Análogamente, sus palabras se aplican al “aggiornamento” del Vaticano II, que estimuló a las monjas a abandonar sus conventos y abrazar el mundo moderno. De hecho, lo que los “papas” conciliares consideran un “progreso” -que los Religiosos y Religiosas entren en el mundo- fue severamente condenado por los Papas anteriores como obra de herejes y blasfemos.
Papas Pío VI & Adrián VI
A lo que ya hemos dicho sobre los votos de los Religiosos, hay que añadir el odioso decreto pronunciado contra las sagradas vírgenes [las monjas], es decir, la orden de sacarlas de sus Claustros, tal como hizo Lutero. Porque él, para usar las palabras de Adriano VI “no temía contaminar esos vasos dedicados a Dios y sacar físicamente de sus Conventos a las vírgenes consagradas a Jesucristo que habían profesado la vida monástica, y devolverlas al mundo, o más bien al Diablo, del que habían abjurado previamente”.
Sin embargo, esas Religiosas -una parte muy ilustre del rebaño de fieles católicas- han alejado muchas veces con sus oraciones catástrofes muy graves de las ciudades, como San Gregorio Magno recuerda que sucedió en su tiempo en Roma: “Sin las vírgenes religiosas, ninguno de nosotros habría podido sobrevivir tantos años en este lugar entre las espadas de los lombardos”.
Y Benedicto XIV habló de modo parecido sobre las Religiosas de Bolonia: “Esta ciudad oprimida desde hace tantos años por tantas desgracias no podría existir todavía si la ira divina no hubiera sido aplacada en parte por las continuas y fervientes oraciones de nuestras monjas”.
Tradition in Action
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