiciones más solemnes, como si las restantes decisiones de aquélla pudieran ser falsas o no ofrecer motivos suficientes de verdad y honestidad. Por lo contrario, es propio de todo verdadero discípulo de Jesucristo, sea sabio o ignorante, dejarse gobernar y conducir, en todo lo que se refiere a la fe y a las costumbres, por la santa madre Iglesia, por su supremo Pastor, el Romano Pontífice, a quien rige el mismo Jesucristo Señor Nuestro.
El Papa Pío XII dijo en la encíclica Humani generis
Ni puede afirmarse que las enseñanzas de las encíclicas no exijan de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los Romanos Pontífices no ejercen en ellas la suprema majestad de su Magisterio. Pues son enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: “El que a vosotros oye, a mí me oye”
He dado estas citas de los Romanos Pontífices para mostrar que mis afirmaciones sobre el magisterio no infalible no han sido “sacadas de un sombrero”. El Cardenal Franzelin, un teólogo muy prominente del siglo XIX, que fue el teólogo principal en el Concilio Vaticano de 1870, lo resumió de esta manera: “En esta clase de declaraciones [que no se hacen con la intención de obligar infaliblemente mediante una sentencia definitiva], no está la verdad infalible de la doctrina, puesto que, en este caso, no hubo la voluntad de obligar; pero está la seguridad infalible de la doctrina, en razón de la cual todos los católicos pueden abrazarla con seguridad, y no es seguro, ni puede estar libre de la violación de la debida sumisión hacia el Magisterio supremo, que se nieguen a abrazarla” [énfasis añadido].

Reducir la Iglesia Católica a una iglesia protestante

Aunque el Sr. Ferrara es de buena voluntad, sin duda, y está haciendo todo lo posible para dar sentido al problema actual de un “magisterio” desviado, lo que está proponiendo es la reducción de la Iglesia Católica a una iglesia protestante.

Reitero: Sería contrario al propósito mismo de la fundación de la Iglesia Católica por Nuestro Señor Jesucristo, y a la asistencia que Él le prometió, si fuera capaz, a través de sus enseñanzas y prácticas universales, de conducir a las almas al infierno a través de errores perniciosos y/o leyes y disciplinas pecaminosas.

Por otra parte, los protestantes ven a sus predicadores y jerarquías como seres humanos que no están asistidos por Cristo, sino que se limitan a proponernos lo que ellos consideran verdadera doctrina y sana moral. Corresponde al individuo decidir si cree que sus enseñanzas están en conformidad con las Escrituras o no. Por esta razón, no hay unidad de fe entre los protestantes. Es una religión sin dogma, ya que el dogma es dominio exclusivo de cada individuo. Por esta razón, a pesar de la variedad de sus sectas, todos están en comunión entre sí como “cristianos”. Esto significa que a pesar de sus diferencias doctrinales, al final no importa, ya que la doctrina es su decisión, y no la de la Iglesia. Esta es el alma misma del protestantismo.

Al reconocer como verdadera jerarquía católica a los “papas” del Vaticano II, los de “Reconocer y Resistir” están protestantizando a la Iglesia Católica al tratar a la jerarquía de la misma manera que los protestantes. El Papa propone una doctrina, entonces vemos si está de acuerdo con la Tradición. Si no es así, la rechazamos de plano, pero al mismo tiempo reconocemos que el Papa errante es la cabeza de la Iglesia, el Vicario de Cristo en la tierra.

La posición sedevacantista, por otra parte, insiste en que si hay una desviación de la doctrina católica en las enseñanzas y disciplinas de un Romano Pontífice, es un signo infalible -como el humo lo es del fuego- de que no tiene la asistencia de Cristo, y por lo tanto, no puede ser un verdadero Romano Pontífice. Es un signo infalible ya que la indefectibilidad de la Iglesia es un dogma de fide de la Iglesia.

Sólo esta posición preserva la naturaleza de la Iglesia Católica, que es una organización sobrenatural de la que las doctrinas y disciplinas universalmente enseñadas y prescritas pueden y deben ser aceptadas como seguras y conducentes a la salvación. Nieguen esto y destruirán la Iglesia Católica.

Atentamente en Cristo

Rev. Donald J. Sanborn


Notas:

1) Newman afirmó, por ejemplo, que “la libertad de símbolos [credos] y artículos [de fe] es abstractamente el estado más elevado de comunión cristiana”, pero era “el privilegio peculiar de la Iglesia primitiva”. Tal afirmación es completamente modernista, y se hace eco de los pensamientos del archimodernista excomulgado Alfred Loisy.

2) Todos los teólogos católicos (con una excepción, que es incluso dudosa) están de acuerdo en que un papa herético no puede ser un verdadero papa. Es cierto que discrepan sobre cómo cae del cargo, pero todos están de acuerdo en que papado y herejía son dos cosas radicalmente incompatibles. Esto se refiere a la caída del cargo debido a la herejía personal. Estos mismos teólogos guardan silencio sobre la enseñanza de herejía de un Papa, ya que lo consideran un caso imposible.


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