Los números no es que sean preocupantes, es que son catastróficos. Invito a mirar datos de los últimos cincuenta años. Si nos atrevemos, claro está...
Por el padre Jorge González Guadalix
No tenemos lo necesario para hacer un día una evaluación muy seria de la situación de la Iglesia católica en general y de las distintas diócesis, órdenes y congregaciones religiosas. Los números no es que sean preocupantes, es que son catastróficos. Invito a mirar datos de los últimos cincuenta años. Si nos atrevemos, claro está.
Hablo de España. No es fácil. Si quieren conocer datos lo van a tener crudo. Se consiguen, pero con un trabajo ímprobo. Tampoco nos hacen falta, lo sabemos. Algunos a vuela pluma. Los jóvenes se declaran ateos o agnósticos en un porcentaje total que se acerca al 50 %. Las bodas católicas apenas llegan al 20 % del total y no se bautizan ni la mitad de los niños. En apenas cinco años los monasterios contemplativos pasaron de 801 a 725 y las comunidades de vida activa echan el cierre por días. Cualquiera lo descubre en su parroquia, como también descubre que la formación cristiana más básica brilla por su ausencia.
Ante esto me sorprenden un par de cosas. Una, que todavía me sigo encontrando con gente que niega la mayor: “los datos están manipulados”, “no es para tanto”. La otra, que si bien es verdad que somos menos, no es menos cierto que somos mejores. El caso es tapar la realidad con la vana esperanza, supongo, de dejar pasar el tiempo y que lo arreglen los que vengan, si es que vienen.
Nuestros jóvenes y no tan jóvenes son ateos o se han instalado en un comodísimo agnosticismo. La doctrina, sean practicantes o no, la conocen mínimamente los mayores de sesenta años que, en muchos casos, son capaces de seguir repitiendo su catecismo de siempre. De ahí para abajo, nada de nada. Es decir, que el fracaso de la enseñanza religiosa y la catequesis parroquial de los últimos cincuenta años, es total.
¿Por qué no nos atrevemos a reconocerlo y a ver cómo reconducir todo esto? Entiendo que es duro para todos. La solución no está en que haya tres años, cuatro o diecisiete para la primera comunión ni sirve darnos por satisfechos de que aún algo más del 50 % de los colegiales españoles sigan eligiendo la clase de religión o que todavía miles de niños celebren su primera comunión, que será la última en una buena parte de ellos.
Es urgente un replanteamiento de la iniciación cristiana y de las clases de religión. Esto no se arregla con parches, maquillaje de libros de referencia y un par de encuentros diocesanos a los que muchas veces vamos por el qué dirán.
Una catequesis infantil y juvenil sin más contenidos que “es bonito compartir” y “Jesús te ama”, está dando lo que está dando. Pero claro, es que había que superar esa catequesis antigua y esos catecismos desfasados, tan antiguos, tan retrasados, que son los que hoy, después de cincuenta, sesenta años, siguen manteniendo la fe de tanta gente, mientras nuestros métodos modernos, actuales, comprensivos, que omiten deliberadamente cuestiones básicas de fe, han conseguido vaciar los templos, convertir en ateos a la mitad de los jóvenes, cerrar conventos cada día y hacer que cuestiones tan arraigadas en la fe y nuestra cultura como el matrimonio o el derecho a la vida hoy sean tenidas como restos de una cultura superada.
¿Qué vamos a hacer? Evidentemente nada. Crearemos equipos a todos los niveles: diocesano, de vicaría, por arciprestazgos, organizaremos encuentros para compartir lo que hacemos, posiblemente tratemos de implementar un método para que algo cambie y quién sabe si un observatorio para detectar y delatar catequistas que hablen de los novísimos o se empeñen en que faltar a misa dominical es pecado mortal.
¿Cuántos programas de catequesis hemos vivido en los últimos cincuenta años? ¿Cuántas metodologías? Un dato: los tan denostados catecismos de Astete y Ripalda han formado católicos durante casi 400 años, católicos que hoy siguen conociendo el catecismo y siguen practicando su fe.
Pero eran muy antiguos ¿verdad? Necesitábamos otras cosas. Pero es que tenemos los templos vacíos… Sí, pero somos actuales. ¿Actuales? ¿Actuales es seguir con el erre que erre de seguir anclados o regresar a los años 70?
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