Uno se pregunta para quién ha escrito estos libros Tucho. ¿Quizá para sí mismo?
Cuanto más miente el principal ideólogo de Francisco, Tucho Fernández, más se enreda en su red de mentiras. Cuando ocurrió el escándalo por su libro de 1995 “Sáname con tu boca. El arte de besar”, Tucho descartó el libro como “un pecado de juventud”.
Pero entonces se descubrió su libro sobre orgasmos de 1998, “La pasión mística”. Tucho volvió a presentarlo como “un error de su juventud”. Pero tenía 36 años.
Ahora, se han descubierto que al menos tres publicaciones que Tucho produjo después de 1998 también se complacen en fantasías sobre orgasmos y fetiches, lo que demuestra que “la mano derecha” de Francisco es un maníaco sexual.
“Cuando todo nuestro ser se unifica en una sola dirección, entonces llegamos al verdadero encuentro, a la fusión, a la unión perfecta, aunque sólo sea por unos minutos. No se trata necesariamente de una quietud física, porque esta experiencia también puede ocurrir en medio de la excitación de una actividad muy intensa. Esto ocurre, por ejemplo, en el orgasmo entre dos personas que se aman”.
“Estos momentos de placer compartido, con todo su potencial de comunicación, ofrenda y expresión amorosa, pueden prepararse y luego vivirse con gratitud en momentos de oración compartida. No pueden separarse de la relación con Dios, como si fueran simplemente un pecado permitido. El misterio de la Encarnación, que hace del matrimonio un sacramento, signo eficaz de la gracia realizada en la unión genital, muestra cómo Dios, al hacerse hombre [célibe], entró también en la carne humana, transformando la corporeidad en mediación de la gracia. Por lo tanto, si la unión de los cuerpos era una verdadera expresión de amor, debía celebrarse en la oración”.
A continuación, Tucho invitó a sus lectores a “relajar el cuerpo” prestando “plena atención” a los distintos órganos: “Se trata más bien de 'sentirlos', de percibirlos con sensibilidad. Se trata de experimentar las sensaciones de cada órgano con calma, sin juzgar si esas sensaciones son buenas o malas, sino intentando que ese órgano se relaje”. Entre los órganos, menciona “la pelvis, las nalgas, los genitales”.
Su conclusión: “En cada punto del cuerpo deberíamos sentir alguna sensación (de calor, quemazón, placer). Ninguna parte de la piel es insensible, aunque las sensaciones sean muy sutiles. Por último, es importante intentar captar la totalidad del organismo, tomar conciencia de todo el cuerpo y sentirlo durante un rato”.
Uno se pregunta para quién escribe esto Tucho. ¿Quizá para sí mismo?
En su libro de 2002 “¿Por qué no termino de sanarme?” filosofa sobre “la ropa que despierta la sensualidad resaltando las formas interesantes del cuerpo”. Sus ejemplos: “El cuello desnudo se hace más sensual llevando un collar en él”.
Y: “Si a esto añadimos una cierta dosis de imaginación por parte del espectador, y en un momento de insatisfacción, cuando necesita emocionarse o disfrutar de algo, entonces un cuerpo puede aparecer como algo impresionante, maravilloso, indispensable”.
Tucho explica incluso al lector aburrido sus preferencias personales en cuanto a rasgos corporales: “En algunos momentos de mi vida me atraen ciertos tipos de encanto, pero en otro momento empiezan a atraerme otros detalles: a veces la sensibilidad del momento me atrae por unas manos finas y blancas; otras veces me atraen más unas manos carnosas y cálidas, y estas manos finas ya no me bastan”.
Está de acuerdo en que la solución a este problema no es utilizar a los demás y abandonarlos cuando ya no los necesito, sino “utilizar la imaginación”, que “puede hacer que lo que es limitado, como todas las criaturas de esta tierra, aparezca como algo divino”.
Gloria.TV
Y: “Si a esto añadimos una cierta dosis de imaginación por parte del espectador, y en un momento de insatisfacción, cuando necesita emocionarse o disfrutar de algo, entonces un cuerpo puede aparecer como algo impresionante, maravilloso, indispensable”.
Tucho explica incluso al lector aburrido sus preferencias personales en cuanto a rasgos corporales: “En algunos momentos de mi vida me atraen ciertos tipos de encanto, pero en otro momento empiezan a atraerme otros detalles: a veces la sensibilidad del momento me atrae por unas manos finas y blancas; otras veces me atraen más unas manos carnosas y cálidas, y estas manos finas ya no me bastan”.
Está de acuerdo en que la solución a este problema no es utilizar a los demás y abandonarlos cuando ya no los necesito, sino “utilizar la imaginación”, que “puede hacer que lo que es limitado, como todas las criaturas de esta tierra, aparezca como algo divino”.
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