“Mi deseo es romper el círculo de soledad y de silencio en el que me encontré durante demasiados años, un silencio ensordecedor. Mi deseo es que se conozca la verdad y el mal que hemos sufrido, que haya justicia, que se nos visibilice: somos muchas más que dos. Pero nos piden silencio, desaparecer, nos desacreditan como ‘mujerzuelas’ y esto no es aceptable”.
Ante más de cien periodistas de todo el mundo, por primera vez, Gloria Branciani contó públicamente su terrible historia de abusos sexuales, espirituales, psicológicos, de conciencia y de poder.
Esta ex monja italiana, junto a la también ex monja eslovena Mirjam Kovac, fueron víctimas del “padre” Marko Ivan Rupnik, “artista”, autor de horribles obras que representan un falso “arte bizantino”, digno de la secta Vaticano II, tienen en jaque a Jorge Mario Bergoglio, que se presenta ante el mundo con el nombre artístico de “Papa Francisco”.
Rupnik, expulsado de la Orden Jesuita en junio de 2023, fue enviado como “sacerdote” a Eslovenia, pese a que la Conferencia Episcopal Eslovena afirmó que “no tuvo participación en el proceso de incardinación de Rupnik en la diócesis de Koper”. Conocido mundialmente por ser el “artista” favorito de Bergoglio y de la secta Vaticano II, con todos los beneficios que ello implica, tuvo el privilegio de haber sido elegido para exponer sus adefesios en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico del Vaticano y haber llevado sus mamarrachos a otros lugares del mundo como Italia, España, a los santuarios marianos de Fátima, Portugal, y Aparecida, Brasil, así como en iglesias dedicadas a Juan Pablo II de Cracovia, Polonia y Washington DC, Estados Unidos, entre otros.
El escándalo en torno a este depravado estalló después de la publicación en algunos medios de testimonios de víctimas con detalles escabrosos, y la Orden Jesuita admitió en una nota presentada ante el Dicasterio para la Doctrina de la Fe que había recibido una denuncia en contra de Rupnik por abusos sexuales y psicológicos de parte de monjas de la Comunidad de Loyola de Ljubljana, Eslovenia, fundada en la década de 1980 por Ivanka Hosta, una “religiosa” que tenía a Rupnik como “padre espiritual” y de quien se convirtió en su cómplice. Esa comunidad fue luego intervenida por la Santa Sede y el ex Santo Oficio cerró el caso porque los hechos habían prescrito.
Aunque más tarde salió a la luz algo que despertó mas suspicacias. En mayo de 2020 la entonces llamada Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) había emitido contra Rupnik un decreto de excomunión “latae sentantiae”, automática, por haber cometido uno de los delitos canónicos considerados más graves: haber confesado y absuelto a una monja de la que había abusado, imponiéndole el silencio. La excomunión fue luego revocada por la misma CDF menos de un mes después de haber sido decretada, porque Rupnik reconoció formalmente el hecho y “se arrepintió”, según dijeron.
El caso volvió a salir a la luz el pasado miércoles 21 de febrero con la aparición de dos ex monjas de la comunidad de Loyola -Branciani y Kovac-, que convocaron a una conferencia de prensa en la sede de la Federación Italiana de la Prensa Italiana, en la cual contaron por primera vez los abusos sufridos teniendo a Rupnik por victimario.
Las mujeres, que escaparon de la comunidad en la primera mitad de la década de 1990, reclamaron “verdad y justicia”, que caiga el “muro de silencio” en torno al “caso Rupnik” y que el falso papa ponga en marcha una investigación seria sobre este “sacerdote”.
“Rupnik es un hombre de mucho poder que siempre fue protegido y encubierto por las altas esferas de la Iglesia católica, como ocurrió con McCarrick y, antes, con el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel”, denunció Anne Barret Doyle, directora de BishopAccountability.Org, grupo establecido en Boston que investiga a obispos de todo el mundo, organizadora del encuentro.
“Quien hace lo que le hicieron a Gloria tiene que ir a la cárcel”, dijo la abogada italiana, Laura Sgró, quien afirmó que las dos víctimas que asesora, fueron llamadas a testimoniar para una investigación sobre Rupnik que abrió el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, cuando Bergoglio levantó la prescripción. Se cree que Rupnik debería ser condenado por haber usado su influencia espiritual para sus abusos sexuales, de poder y de conciencia contra adultas vulnerables, algo que conllevaría la expulsión del sacerdocio, la pena máxima.
Branciani contó con lujo de detalles que este “sacerdote”, que era el “padre espiritual y confesor” de la comunidad de Loyola y ya renombrado “artista”, la devastó psicológica y espiritualmente. Cuando lo conoció en 1985, ella tenía 21 años, era estudiante de medicina y aspiraba a ser misionera, y él la invitó a su atelier de Roma. “Yo era muy ingenua, tenía baja autoestima y Rupnik comenzó a prestarme atenciones, a respaldarme en mi fragilidad, a acompañarme en mi camino espiritual”, evocó.
