La Cuaresma es tiempo de penitencia. “Haced penitencia” (Mat. 4: 17). ¿Cómo? 1° Exteriormente; 2° interiormente.
1. Penitencia exterior. Penitencia corporal: el ayuno.
a) La Iglesia prescribe el ayuno en ciertos días, bien pocos, porque fue practicado por el mismo Jesús. En la ley antigua Moisés y Elías son otro ejemplo de esa misma penitencia corporal.
b) El ayuno es una práctica religiosa, y también una especie de culto divino, de homenaje prestado a Dios. Aplaca la cólera divina, y nos alcanza la absolución de culpas y de penas. “Buena es la oración acompañada del ayuno; y el dar limosna mucho mejor que tener guardados los tesoros de oro” (Tob. 12: 8)
El miércoles de ceniza, día de ayuno y de abstinencia, oramos así en la santa Misa: “Conceded Señor, a vuestros fieles, que inicien con la debida piedad las venerables solemnidades de estos santos ayunos, y que, con devoción constante, lo lleven hasta el fin” (Oración).
“Concedednos celebrar, como siervos devotos, este solemne ayuno instituido saludablemente para salvar nuestro cuerpo y alma” (Oración de la Misa del sábado después de Ceniza).
c) El ayuno es saludable para el cuerpo y para el alma.
Para el cuerpo: Más molestias vienen por el excesivo sustento, que por el ayuno.
“Quisiera que el precepto eclesiástico del ayuno y de la abstinencia se convirtiese en ley de higiene del Estado, aunque la necesidad de médicos y farmacéuticos se redujesen entonces a la mitad” (Prof. Dr. Nussbaum, cirujano en Munich). Quien, por causa de enfermedad o de trabajos pesados, o por tener menos de 21 años o más de 60 no esté obligado a ayunar, ejercítese en obras de penitencia voluntaria, por ejemplo: orar más, dar mayores limosnas, oír la santa misa entre semana, beber y fumar menos, soportar con espíritu de penitencia el trabajo y el sufrimiento.
Para el alma: “El ayuno reprime los vicios, eleva el espíritu, otorga virtud y recompensa” (Prefacio de Cuaresma).
2) Penitencia interior. Del espíritu: conversión, cambio de opinión.
“No es la simple abstención de manjares lo principal de nuestro ayuno. Poco fruto produce privar al cuerpo de alimento, si el alma no se abstiene al mismo tiempo de su proceder injusto” (San León Magno, II Noct.)
a) Penitencia es el cambio en el modo de pensar y de obrar equivocado o injusto que se ha tenido, cambio operado por la contrición y por la enmienda (Is. 1: 16; Jer. 25: 5; Mat 21: 32). “Penitencia es una virtud por la cual nos convertimos a Dios de lo íntimo del alma, odiando y detestando los pecados que cometimos, juntamente con la firma resolución de enmendar los malos hábitos y costumbres, esperando alcanzar el perdón de la divina misericordia” (Cat. Rom.)
b) La Sagrada Escritura recomienda la penitencia en el Antiguo y en el Nuevo testamento (Is. 1: 4-16; Jer. 3: 22; Joel 2: 12). San Juan Bautista predicaba: “Haced penitencia, pues se acerca el reino de los cielos” (Mat 3: 2 y 11: 17; Marc. 1: 15; Luc. 13: 1-3). ¡Ante vuestros ojos se haya Jesús penitente!
c) La penitencia nos reconcilia con Dios. Véase El ejemplo de los habitantes de Nínive (Jon. 3: 5-10), de los de Betulia (Judit 7: 18). Recordemos sobre todo, las palabras de Jesús: “Habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente... Harán fiesta los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia” (Luc. 15: 7 y 10).
No hay más que dos caminos para el cielo: el de la inocencia y el de la penitencia. Ya que nos hemos apartado de la primera, hemos de recorrer la segunda. Por eso, “hoy mismo, si oyereis su voz (de Dios), guardaos de endurecer vuestros corazones” (Salmo 94: 8). “Llegado es ahora el tiempo favorable, llegado es ahora el día de la salvación” (II Cor. 6: 2). Hagamos penitencia para expiar los pecados y salvar las almas.
Tomado del libro “Salió el sembrador” del padre Juan B. Lehmann de la Congregación del Verbo Divino, edición 1944.
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