Hay parroquias llenas y otras que languidecen. El problema no es si en una parroquia admiten a fieles que, geográficamente, pertenecen a otra. El problema es por qué en unas hay gente y otras están vacías.
Por el padre Jorge González Guadalix
Este es hoy el problema de muchas familias católicas. De vez en cuando me encuentro con personas que se dirigen a un servidor pidiendo que les ayude a encontrar una parroquia de confianza donde acudir a misa, confesarse y llevar a sus hijos a catequesis. Mi primera respuesta es la fácil: todas las parroquias son de confianza.
La gente no es tonta. Dicen que sí, que de acuerdo, que sobre el papel todas las parroquias son de confianza, pero como resulta que en la práctica, en algunas se siguen llevando sustos, pues mejor tener claro dónde ir.
Sabemos todos perfectamente que no todas las parroquias son iguales. Hay gente que te dice que cambiar de parroquia en ocasiones es casi como cambiar de religión. Tienen razón. Suelen ser familias muy normalitas que piden algo tan simple como una parroquia normal. Es decir, una parroquia donde sea sencillo confesarse, con unas misas donde se respete la liturgia de la Iglesia, homilías que digan algo sensato, catequesis que forme en serio y no te pongan pegas si quieres comulgar de rodillas o en la boca. Una parroquia donde se rece, se celebre y se ayude a la gente.
Tampoco queremos más, me decía una familia.
La territorialidad parroquial es algo que cada vez tiene menos sentido, incluso en los pueblos. Hoy todo el mundo se desplaza con facilidad y acude donde se siente más cómodo y mejor atendido. Por otra parte, no vamos a negar a los padres la posibilidad de confiar la catequesis de sus hijos a quien ellos prefieran. Familias hay que se niegan a llevar a sus hijos a catequesis a su parroquia simplemente porque después de acudir algún domingo a misa, ver algunas cosas, escuchar otras y padecer alguna más han decidido que ellos por ahí no van. Es verdad que otras familias se muestran encantadas. Perfecto. Para ellas.
Y no solo en catequesis, porque puede llegar el momento de bautizar a un hijo y por más que en el bautismo sí rige de manera especial la territorialidad, la familia dice que en su parroquia no porque no les van las fechas, las formas o las charlas previas, que vaya usted a saber.
Tenemos mucho que aprender los curas, que hemos estado muy mal acostumbrados a hacer lo que nos ha dado la gana y obligar a las familias a pasar por nuestro aro con el argumento de que esta es su parroquia, yo soy el párroco y usted se aguanta. Esto ya no se sostiene, porque ante esa situación las familia dice que el niño es suyo, que los primeros educadores del niño son los padres y que lo llevan a la parroquia que les venga en gana, aunquen les pille a kilómetros, que para eso los viajes los hacen ellos.
También entre los sacerdotes tenemos que entender esto. Ya pasaron los tiempos en que nos quejábamos unos a otros de “robarnos” los feligreses: es que tú admites en catequesis a niños que no son de tu parroquia. Ya va siendo hora de superar estas cosas. Cada parroquia abre sus puertas para las misas y sus inscripciones para la formación de niños, jóvenes y adultos. La gente va donde quiere. Hay parroquias llenas y otras que languidecen. El problema no es si en una parroquia admiten a fieles que, geográficamente, pertenecen a otra. El problema es por qué en unas hay gente y otras están vacías.
A lo que iba desde el principio. La gente va a la parroquia que le da la gana. Parece mentira que en tiempos de exaltación de la libertad estas cosas no se entiendan. Y la gente me pregunta. Y yo, si puedo, respondo.
Hoy, para muchas familias es un reto encontrar una parroquia de confianza. Yo añado algo más: un reto y una obligación. Hay que cuidar y alimentar la fe, y esto se hace donde uno quiere. Hasta en la parroquia virtual de san José de la Sierra.
De profesión, cura
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