sábado, 28 de octubre de 2023

LA ENFERMEDAD Y LA CURA

Al quejarnos, olvidamos las muchas gracias que Dios nos ha concedido. Vivimos en tiempos de prosperidad sin precedentes, lo que también significa tiempo libre para investigar la Doctrina Católica a nuestro antojo.


Nos quejamos -y con razón- de tener que lidiar con un “papa” que odia a la Iglesia e intenta a cada paso sabotear la Doctrina Católica. Nos lamentamos -no sin razón- de tener que vivir en una época de herejía y paganismo absoluto. Tenemos que encontrar nuestro propio camino hacia el redil, porque nuestros pastores no se interesan por nosotros y, de hecho, parecen estar del lado de los lobos.

Sin embargo, al quejarnos, olvidamos las muchas gracias que Dios nos ha concedido. Vivimos en tiempos de prosperidad sin precedentes, lo que también significa tiempo libre para investigar la Doctrina Católica a nuestro antojo. Se nos ha dado Internet, que nos permite acceder al tesoro de la teología y el pensamiento católicos de una manera que sólo los ricos podían hacer en el pasado. Tenemos -por ahora- el tiempo libre, la libertad y los medios económicos para acceder a un patrimonio católico tan vasto con el que nuestros antepasados sólo podían soñar.

La Providencia actúa en todo momento. Tu abuela sólo tenía dinero para una Biblia, un Misal y, tal vez, un ejemplar de Vida de los Santos, pero tenía un párroco intrépido que cuidaba de su alma y, muy, muy lejos, un Papa que se preocupaba de transmitir el mensaje intacto. Tú hoy tienes a un tipo raro y aflautado como cura, y a un sinvergüenza total como “papa”, pero puedes llegar a ser mucho más competente en los caminos del catolicismo de lo que tu bisabuela podría soñar llegar a ser, desde la comodidad de un hogar que ella probablemente, habría considerado un castillo.

Dios te da tanto los retos como el camino, o las gracias, para superarlos. Dios te prepara el gimnasio, y te pide que te esfuerces y te mantengas en forma para el día en que serás juzgado. No te corresponde a ti lamentarte del gimnasio que se te ha dado. Lo tuyo es aceptar los instrumentos de gimnasio que Dios te dio, y hacer buen uso de ellos.

Nos quejamos de Francisco, de nuestras viviendas bien climatizadas, muy posiblemente después de haber comido demasiado. Este lujo, nuestros antepasados muy rara vez lo tenían. Cuando no eran perseguidos positiva y físicamente, tenían que vivir con el temor de la próxima sequía o incursión sarracena. Hoy podrías conseguir un catecismo en línea y sumergirte en él hasta la hora de dormir, sin que ningún sarraceno perturbe tu paz.

Que te den, Francisco. No te interpondrás en el camino de nuestra salvación.

El mismo Dios que ha permitido la enfermedad, también nos ha dado la cura.


Mundabor


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