sábado, 22 de junio de 2024

PRESIONE SOLTAR

Ante las mentiras difundidas por la secta del Vaticano II, Monseñor Carlo Maria Viganò ha respondido con el misil de la verdad.


Carece de fundamento alguno la noticia difundida por algunos medios de comunicación según la cual me presenté ayer, jueves 20 de junio, en el Palacio del Santo Oficio, según lo dispuesto por el Decreto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Es totalmente falso.

La revista jesuita América, brazo mediático de la Compañía de Jesús en Estados Unidos y megáfono de la “iglesia de la misericordia” del jesuita Bergoglio, se adelantó, cuando Vatican News (en italiano aquí) desconocía totalmente el Decreto que se me envió el 11 de junio, sólo por un simple correo electrónico, sin cumplir las formalidades necesarias para la validez de una comunicación de Decreto, y que yo mismo publiqué en X dos horas antes de la reunión prevista en el Dicasterio. Aunque todos los elementos estaban claramente expuestos en mi comunicado, primaron las inferencias y las especulaciones, con el típico estilo jesuítico.

La prisa es mala consejera. Por lo tanto, el artículo de Gerard O'Connell: “Arzobispo Viganò, acusado de cisma por el Vaticano”, que apareció ayer en América (en inglés aquí), parece haber sido escrito incluso antes de que yo hiciera público el documento vaticano. Esto revela la estrecha proximidad entre el aparato vaticano y la revista América y confirma una estrategia muy concreta, encaminada a liquidar mi proceso con una sentencia ya decidida por Bergoglio y su celoso colaborador Tucho Fernández, autor del escandaloso panfleto pornográfico La Pasión mística. Espiritualidad y Sensualidad, así como Saname con tu boca. El arte de besar.

O'Connell escribe:
El decreto dice que considera “superflua” la investigación previa de conformidad con el canon 1717 que establece: “Siempre que un ordinario tenga conocimiento, al menos que parezca cierto, de un delito, debe cuidadosamente indagar personalmente o por medio de otra persona idónea sobre los hechos, circunstancias e imputabilidad, a menos que tal investigación parezca enteramente superflua”. Esto significa que las pruebas en su contra ya habían sido reunidas por el dicasterio y no requerían una investigación más exhaustiva. Gran parte ya era de dominio público.
Como puede verse, las “pruebas” se consideran superfluas y el procedimiento se simplifica deliberadamente para llegar a una condena lo más rápidamente posible:
América ha sabido que la decisión de proceder con el proceso penal extrajudicial habría sido aprobada por el Papa, ya que el acusado es un obispo.
No es suficiente: los jesuitas de América ya están dando indicaciones sobre el destino de mi proceso:
El juicio penal extrajudicial se ajusta al canon 1364 del Código de Derecho Canónico, que establece: “El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurre en excomunión latæ sentenciantiæ, sin perjuicio de lo dispuesto en el can. 194” y que “puede también ser castigado con las penas mencionadas en el can. 1336 §§ 2-4”. Esto significa, entre otras cosas, que la excomunión se declararía públicamente, y permanecería en vigor hasta que el condenado se arrepintiera. Ese mismo canon 1364 también dice: “Si un desacato prolongado o la gravedad del escándalo lo exigen, podrán añadirse otras penas, sin excluir la destitución del estado clerical”.
Sin embargo, la competencia jurídica de la revista América no parece tener cabida en el Vaticano, donde ya es habitual utilizar los juicios extrajudiciales y las intervenciones directas del argentino tanto para encubrir a los verdaderos culpables como para condenar apresuradamente a los inocentes. Más allá del revuelo mediático, el ex card. McCarrick -que en un juicio serio habría tenido que pagar indemnizaciones a las víctimas de sus crímenes tras el examen de testimonios que podrían aclarar muchas connivencias- ha seguido trabajando para Bergoglio en EEUU y en China, donde el Acuerdo Secreto Sino-Vaticano le ha visto directamente implicado. Marko Rupnik sj, gracias a la intervención de su “protector”, vio remitida su excomunión, ni siquiera fue expulsado del estado clerical, es más, fue recibido e incardinado en una diócesis de Eslovenia. Evidentemente, criticar al concilio se considera un delito mucho más grave que los de McCarrick y Rupnik.

Por lo tanto, declaro que no fui al Vaticano, que no tengo intención de ir al Santo Oficio el 28 de junio y que no entregué ningún memorial o documento en mi defensa al Dicasterio, cuya autoridad no reconozco, ni la de su Prefecto, ni la de quienes lo nombraron

No tengo ninguna intención de someterme a un simulacro de juicio en el que quienes deberían juzgarme imparcialmente por defender la ortodoxia católica son al mismo tiempo aquellos a los que acuso de herejía, traición y abuso de poder. Y entre ellos se encuentran precisamente los jesuitas, principales defensores de todas las desviaciones morales y doctrinales de los últimos sesenta años, empezando por ese James Martin sj activista lgbtq+ tan asiduo en Santa Marta. 

América escribe:
Un abogado canónico (que desea permanecer en el anonimato) que leyó la declaración de la defensa del arzobispo, dijo a America: “Éste es el principal argumento de la acusación. Su defensa es una declaración de cisma. Es el acto de cisma más atroz”. Explicó que el procedimiento extrajudicial previsto no suele llevar mucho tiempo. Si el arzobispo es condenado, el Papa tendría que confirmar las penas.
Este “abogado canónico” anónimo considera mi declaración como “prueba de mi voluntad cismática”: pero toda la cuestión se centra en a qué “iglesia” pertenece Bergoglio y en el cisma de facto de la verdadera Iglesia que ya ha realizado una y otra vez con sus declaraciones, con sus actos de gobierno y con su comportamiento muy elocuente de abierta hostilidad hacia todo lo católico. La “iglesia” de Bergoglio no es la Iglesia Católica, sino esa “iglesia conciliar” nacida del concilio Vaticano II y recientemente rebautizada con el no menos herético nombre de “iglesia sinodal”. Si es de esta “iglesia” de la que soy declarado “separado por el cisma”, lo hago motivo de honor y de orgullo.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

21 de junio de 2024

S. Aloisii Gonzagæ Confessoris

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