“Rupnik es un hombre de mucho poder que siempre fue protegido y encubierto por las altas esferas de la Iglesia católica, como ocurrió con McCarrick y, antes, con el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel”, denunció Anne Barret Doyle, directora de BishopAccountability.Org, grupo establecido en Boston que investiga a obispos de todo el mundo, organizadora del encuentro.
“Quien hace lo que le hicieron a Gloria tiene que ir a la cárcel”, dijo la abogada italiana, Laura Sgró, quien afirmó que las dos víctimas que asesora, fueron llamadas a testimoniar para una investigación sobre Rupnik que abrió el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, cuando Bergoglio levantó la prescripción. Se cree que Rupnik debería ser condenado por haber usado su influencia espiritual para sus abusos sexuales, de poder y de conciencia contra adultas vulnerables, algo que conllevaría la expulsión del sacerdocio, la pena máxima.
Branciani contó con lujo de detalles que este “sacerdote”, que era el “padre espiritual y confesor” de la comunidad de Loyola y ya renombrado “artista”, la devastó psicológica y espiritualmente. Cuando lo conoció en 1985, ella tenía 21 años, era estudiante de medicina y aspiraba a ser misionera, y él la invitó a su atelier de Roma. “Yo era muy ingenua, tenía baja autoestima y Rupnik comenzó a prestarme atenciones, a respaldarme en mi fragilidad, a acompañarme en mi camino espiritual”, evocó.
Pero para ella fue sólo el inicio de una pesadilla de sometimiento psicológico y de conciencia por parte del “sacerdote-artista”, que, utilizando su carisma y su pensamiento teológico y artístico, comenzó a abusar sexualmente de ella, haciéndole creer que todo eso era “para llegar mejor al Señor”.
La “locura erótica” fue in crescendo y Rupnik hasta la obligó a “orgías colectivas” con otras monjas y a ver pornografía. “Al principio estaba desorientada, confundida, porque Rupnik entró en mi mundo espiritual con la autoridad del padre espiritual y confesor… Su medio para actuar fue la obediencia”, contó Gloria. Mirjam aseguró que 20 de las 41 hermanas de la comunidad fueron abusadas por Rupnik.
Cuando Gloria se rebelaba a las “peticiones sexuales” de Rupnik, él se ponía agresivo, violento, le decía que “no iba a poder crecer espiritualmente”, que “ya no era confiable ante el Señor” y que no podía vivir espiritualmente la sexualidad “debido a su fragilidad e infantilidad”.
Cuando Gloria se rebelaba a las “peticiones sexuales” de Rupnik, él se ponía agresivo, violento, le decía que “no iba a poder crecer espiritualmente”, que “ya no era confiable ante el Señor” y que no podía vivir espiritualmente la sexualidad “debido a su fragilidad e infantilidad”.
“Un día Rupnik me dijo que nuestra relación sexual no era exclusiva y que teníamos que sumar a otra hermana para que fuéramos tres, a imagen de la Trinidad”, relató. Además, la obligó a ir a ver películas pornográficas y hasta le pedía actos sexuales mientras pintaba imágenes sagradas.
“Estaba devastada, desesperada, disgustada, avergonzada, anestesiada, alejada de mi libre albedrío, tenía ataques de pánico, estaba aislada, confundida, desorientada, humillada, violada en mi integridad y en mi relación con lo divino y pensaba que mi única salida era la muerte”, precisó Gloria, que después de años de esclavitud, decidió fugarse de la comunidad en 1993.
“Estaba devastada, desesperada, disgustada, avergonzada, anestesiada, alejada de mi libre albedrío, tenía ataques de pánico, estaba aislada, confundida, desorientada, humillada, violada en mi integridad y en mi relación con lo divino y pensaba que mi única salida era la muerte”, precisó Gloria, que después de años de esclavitud, decidió fugarse de la comunidad en 1993.
Antes de irse, denunció todos los abusos sufridos ante la superior y fundadora de la comunidad, Ivanka Hosta, que, “aunque ya sabía lo que pasaba fingió no saber nada” y prefirió la “omertá”, es decir, el silencio mafioso.
“Por sus intereses personales, Ivanka prefirió encubrir”, dijo Gloria. Sus posteriores denuncias ante el padre espiritual de Rupnik y ante el arzobispo de Ljubljana también cayeron en saco roto. Nadie quería escándalo, sino “defender sus quintitas”.
Branciani, dijo que en los últimos treinta años sufrió depresión y somatizó los abusos, aseguró que con el correr de los años pudo perdonar a Rupnik y que pudo salir adelante gracias a su fe. “Me di cuenta de que mi corazón, si bien estaba herido, estaba vivo”, afirmó.
Pero ahora, que pudo finalmente contar su historia, como Mirjam, reclama que salga la verdad sobre su abusador. Y que haya justicia.
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